Resultados

Loading...

Albert Costa se consagra en París

Historias de Roland Garros

En junio de 2002, Costa se convirtió en el sexto español en ganar Roland Garros

Albert Costa, en 2002 en Roland Garros

JEAN-LOUP GAUTREAU / AFP

El 9 de junio de 2002, Albert Costa se convirtió en el sexto español en vencer en la prueba masculina de los Campeonatos Internacionales de Francia, tras derrotar en la final de Roland Garros a Juan Carlos Ferrero por 6-1, 6-0, 4-6 y 6-3. El tenista de Lleida sorprendió, y rompió todos los pronósticos de los expertos, cuando ya estaba en plena madurez de su carrera, en la que llevaba disputados 25 torneos de Grand Slam sin lograr superar los cuartos de final, ronda que jugó en tres ocasiones (Roland Garros en 1995 y 2000, y Open de Australia en 1997).

La final terminó con una doble falta de Juan Carlos Ferrero, tras la que Costa cayó al suelo, se rebozó en la arcilla parisina, se incorporó levantando la mano al cielo y se encontró con su rival que había cruzado la red para felicitarle mientras se abrazaban. Acto seguido, Costa marchó camino de los vestuarios para acceder al palco de sus técnicos y familiares, en el que estaban Alma y Claudia, sus dos hijas mellizas. “Mentiría si digo que hoy es el día más feliz de mi vida, porque ése fue el día que nacieron mis hijas. Es fuerte, es muy fuerte, es fortísimo, pero he ganado”, se sinceró Albert en la posterior rueda de prensa.

Es fuerte, es muy fuerte, es fortísimo, pero he ganado”

Albert Costa

Uno de los más grandes de la historia sobre la tierra batida, el argentino Guillermo Vilas, que celebraba el 25 aniversario de su victoria en 1977 en Roland Garros, fue el encargado de entregar la Copa de los Mosqueteros al nuevo campeón. “He elegido el peor día para encontrarme mal, con dolores en los abductores, el hombro y los abdominales, pero Costa ha jugado un partido perfecto. La verdad es que tengo un poco de envidia sana, pero me alegro por Albert”, dijo Ferrero sobre el triunfo de su amigo y compañero en la Copa Davis.

Como se decía en al argot tenístico, Albert Costa llegó a Roland Garros con los ‘deberes’ previos hechos sobre la tierra batida. No había ganado ninguno de los torneos que disputó, pero fue cuartofinalista en Estoril (Grosjean), finalista en el Trofeo Conde de Godó (Gaudio), cuartofinalista en Roma (Agassi) y derrotó a Ferrero en la primera ronda de Hamburgo. La semana previa a París, Costa ganó sus tres partidos en la Copa de las Naciones de Dusseldorf ante Nicolas Kiefer, Yevgeny Kafelnikov y Tim Henman. Fue un buen rodaje.

Albert Costa, en 2002 en Roland Garros

Pedro Hernández

Los honores de aquellos torneos previos a París se los habían llevado David Nalbandian, campeón en Estoril, Juan Carlos Ferrero, vencedor de Carlos Moyà en la final de Monte Carlo, Younes El Ayanoui, ganador en Casablanca y Múnich, Gastón Gaudio, que sumó los títulos de Barcelona y Mallorca, Andre Agassi, que se coronó en Roma ante Tommy Haas, y Roger Federer, que venció a Marat Safin en la final de Hamburgo. Ellos eran los favoritos para estar en las rondas decisivas.

José Perlas, entrenador de Albert Costa, sabía que tenísticamente su pupilo estaba preparado, pero quedaba la incógnita de saber si su cabeza también lo estaba. “Yo empecé a trabajar con Albert cuando estaba entrenando a Carlos Moyà. Carlos no tuvo inconveniente en compartir coach con Albert, y además el parón por la lesión que se produjo Moyà en la espalda, hizo que tuviéramos mucho tiempo para analizar cosas. Albert tenía, ante todo, mucha presión, casi angustia, interior”, recuerda Perlas de aquellos inicios.

Albert tenía, ante todo, mucha presión, casi angustia, interior”

José PerlasEntrenador de Albert Costa

Y esa presión interior de la que habla Perlas, tenía muchísimo que ver con Roland Garros. “Cuando perdió en 1995 en los cuartos de final de París ante Muster, en un partido que tenía en ventaja, Albert se obsesionó. Muchos le veían como un futuro ganador de Roland Garros, pero esa tensión de favorito era su principal obstáculo a partir de entonces. Me dijo que su objetivo era mejorar para jugar bien en pista rápida. Le dije que cambiar cosas de su concepción del tenis sobre tierra, podían quitarle algo de esas sensaciones, pero él asumió el reto y se puso a trabajar”.

Pero más allá de la mejora en el cierre de jugadas, en la eficacia de su servicio, otro aspecto que afectaba, y que en aquellos años sólo sucedía en España, era la brutal competencia entre amigos en su propio país. Albert Costa debía batallar contra Carlos Moyá, Alex Corretja y Juan Carlos Ferrero para no quedarse en algo así como el ‘cuarto hombre’. En cualquier otro país, Albert habría sido líder indiscutible, y más sobre la tierra batida.

Albert Costa, en 2002 en Roland Garros

Pedro Hernández

Antes de aquel Roland Garros de 2002, Costa había ganado 11 títulos sobre tierra, el principal en Hamburgo en 1998 ante Alex Corretja que abandonó lesionado durante el partido decisivo, y disputado otras ocho finales sobre la superficie roja. Era uno de esos tenistas ante los que su rival fruncía el ceño cuando veía que el sorteo les emparejaba. No era sencillo ganar a Albert, y, si lo hacías, normalmente dejabas muchas energías en el camino.

Desde el punto de vista emocional, cuando llegó a París, los medios de comunicación estaban muy volcados en la candidatura de Ferrero. “Nos vino bien que se hablara poco de Albert durante la primera semana”, reconoce Perlas. Costa, cabeza de serie número 20, debutó ante un jovencísimo Richard Gasquet, al que le federación francesa le había otorgado una de las plazas de wild-card, que ganó el primer set por 6-3, pero que fue incapaz de seguir el ritmo del español que venció los tres siguientes por 6-0, 6-4 y 6-3. La Armada colocó ese año a 12 tenistas en la segunda ronda.

Nos vino bien que se hablara poco de Albert durante la primera semana”

José PerlasEntrenador de Albert Costa

Tras Gasquet, cayeron dos rivales peligrosos. Costa se impuso en segunda ronda al ruso Nikolay Davydenko, y después hizo lo propio en tercera con el italiano Andrea Gaudenzi, actual presidente de la ATP. No cedió un set en esos dos partidos que certificaron su pase a los octavos de final. Allí aguardaba un jugador que forjó su enorme leyenda en Roland Garros, el brasileño Gustavo Kuerten, el defensor del título y campeón en Paris en 1997, 2000 y 2001. Albert, que sólo había ganado hasta la fecha uno de los siete partidos disputados ante Kuerten liquidó esa cita con una victoria sin paliativos ante el brasileño ,también en tres sets.

Quedaba la recta final, con esa barrera mental de los cuartos de final en la que su rival era el argentino Guillermo Cañas, y en la que Perlas pidió a los medios de comunicación españoles que, en la medida de lo posible, dejaran tranquilo a Albert. De hecho, hasta la recta final, fue un Roland Garros tranquilo para la prensa, ya que el torneo coincidía con la disputa del Mundial de fútbol y, ante la buena marcha de la selección española, los otros deportes quedaban en segundo plano.

Preparando el partido en el vestuario, Perlas le dijo que estuviera tranquilo, que si el partido se complicaba, tenía la ventaja de que Cañas había gastado muchas energías en sus partidos anteriores, y que él estaría más fresco. Y con dos sets a uno para el argentino, ese mayor fuelle físico de Costa acabó dictando sentencia. “No fue el momento de mayor tensión del torneo, porque Albert sólo pisar Roland Garros estaba en tensión permanente, pero fue una buena victoria”, explica Perlas.

Superado el muro, quedaba todavía la parte mental más complicada, por cuanto sus adversarios en la carrera hacia la gloria eran compañeros. Su rival en semifinales fue Álex Corretja, finalista el año anterior del torneo ante Kuerten, padrino de las hijas de Albert, y su mejor amigo. En definitiva, un montón de emociones juntas, que Albert supo controlar ganando en cuatros sets.

“Ha sido una sensación extraña jugar un partido tan importante para los dos. Ha sido importante estar tranquilo. Estoy seguro de que es el mejor momento tenístico de mi carrera, pero aún no he ganado el torneo”, dijo Albert tras sellar su pase a la final. Una final, en la que pese a un parón por la lluvia, Albert Costa cerró su sueño de ganar en París.