Nunca habíamos visto el tenis italiano como lo estamos viendo en este 2021.
Desde hace meses, florecen nombres como setas: llegan Sonego, Sinner o Musetti, representantes de las nuevas generaciones, diamantes que se han unido a otros más clásicos, ya habituales del circuito ATP, como Fognini, Cecchinatto o el eterno Andreas Seppi (tiene 37 años).
La nueva escuela
Sonego, Musetti, Sinner... tanto talento italiano tenía que emerger: quien ha emergido es Berrettini
Ahora mismo hay diez italianos en el Top 100.
Tanto talento tenía que desbordarse por algún sitio, era cuestión de tiempo. Alguno de ellos iba a ir un paso más allá. Lo ha hecho Matteo Berrettini, acaso el más contundente –por sus dimensiones (1,96 m. 95 kg), que no por su meticuloso juego– de la academia italiana.
Hay que retroceder hasta 1976 para localizar el último gran título de un italiano. Hay que remontarse a Roland Garros, a los tiempos de Adriano Panatta.
Luego, la nada.
Durante décadas, hemos visto a pasar a Sanguinetti, Volandri, Starace o Bolelli, nada del otro mundo, nada hasta hoy.
–Lo bueno es que estamos demostrando que tenemos algo más que fútbol –dijo ayer Berrettini (25 años, 9.º raqueta del mundo), tras superar a Hubert Hurkacz (6-3, 6-0, 6-7 (3) y 6-4)–. Y que estamos muy unidos. Panatta me había mandado un mensaje para felicitarme tras mi victoria sobre Felix Auger-Aliassime (cuartos de final). Panatta era un mito para mí cuando yo era un niño. En una ocasión, había tenido la oportunidad de pelotear con él. Entonces me dijo: ‘Llegarás a servir a más de 190 km/h’. Yo era un crío y le miré extrañado. No le creía, pero el tiempo le ha dado la razón.
–Pero ¿le harán caso a usted el domingo (por mañana)? ¡Horas después de su final, Italia estará jugando la final de la Eurocopa! –le preguntaban ayer.
–Cierto, esto no suele ocurrir. Casi nunca ha habido italianos a estas alturas de un Grand Slam. Vamos a ver: si tengo la oportunidad, sí que seguiré el partido por televisión, como lo haría cualquier otro italiano.
El reto de Djokovic
El serbio supera a Shapovalov en tres sets (7-6 (3) y doble 7-5) y pretende alcanzar su 20.º grande, tantos como Federer y Nadal
Antes, Italia hablará de su gigantesco tenista, algo que se repite en los últimos tiempos.
–Podríamos pasarnos horas hablando de cada uno de nosotros –ha dicho Jannik Sinner en alguna ocasión.
Se refiere a las características de cada italiano, colorido crisol de culturas, maneras y técnicas.
Sinner es frío como el hielo.
Musetti y Sonego se dejan la vida en cada golpe y celebran un punto como lo haría un capocannoniere (un goleador).
Fognini es jugón. En ocasiones, excesivamente jugón.
Berrettini es músculo, y un guante de seda.
Pero, ¿de dónde salen?
The New York Times, a principios de junio, escribía: “Los jóvenes italianos se están apoderando de Roland Garros. Pero no saben porqué” .
Craig O’Shannessy, asistente de la Federación Italiana desde hace cuatro años, disiente. Para argumentar su idea, da un nombre: Michelangelo Dell’Edera.
Dell’Edera es el director de la escuela de alto rendimiento italiana, un técnico que ha decidido bucear en otras fórmulas.
–Utiliza métricas, aplica las nuevas tecnologías. Busca respuestas en cada una de las herramientas que están en sus manos –dice O’Shannessy–. Dell’Edera entra en la psicología, los sistemas de entrenamiento, la fisiología, la aproximación individualizada a cada partido...
Sonego y Musetti se entrenan juntos en el campus de Berrettini. Sinner va y viene.
Centralizar el sistema ha dado frutos. Berrettini, Musetti y Sinner se plantaron en cuartos en París. Sonego jugó la final en Eastbourne y superó tres rondas en Wimbledon, antes de caer ante Federer. Si no se obnubila, Fognini también crea destellos.
Berrettini, primer finalista italiano en la historia de Wimbledon, afronta ahora el peor de los escollos. Le espera Novak Djokovic, un gato, genio del tenis comprometido con un empeño: alcanzar los veinte grandes, tantos como Federer y Nadal.