Ver lejos, hablar claro, actuar con firmeza
Pierre de Coubertin
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¡Demonios!
Se ha puesto a llover en el Peloponeso, llueve en todo el Mediterráneo (qué manera de llover en estas semanas), y la organización del acto tiene que revisar la estrategia: hay que tender un entoldado en el interior de una pista de atletismo.
Dimitris Tiliakos entona el himno griego, lo entona maravillosamente, barítono como es, y su voz aspira a silenciar el chirimiri que se proyecta sobre este pabellón improvisado en la antigua Olimpia, Patrimonio Histórico de la Unesco, allí donde comenzó la aventura de la familia olímpica (me remonto a antes de Cristo).
Los cipreses montan guardia bajo la lluvia y en el entoldado, centenares de almas contemplan a Tiliakos.
Le contemplan las cabezas pensantes del olimpismo: los empresarios, líderes deportivos, campeones olímpicos, presidentes o príncipes herederos, fabuloso abanico de altas personalidades reunidas en el lugar.
(Me refiero a personalidades como Alberto de Mónaco o Ban Ki-Moon; dos horas antes, el ex secretario general de la ONU y su esposa, Yoo-soon Taek, volaban a mi lado en el Fokker que había despegado en Tesalónica para aterrizar en Kalamata).

Thomas Bach, presidente saliente del COI, y Konstantinos Tasoulas, presidente de Grecia, este martes en Olimpia
Aquí mismo, este jueves, se vota.
Se está escogiendo a la personalidad deportiva más importante del mundo.
Siete aspirantes
Samaranch se postula frente a otros seis aspirantes por el cargo deportivo más importante del mundo
Thomas Bach (72), campeón olímpico de esgrima en Montreal 1976 y presidente del olimpismo en los últimos doce años, se echa a un lado y siete candidatos aspiran a sucederle. Se trata de sir Sebastian Coe, Kirsty Coventry, David Lappartient, Johan Eliasch, Morinari Watanabe, el príncipe Feisal Al-Hussein y Juan Antonio Samaranch Salisachs.
(...)
En el entoldado, Samaranch Salisachs (65) está sentado tres plazas a la izquierda de Bach, su cargo obliga.
No solo es el hijo de Juan Antonio Samaranch, presidente del olimpismo entre 1980 y el 2001, también es el vicepresidente del olimpismo desde hace nueve años y ha ocupado un papel fundamental para el olimpismo en los últimos tiempos, tiempos condicionados por la pandemia (Tokio 2020 se celebró en el 2021, cómo olvidarlo), y por el debate sobre el futuro de Rusia y Bielorrusia, el tratamiento a las deportistas transgénero, la gestión del dopaje o el cambio climático (asunto especialmente oportuno, ahora que tanto llueve en el Mediterráneo).

Juan Antonio Samaranch, este martes en Olimpia
Algunos miembros del olimpismo se han protegido las piernas con una manta, hace un frío considerable, quién lo hubiera dicho cuando estamos en el Peloponeso y en vísperas de la primavera, y mientras decenas de bailarines danzan el sirtaki de Zorba, el griego (sirtaki de ritmo progresivo, inconfundible y universal), los pensamientos me estimulan a bucear.
Buceo en Google.
Aquí, en este entorno rural, hoy idílicamente turístico, nació el olimpismo.
–Tenemos mucho que agradecerle a Grecia –nos dice Bach–: aquí nacieron la democracia y el olimpismo, dos elementos clave en nuestra civilización.
La antigua Olimpia
Aquí mismo, en el año 776 AC, atletas griegos se citaban por ver quién corría más deprisa y luchaba mejor
Ocurrió en el año 776 AC (ni los más mayores del lugar lo han vivido...), cuánto ha llovido desde entonces, nunca mejor dicho. Miles de años atrás, atletas griegos de varios estados (varones todos ellos) se citaban en Olimpia, se citaban cada cuatro años por ver quién corría más deprisa, quién lanzaba más lejos o quién peleaba mejor. Una corona de laurel premiaba a los campeones, cómo han cambiado los tiempos, y varios siglos más tarde la aventura olímpica iba a difuminarse y solo se retomaría ya a finales del siglo XIX, cuando el veinteañero Pierre de Coubertin, para muchos un visionario, se arremangaba y hacía revivir el proyecto (1894).
Thomas Bach se lo aplaude.
–Fíjense –le dice al centenar largo de miembros del COI, se lo dice al mundo en general–: 29 años tenía entonces Pierre de Coubertin. Y aun siendo tan joven, ya se estaba comprometiendo a hacer del mundo un lugar mejor a través del deporte. Y lo hizo en tiempos de nacionalismos y militarismos, usando el deporte como herramienta para promover la paz en el mundo.
Sigue lloviendo en el Peloponeso mientras cierro esta crónica y Bach se autobendice.
Nos dice que el olimpismo vive tiempos magníficos (“podemos sentir nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro alineados”), y que ese es el legado que entrega a su heredero.