Hay que revisar el guion a los 42 minutos de partido, cuando Stefanos Tsitsipás reduce la marcha y Rafael Nadal se crece.
El balear rompe el servicio del griego para igualar el set (4-4), algo aparentemente impensable diez minutos antes, y la final entra en una nueva dimensión.
¿No iba a ser el gran desfile de Tsitsipás?
No lo va a ser.
El cambio de tercio se confirma un cuarto de hora más tarde, cuando Nadal vuelve a romper el saque de Tsitsipás y se adjudica el primer set.
Otro Nadal
Este no es el Nadal que hemos estado observando en esta semana, sino el que hemos conocido en otros tiempos, acaso más lejanos, acaso añorados, cuando sometía a sus rivales
No, este no es el Nadal que hemos estado observando en esta semana.
Este es el Nadal que hemos conocido en otros tiempos, acaso más lejanos, acaso añorados, cuando sometía a sus rivales y sumaba títulos en tierra batida, uno tras otro, en Montecarlo, en Roma, en Barcelona o en el Bois de Boulogne parisino.
(...)
El cronista se va, por ejemplo, a 2018.
En aquel año, Stefanos Tsitsipás tenía 19 años y no era nadie en el circuito ATP, apenas un Top 70, un coloso que lanzaba magníficos derechazos, aunque sin pedigrí alguno.
Tsitsipás no tenía pedigrí, y tampoco lo tenía entonces el tenis griego. Desconcertados, los periodistas buscábamos referentes griegos mientras Tsitsipás iba superando rondas (Moutet, Schwartzman, Ramos, Thiem y Carreño) hasta llegar a Nadal.
Hurgando, habíamos descubierto que no había un griego en una final ATP desde 1973, cuando Nicholas Kalogeropoulos se había plantado en el partido decisivo en Des Moines.
¿Y más allá de eso?
La nada.
Tsitsipás había asistido a aquellos acontecimientos de 2018 con cara de póquer y el espíritu ensoñado.
-Aquí, en Barcelona, había empezado mi viaje en el circuito ATP. Aunque en aquel entonces, todavía me decía: '¿Ya estoy en la final, y ante Nadal, tan pronto?' -ha estado diciendo en estos días en el RCTB, recordando aquellos pasajes.
Tenista inspirado
Tsitsipás había aparecido en Barcelona en estado de inspiración: no había cedido un set en Montecarlo, y tampoco lo había hecho en el RCTB, hasta este domingo
Le vendría algo grande aquella final (se acabaría rindiendo ante el balear por 6-2 y 6-1), pero no es así ahora, en este 2021, cuando ya es un tenista consolidado en el circuito, el más inspirado del año: Tsitsipás lidera la Race, la clasificación de 2021, y acaba de imponerse en el Masters de Montecarlo sin ceder un solo set.
Todo aquello se lo trae a Barcelona: este domingo, antes de verse ante el balear, suerte de revancha de 2018, el griego tampoco le ha regalado una manga a nadie.
Ni a Munar, ni a De Minaur, ni a Auger-Alliasime, ni al emergente Sinner.
Lo que pasa es que ahora le espera Nadal.
Y el balear, en la pista que lleva su nombre, en su club y ante su público, se ha rehecho de sus cuitas: le ha arrebatado el primer set, la primera manga que Tsitsipás pierde en dos semanas, y nos ha despertado a todos del letargo.
Nadal ya tiene 34 años. Pero aquí sigue, qué tormento para quienes vienen por detrás.
Su actuación es portentosa, quién lo hubiera dicho en la víspera, cuando anunciaba:
-El favorito es Tsitsipás. Los jóvenes suben muy fuerte. Es normal que ellos ganen cada vez más y nosotros, menos (se refiere a sí mismo, y a Djokovic, y a Federer).
Todo eso había dicho en la víspera, y todo eso se había desvanecido ahora, algo inesperado.
Antes de que Nadal le arrebatara el primer set, el griego había estado sirviendo a 225 km/h y le había hecho daño al resto, alejando al balear, que golpeaba desde el fondo de la pista, casi desde el palco VIP.
Aguantaba Nadal los embates del griego y al final entraba en el partido, tan pronto como Tsitsipás reducía la marcha. Vaya despiste, el del griego: en presencia del balear nadie debe darse un respiro.
Dos bolas de partido
Tsitsipás parecía desconcertado a la 1h53m, cuando Nadal tenía dos bolas de partido y de torneo
Vencido el primer set, el segundo seguía el sorprendente guion. Tsitsipás trataba de manipular a Nadal, siempre lejos de la línea de fondo, pero el balear respondía a su manera, con derechas liftadas y pesadas, una tortura para cualquier adversario, que debe saltar y golpear a contrapié.
Todo iba a repetirse.
Tsitsipás rompía el servicio de Nadal en el tercer juego, pero Nadal respondía algo más tarde, para 3-3, e incluso aceleraba a posteriori. Tsitsipás parecía desconcertado a la 1h53m, cuando Nadal tenía dos bolas de partido y de torneo: 5-4.
Ahora la concurrencia se estremecía. Nadie había vaticinado algo así, y ese era un error: estaba jugando Nadal.
Tsitsipás salvaba esos dos compromisos, forzaba el tie break y, ante el júbilo del público, fascinado ante un espectáculo magnífico, acababa adjudicándose el set.
"Es cierto que en ese segundo set había tenido dos buenas opciones de cerrar el partido, y también en el tie break. Pero cuando eso sucede, hay que aceptarlo e intentar arreglar lo que viene por delante", diría el balear.
Como final, este era un regalo.
Y el público lo agradecía:
-¿Qué tal otra hora de gran tenis?
-¡Bien!
Entrados en el tercer set, nadie sabía qué iba a ocurrir, lo nunca visto en el Godó y en una final de Nadal: hasta ahora, el balear se había impuesto casi siempre (en once ocasiones) de forma holgada, salvo en 2008, cuando Ferrer le había arrebatado un set. Esta era otra dimensión.
Nadie sabía qué iba a ocurrir, y menos a las 3h16m. Ahora era Tsitsipás quien se encontraba a una pelota de partido, y Nadal quien la levantaba.
La respuesta llegaba en el siguiente juego. Nadal rompía el servicio del griego. Con 6-5, le bastaba con defender el saque. Ya no iba a fallar. A la tercera pelota de partido, a las 3h38m de partido (la final más larga a tres sets en la carrera del balear), con el sol poniéndose tras Collserola, Nadal alcanzaba su 12.ª corona.