Rugby entre rejas: “Te olvidas de los muros”

Deportes | El reportaje

El equipo de la cárcel aragonesa de Zuera marca un hito al ser el primero de rugby en competir en una liga federada española

Reportaje al equipo de rugby de la carcel de Zuera en Zaragoza

EntrenoTres internos de la cárcel de Zuera practican la recepción del balón en un saque de banda sobre el césped que ellos mismos colocaron

Toni Galan

La filosofía que subyace tras el rugby penitenciario es clara. “Que salgan mejor de lo que han entrado. Si es bueno para ellos, lo será para todos”, resumen los impulsores del proyecto en la cárcel zaragozana de Zuera. Les reporta bienestar físico, sí, pero también herramientas para su reinserción y cierto desahogo mental. “Por un rato te olvidas de los muros”, confirma Víctor Enciso, expresidiario que ha seguido jugando ya de vuelta a la calle. Ahora, este conjunto carcelario ha hecho historia al convertirse en el primero de España que compite en una liga federada, la 1.ª Regional aragonesa. Un hito que presos y voluntarios afrontan con ilusión más allá de los resultados.

“Cuando me dijeron que entrábamos en la liga, aluciné”, asegura entusiasta D., español de 27 años. De barba poblada y con el rostro tatuado, comenzó a practicar rugby tras su ingreso en prisión hace dos años. A la diversión del juego le suma valores como el respeto al rival y el trabajo en equipo. Ofició como capitán en el estreno liguero, donde acabó lesionado de la espalda. “Nos dieron una buena paliza (12-37 en contra), pero disfrutamos mucho”, añade.

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Adolfo Escolá y otros colaboradores del club Fénix dan instrucciones durante el entrenamiento a los reclusos 

Toni Galan / Colaboradores

Tras él, una treintena de presos, incluidas dos de las diez mujeres del equipo femenino creado este año, participan en el entrenamiento semanal. Lo hacen bajo la batuta de Adolfo Escolá y Javier Abadía, materia gris tras esta iniciativa, y otros tres voluntarios del Fénix Club de Rugby, entidad que pone el material y las ganas. El campo, de césped artificial donado desde Valencia que los propios reos instalaron, se abre entre varios módulos carcelarios y grandes muros de hormigón gris coronados con concertinas. “La amabilidad acerca a las personas”, se lee en otro paredón cercano, este en tonos azulados, justo al lado de la enorme torre de vigilancia.

Divididos por categorías –iniciación y avanzado-, los participantes practican saques de banda y placajes contra escudos acolchados. También ensayan jugadas que ejecutar durante el partidillo final. Hay gritos, instrucciones, choques de mano y risas, que se entremezclan con las voces metálicas que brotan de los walkies de los vigilantes.

Otro de los más implicados es un colombiano de 34 años al que apodan Camilo por su parecido con su compatriota cantante, bigote rizado incluido. “Me gusta porque sales al campo, te despejas y desconectas”, asegura mientras se seca el sudor con el peto. Lo mejor, dice, es el ambiente “superbacano” que hay y la actitud comprometida de los entrenadores. “Te trata como una persona más allá de lo que hayas hecho”, dice.

“Respeto, disciplina y trabajo en equipo” rigen en una actividad que les aporta valores para su reinserción

Ese factor humano es clave en este proyecto. Lo sabe bien Escolá, enamorado de este deporte desde que empezó a practicarlo a los 17 años. Ya como coordinador del Fénix, volcó esa pasión en la promoción del rugby inclusivo en centros de educación especial, de menores o en la cárcel, donde entraron en el 2018 de la mano de un cura del barrio. Bajo los principios de “respeto, disciplina y trabajo en equipo”, la actividad está abierta a todos los reclusos menos los de primer grado, minoría entre los más de 1.000 presos que acoge el centro. Pese a ser un deporte muy físico, asegura que estos años no se han registrado incidentes violentos, algo que confirman los trabajadores del centro. “El rugby no es un deporte de contacto, sino de evasión en el que hay contacto. Y eso de la evasión aquí encaja mucho”, bromea.

La experiencia de Zuera hunde sus raíces a miles de kilómetros. En Venezuela, el presidente de la marca ron Santa Teresa, Alberto Vollmer, puso en marcha el proyecto Alcatraz en el 2003 tras un asalto a una hacienda de su empresa. Con su triple R por bandera –ron, rugby y reinserción-, usan los valores de un deporte “de bárbaros jugado por caballeros”, según decía Winston Churchill, para formar a personas desfavorecidas en entornos conflictivos y en 36 cárceles del país. Algo similar pasó en Argentina, donde el abogado y exjugador Eduardo Coco Oderigo apostó en el 2009 por introducir el rugby en la unidad 48 de Buenos Aires para brindarles una herramienta para su inserción. El resultado fue el equipo Espartanos, un modelo imitado en otras cárceles sobre el que se acaba de estrenar una serie en Disney+.

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Los jugadores practican los placajes contra un escudo acolchado 

Toni Galan / Colaboradores

En España, estos proyectos han tenido su réplica en cárceles como la madrileña Alcalá Meco (proyecto Alcatraz) o la cántabra de El Dueso (Espartanos). Junto a ellas, las de Zuera, Estremera (Madrid) y Villanubla (Valladolid) participaron en el I Torneo Nacional de Rugby Penitenciario que se celebró en junio del 2024 en Madrid. “Fue muy bonito, y encima acabamos invictos”, recuerda D., uno de los siete internos de Zuera que lograron permiso para jugar.

Otro de los que acudieron a Madrid invitado fue Walid Nachat, una de esas historias de segundas oportunidades aprovechadas. Marroquí de nacimiento, a los 9 años se instaló en Aínsa (Huesca) con su familia. A una serie de “errores” previos, como conducir sin carnet, se le sumó una condena por una pelea, y acabó entre rejas tres años y medio. En el rugby encontró una “vía de escape” que le ayudó a lidiar con los problemas de dentro, “que son muchos”. Tanto le gustó que siguió jugando con el equipo zaragozano del Fénix una vez fuera.

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El rugby de las pocas actividades que los reos pueden practicar al aire libre en prisión 

Toni Galan / Colaboradores

Después de unos meses complicados –“me costó reinsertarme”, reconoce–, regresó a Aínsa hace tres años por un trabajo de mantenimiento de carreteras en el que todavía sigue. No puede jugar a rugby porque es un pueblo pequeño y sin equipos cerca, pero se declara feliz junto a su mujer y su hija, y la invitación a Madrid le permitió matar el gusanillo. “La cárcel fue una mala experiencia, pero me sirvió de aprendizaje”, resume.

Tras el I Torneo de Rugby Penitenciario del 2024 más cárceles lo han incluido entre sus actividades

En mayo, si nada se tuerce, está previsto que se celebre un nuevo torneo de rugby penitenciario. Escolá cuenta que, tras la primera edición, otras cárceles del país han incorporado este deporte a sus programas. “Está funcionando muy bien”, afirma. Hasta que ese momento llegue, en Zuera seguirán bregándose cada dos fines de semana en la liga regional –solo pueden jugar como locales– mientras negocian con los funcionarios el poder celebrar el sacrosanto tercer tiempo tras los encuentros. “Aunque sea una Coca-Cola rápida antes de que vayan a comer. El ambiente que se forma con los rivales es muy majo, ojalá nos dejen hacerlo”.

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