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Carlos Alcaraz, ¿qué está pasando?

Tenis | Mutua Madrid Open

El murciano se repone de un esguince de tobillo para tumbar a Rafael Nadal (6-2, 1-6 y 6-3) y proyectarse a las semifinales en Madrid, donde le espera Novak Djokovic

Carlos Alcaraz y Rafael Nadal se saludan en la pista Manolo Santana, tras el triunfo del murciano, este viernes en Madrid 

Juan Medina / REUTERS

Los dos referentes del tenis en nuestro país manejan dos velocidades diferentes: son fiel reflejo del salto generacional.

Dos minutos antes del inicio del partido, Carlos Alcaraz (19) se planta en el pasillo de acceso a la pista y espera y espera.

Rafael Nadal (35) no aparece, se retrasa, suele hacerlo. Tarda cinco minutos y al fin, cuando emerge del vestuario, esquiva al teenager y ambos se ponen en fila y saltan a la pista.

Luego se muestran ante el público y en los instantes previos se repite la liturgia.

Alcaraz se planta junto a la red, junto al juez árbitro, y allí, ante los miles de espectadores de la Caja Mágica –el rey Felipe entre ellos–, el murciano sigue esperando, y Nadal despliega su ritual. El balear tiende la toalla sobre la tierra y sobre ella deposita su bolsa blanca. Se saca la chaqueta de chándal y la dobla y la guarda. Abre la mochila de las raquetas y saca cuatro botellines de líquido y deja dos en la nevera y los otros dos sobre la tierra, junto al banquillo, en diagonal. Bebe del uno y luego del otro y luego coge una toalla y muerde y le arranca la etiqueta y mientras tanto pide perdón por hacerse esperar y al final sale a la pista.

Hay que psicoanalizar la escena. 

Acaso pretende atemperar el ímpetu del adolescente.

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Del psicoanálisis pasamos al tenis y entonces entendemos de qué va esto.

Nadal, el hombre de los 21 Grand Slams, el icono que en esta semana ha vuelto a escena tras sus 45 días de ausencia (se ha repuesto de una fisura de costilla), arranca al trantrán. Se echa atrás en la línea de fondo, cinco metros cuando resta, intenta alargar los rallies, pero Alcaraz tiene prisa.

Golpear con el alma

El murciano golpea con el alma, quiere desterrar al padre, y cada una de sus acciones lleva intención

El murciano golpea con el alma, es el adolescente que quiere desterrar al padre, y cada una de sus acciones lleva intención.

El más joven campeón de un Masters 1.000 (Miami), campeón del último Trofeo Godó, desparrama su tenis en el Madrid Open.

Se sucede un festival de golpes ganadores, un abanico de aces en el primer set, ejercicios de saque-volea, dejadas y globos, y Nadal asume la rabiosa actualidad: ha llegado a Madrid corto de forma, le faltan minutos de juego para ganar solidez y ejercicios reactivos para ganar velocidad.

–Necesito más velocidad en las piernas y mejorar en la lectura de los golpes del rival –dice Nadal.

Rafael Nadal, en Madrid 

Denis Doyle / GETTY

Parece mentira: Nadal no se halla a sí mismo. No alcanza los ganadores de Alcaraz, tampoco defiende el saque, lo pierde en tres ocasiones en el primer set, se sumerge en diálogos interiores y se asoma a la profundidad abisal.

En una hora cede el primer set.

Al diván.

Algo cambia en la reanudación: ahora, el balear refrena a Alcaraz, que pierde templanza y, poco más tarde, la salud. Ocurre al cierre del tercer juego, cuando tropieza y se tuerce el tobillo y llama al médico y parece realmente tocado. Con el uniforme teñido de rojo arcilla, Alcaraz se derrumba. Recorta los rallies tanto como puede, pero no puede, y entrega cuatro juegos más y cede la manga.

Y luego, lo impensable.

–Tras doblarme el tobillo, pensaba: ‘madre mía, me he doblado el tobillo ante Rafa’. Pero he querido volver y darlo todo.

Y eso pasa.

El presente

Nadal asume la rabiosa actualidad: ha llegado a Madrid corto de forma, le faltan minutos de tenis

Alcaraz está dolorido y descentrado, y se está midiendo a Nadal, el mejor tenista en tierra nunca, y sin embargo renace.

Alcaraz acelera en el último set, recupera el esplendor inicial, emborrona al balear, que vuelve a maldecirse y ya nunca retoma el mando.

Carlos Alcaraz celebra su victoria sobre Nadal, este viernes en Madrid 

Bernat Armangue / AP

–Es evidente que necesito mejorar, pero mantengo la tranquilidad y la seguridad de que hay un camino que debo seguir. Aún hay dos semanas y media hasta Roland Garros. Es una derrota difícil de digerir, pero le mando felicidades a Carlos, está jugando bien –dice el balear.

El cierre lo dice todo: en el último juego, Alcaraz firma un saque-volea, y diversos servicios esquinados, y tumba al gigante con un derechazo paralelo que nadie, ni siquiera Nadal, ha visto venir.

A modo de despedida, Alcaraz escribe en la cámara:

–¿Qué está pasando?