Inglaterra quiere demostrar en el torneo de las Seis Naciones que comienza este sábado que no es la selección cortocircuitada que fue apabullada físicamente por los Springboks en la final del Mundial de Japón, sino la que machacó a Australia e hizo irreconocibles a los All Blacks. Que es en realidad el mejor equipo del mundo, y por lo tanto también de Europa.
Sólo Eddie Jones en el banquillo inglés y Gregor Townsend en el escocés permanecen respecto al campeonato del año pasado. Si el cuadro de la rosa está o no a la altura de las expectativas que se ha autoimpuesto se verá ya mañana en la primera jornada en el Stade de France, la salida más complicada de los ingleses (las otras dos son Edimburgo y Roma) ante un conjunto galo renovado por Fabien Galthié, que en Japón hizo un papel digno pero no espectacular, y cuyas últimas campañas en el Seis Naciones han sido decepcionantes. Es de esperar renovada energía, fuerza y velocidad, pero quizás la cita con los chicos del Brexit le llegue a Francia demasiado pronto.
El calendario del torneo es por necesidad desequilibrado al haber seis equipos y jugarse a una sola vuelta, repitiéndose cada dos años (excepto el orden de los partidos). En los pares, como el actual, a Inglaterra le tocan en casa Irlanda y el País de Gales, que en este momento son sus rivales duros, y por tanto recibirlos en Twickenham juega claramente a su favor. El futuro a largo plazo de Eddie Jones es una cuestión abierta, pero la conquista este año del campeonato contribuiría a su continuidad, y tal vez incluso sea un requisito previo.
La revancha
Andy Farrell, exentrenador inglés que ahora dirige a Irlanda, sueña con ganar en el mítico Twickenham
El principal problema de Inglaterra podría ser la armonía interna y el espíritu de equipo tras la decisión de descontar setenta puntos y en la práctica enviar a segunda división a los Saracens, que en los últimos años han dominado tanto internamente como en Europa, debido a la violación de las normas sobre el tope salarial, lo cual le permitió desarrollar una escuadra fortísima. En la selección figuran los sarries Jamie George, Ben Earl, Maro Itoje (una de las grandes estrellas del Mundial), George Kruis (también muy destacado en Japón), Elliot Daly, el flyhalf Owen Farrell y Mako Vunipola, que constituyen su columna vertebral. Está por ver su estado anímico ante la perspectiva de jugar el año que viene en la categoría inferior o de cambiar de equipo, y cómo serán recibidos por compañeros que les critican haber abusado del sistema y jugado con ventaja.
El País de Gales podría reclamar el derecho a ser considerado el favorito del Seis Naciones, de no ser porque su actuación en Japón no estuvo a la altura de lo esperado a pesar de obtener el cuarto puesto, y porque su muy reconocido entrenador neozelandés, Warren Gatland, ha dicho adiós después de una larga andadura de doce años en Cardiff, siendo sustituido por su compatriota Wayne Pivac, buen conocedor de los jugadores del país por su papel con los Scarlets, pero que necesitará probablemente un periodo de adaptación.
Escocia e Italia no acaban de levantar cabeza, y no se espera de sus selecciones maravillas, sino en todo caso una sorpresa ocasional. Los escoceses tuvieron la mala suerte de caer en Japón en el grupo de la muerte, perdiendo ante Irlanda y los sorprendentes anfitriones, con lo cual no pasaron de la fase inicial después de haber sido semifinalistas en Twickenham en el 2015, víctimas en el último momento de una decisión dudosa no sometida a consideración del videoarbitraje. Los preparativos para el Seis Naciones no han sido por otra parte ideales, con la caída del equipo de Finn Russell, crítico con la táctica utilizada por Gregor Townsend en el Mundial, y que ha sido pillado bebiendo demasiado y demasiado tarde.
En Murrayfield suelen ser bastante rocosos, y nada les gustaría tanto como derrotar a Inglaterra, pero fuera de casa tienen un récord patético de siete victorias en veinte años. En Dublín, su primera cita, sólo han triunfado una vez en toda la historia del torneo. A Italia le han gustado tradicionalmente los entrenadores de influencia francesa, pero su nuevo técnico es el sudafricano Franco Smith, que terminó su carrera en el Treviso y sustituye a Connor O’Shea en el año de la despedida del legendario Sergio Parise, con la tarea poco envidiable de dar credibilidad a los azzurri , que desde el año 2000 sólo suman unos 20 éxitos.
El peligro
El durísimo castigo a los Saracens por violar el tope salarial puede afectar a la moral de la selección inglesa
En la selección irlandesa, el inglés Andy Farrell ha tomado el relevo de Joe Schmidt, que ponía énfasis en la posesión y corría pocos riesgos. Su misión es demostrar que el número uno en el ranking mundial que llegó a tener la selección el año pasado no fue por casualidad.