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Quien tiene una liebre tiene un tesoro

Dorsal 2.928

Veo la pancarta del kilómetro 39. Prácticamente solo queda remontar el Paral·lel y encarar la recta final. Voy sufriendo desde el 32 con diversos amagos de calambre. Es mi cuarto maratón y en todos el gemelo izquierdo se manifiesta. Pero nunca me había parado. Hasta ese instante. El dolor es insoportable. Me apoyo en una farola durante 45 segundos, estiro y sigo. Funciona. Atenta a todo lo que hago está Miriam López. ¿Que quién es Miriam? Mi compañera de entrenamientos en el Fondiesteam. Cada martes y muchos sábados a primera hora es la que me aprieta, me exige y me hace mejorar porque es más buena que yo. Se ofreció a hacerme de liebre entre el kilómetro 26 y el final y sin ella no habría podido superar el muro del maratón. Rendirse está prohibido. “Venga JB, tienes que acabar que si no el míster Adolf me dirá que no he hecho bien de liebre”. Me pongo en marcha de nuevo y, dentro de que ya voy muy tocado, consigo terminar dignamente y muy feliz.

Salida del maratón de Barcelona

Xavi Cervera

En el km 35 te dices que no vas a volver a un maratón, pero cuando llegas ya estás esperando el próximo

Como el año pasado quiero mejorar. Ahora el objetivo es bajar de las tres horas y media. Como siempre arranco a demasiado buen ritmo. Ramón es la voz de mi conciencia y no para de decirme que afloje, que hay que regular, que luego puedo explotar. A su lado van muy frescos Yolanda y Alfred mientras Francesc, un titán, resiste como puede. Yolanda y Alfred aguantarán esa velocidad hasta el final. Yo no lo haré. En el 24 me descuelgo y paso de ir a 4m35s el kilómetro a marchar a 4m45s. Pero sólo voy sin compañía unos minutos porque llega Miriam. Correr en equipo es un disfrute. Me alcanza el agua, los geles, la bebida isotónica. Yo le voy diciendo los ritmos que necesito y cumple como un reloj. En 2022 conseguí ir relativamente bien hasta el 30. En esta ocasión hasta el 32. La temperatura aprieta. El día es maravilloso… sobre todo para el público. Cuando atraviesas el Arc del Triomf y giras a la izquierda el pasillo se hace muy estrecho. Cientos de personas se agolpan para jalear al reguero de corredores. Te sientes dentro de una etapa de montaña del Tour de Francia. El subidón es inevitable pero solo atiendo a lo que me dice mi liebre y al gemelo. Tengo margen para bajar mi registro pero ya no es lo más importante. Lo imprescindible es terminar.

Cuando alcanzas la plaza Espanya quedan unos 200 metros. Ya lo tienes a mano. Y entonces da igual todo. Aceleras y atraviesas la meta. En el 35 te dices que no vas a volver a un maratón. En la llegada ya estás esperando el siguiente. Y, sí, hice marca personal. 3h27m. Pero lo mejor es la experiencia.