Si fue su despedida para siempre del Open de Australia, no resultó el adiós deseado. Ni mucho menos. Si no vuelve a pisar como tenista profesional la Rod Laver Arena de Melbourne, su último recuerdo de esa cancha será amargo. No solo por la derrota y la lesión, sino por los abucheos de parte de la grada. Novak Djokovic arrojó la toalla tras perder el primer set de su semifinal ante Alexander Zverev por 7-6 (5). Decidió hacer mutis por el foro. No se vio capaz, después de 1 hora y 21 minutos de juego, de levantarse. Mandó a la red una volea y abandonó tras jugar con un vendaje en su muslo izquierdo. Después declararía que padece un desgarro y que “el dolor que tenía ya era intolerable, cada vez mayor”.
Como en otras ocasiones ha utilizado supuestos problemas físicos como estrategia para remontar partidos, un sector de la grada le pasó factura. “Si hubiera ganado el set, habría intentado seguir, al menos unos juegos más, pero la lesión iba a peor”, se justificó el balcánico.
“Puede haber sido mi última vez aquí, ya se verá, a ver cómo va la temporada”
A pesar de sus diez títulos en el Open de Australia, un torneo donde ha sido el gran dominador, su relación con los seguidores locales siempre ha sido de amor y odio, por su carácter visceral, por utilizar los silbidos como combustible y por engañar a las autoridades australianas al entrar al país, en plena pandemia del coronavirus, sin haberse vacunado. Todo eso pesó en los silbidos del público. “No hay que abuchear a un tenista lesionado. Novak lo ha dado todo por el tenis en los últimos 20 años. Sé que esperabais una gran batalla, pero Nole conoce su cuerpo mejor que nadie. Sabía que tenía que jugar mínimo tres horas más a un alto nivel para ganarme y, con una lesión, eso era imposible”, le defendió Zverev, buen amigo del serbio, que le ha nutrido de consejos en el pasado.
Djokokic se fue de la pista aplaudiendo a los que le apoyaban y levantando los dos pulgares, pero dejó muchas incógnitas sobre su futuro. De entrada, no confirmó su presencia el año que viene en Australia. “Hay alguna posibilidad de que esta haya sido mi última vez aquí. ¿Quién sabe? Tendré que ver cómo va la temporada”, dijo. Pero, al mismo tiempo, afirmó que no se rinde. “Quiero luchar por seguir ganando torneos del Grand Slam. Mientras pueda jugar a un alto nivel estaré aquí”, vaticinó. Pero lo cierto es que su título número 24 del Grand Slam cada vez queda más lejano (el Open de Estados Unidos del 2023) y han pasado cinco grandes desde entonces. Dos se los llevó Sinner, dos Alcaraz y por el quinto pelearán este domingo el italiano y Zverev.
“Quiero ganar más títulos del Grand Slam. Mientras pueda jugar a un alto nivel estaré”
El tiempo corre ahora en contra de Djokovic, que en mayo cumple 38 años. Una vez se colgó el oro olímpico en París ya tiene todos los títulos importantes en su vitrina. Solo le queda lograr el grande número 25 para desempatar con Margaret Court, pero los problemas físicos cada vez le dan más quebraderos de cabeza. Salió tocado del partido ante Carlos Alcaraz tras ser asistido por los doctores después del primer set y no se entrenó ni el miércoles ni el jueves. “No volví a coger la raqueta hasta una hora antes de jugar ante Zverev”, desveló.
En el último Roland Garros ya abandonó antes de los cuartos de final. Tuvo que pasar por el quirófano para intervenirse la rodilla y aun así alcanzó la final de Wimbledon y se coronó en los Juegos.
“El dolor que tenía ya era intolerable, cada vez mayor, la lesión iba a peor”
Una recuperación titánica para cumplir con su auténtico objetivo del 2024, pero también una exigencia para su cuerpo en el resto de la temporada, lo que le obligó a dosificar mucho su presencia en el circuito.
En el 2025 tratará de estar en buenas condiciones para Roland Garros, Wimbledon y el Open de Estados Unidos. ¿Lo hará con Andy Murray como entrenador? Tampoco se sabe. “Tendré una charla con él y le agradeceré el haberme acompañado en la gira australiana, que era el acuerdo que teníamos. Veremos cómo se siente él y entonces decidiremos cuál será el siguiente paso”, manifestó el serbio. El tenista masculino más laureado de la historia ve aproximarse el final de una carrera, polémicas al margen, simplemente soberbia. Pero no le den todavía por finiquitado. Hasta ahora siempre ha tenido una vida extra.