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Isidre Esteve, el saltador de obstáculos

Las caras del Dakar (1)

Ante su 18.º Dakar con su mejor proyecto deportivo, el piloto de Oliana cautiva por su capacidad de superación

Isidre Esteve, cerca de su casa en Oliana, afronta su 18.º Dakar con optimismo 

Àlex Garcia

-Passeu, passeu!

Una sonrisa de oreja a oreja y la ilusión en los ojos de Isidre Esteve (Oliana, 1972) iluminan el camino a las visitas. El piloto está como un niño el día de Reyes con su nuevo juguete, un Toyota Hilux T1+, un pata negra del Dakar, que debería facilitarle el trabajo esta próxima edición. “Si no llegamos a cambiar de coche, difícilmente podríamos estar entre los 50 primeros. Ahora no tenemos motivo para quejarnos al acabar la etapa”, comenta un Esteve que llega a la mayoría de edad de participaciones (18).

Nuevo proyecto

Esteve afronta su octavo Dakar en coche con la mejor herramienta: un Toyota Hilux T1+, pata negra del rally, para aspirar a estar entre los grandes

Dar el salto de calidad con este T1+, “de las mismas características técnicas que los Toyota Gazoo y los Audi”, hace presentir a Isidre codeándose con Al Attiyah o Carlos Sainz. Aunque, realista, sabe que su sitio en la carrera no está en el podio, ni en el top 15 . “Aunque los imposibles no existen, acabar en el podio del Dakar es muy improbable. Tocamos con los pies en el suelo. Ni se me ha pasado por la cabeza”, explica con sensatez.

Su reto realista es “mejorar el 21.º del 2018 y 2019”, sus mejores resultados. “Ahora hay 10-12 pilotos muy rápidos, con mucha experiencia, en equipos oficiales o semioficiales, a los que no te puedes acercar si no fallan. Y luego hay un segundo grupo competitivo, del 12.º al 25.º, que es donde me gustaría estar”, dice el de Oliana, que firmaría “acabar una etapa en el top 10. Pero sería algo anormal; no es nuestro puesto natural”.

El suyo es, invariablemente, una plaza fija en el rally más duro, que conoció por primera vez en 1998 en moto. Con su KTM compitió en 10 ediciones, como mochilero de Roma o como íntimo rival de Coma y Despres. Ni el accidente en la Baja Almanzora en el 2007 lo frenó. Una lesión medular –rotura de las vértebras T7 y T8– lo dejó en silla de ruedas, pero Esteve se empecinó en recuperar su vida de competición y volver al Dakar en coche adaptado, como hizo en el 2009. Se prometió regresar en mejores condiciones, con el cojín inteligente para evitar las llagas, y desde el 2017 no falta a la cita, cada año con mejor coche.

“No sé si volveré a caminar. No me fascina dar 40 pasos con un caminador, sino volver a controlar mi cuerpo”

¿Cómo lo hace, sin estar entre los favoritos a la victoria?

Ahí reside una de las cualidades de Isidre Esteve: su carisma, su encanto, su capacidad de convencer a los patrocinadores, construida en la perseverancia, la dedicación y la capacidad de superación, “de afrontar los obstáculos de la vida”, como él dice. “Es una cuestión de constancia; soy muy tozudo”, adorna con sonrisa de seductor, que une a su facilidad comunicativa. “No digo nunca que puedo hacer algo que crea que no puedo hacer”. Por eso –confiesa– “mi gran objetivo, más que un gran resultado deportivo, es que los patrocinadores estén contentos de haberme apoyado, que me expresen su orgulloso por el proyecto”.

Esteve lo admite: que lo apoyen grandes compañías como Repsol, KH-7 o MSG “no es por mi potencial deportivo. Si tengo algún valor es que todo lo hago con la misma profesionalidad que antes [del accidente]. Lo ponemos todo. Cuando encallamos en la arena perdemos una hora porque solo Txema [su copiloto] baja con la pala, pero nunca será una excusa. Yo quiero ser competitivo con estas condiciones. Lo que la gente que nos apoya es esta normalidad con la que afrontamos las cosas”.

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Una normalidad y un realismo, tras 15 años de vida en silla de ruedas, que Esteve no se permite alterar con fantasías. Ni tan siquiera cuando la ciencia está acercando el día que los lesionados medulares puedan volver a andar, como ha empezado a lograr la Escuela Politécnica de Lausana (Suiza).

“Desde el accidente tuve claro que las personas con estas lesiones volveríamos a caminar; la incógnita es cuánto tardaremos”, medita Esteve. “Pero estoy muy bien haciendo lo que hago y no pienso en ingresar en un programa para que me instalen un electroestimulador y camine de aquí a cuatro años. No me quita el sueño. Cuando haya un programa muy probado, será un placer”.

Llegados a este punto, Esteve reflexiona a pecho descubierto:

–No sé si volveré a caminar, ni me imagino haciéndolo. Estoy muy satisfecho de mi día a día. No me levanto pensando: “Qué putada ir en silla de ruedas, a ver qué día dejo de ir”. Para mí, la silla es lo menos importante respecto al resto de cosas: estar ante la estufa quemándote y no darte cuenta, o que te toque tu pareja y no lo notes es peor que no volver a caminar. No me fascina dar 40 pasos con un caminador, sino recuperar la sensibilidad y el control de mi cuerpo, recuperar mis funciones más básicas. Si entro en un programa no será para volver a caminar, sino para tener mejor calidad de vida.