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Shiffrin, coleccionista de Globos de Cristal

Copa del Mundo de Esquí

La estadounidense, heredera de la legendaria Lindsey Vonn, se apropia del título del SuperG en Grandvalira

Mikaela Shiffrin posa con el Globo de Cristal del SuperG, en Grandvalira

Alain Grosclaude/agence Zoom / Getty

Como un rey, Jeff Shiffrin entra en la sala de prensa de Grandvalira. Busca algo, o a alguien. Localiza a un periodista. Le saluda amablemente, le pasa el brazo por el hombro y se lo lleva. No sabemos de qué van a hablar ahora. El resto permanecemos en la sala, conversando sobre lo mismo, sobre la hija de Jeff Shiffrin: Mikaela Shiffrin (23).

Tan joven, y Mikaela Shiffrin ya es leyenda.

Ha terminado cuarta en el SuperG de Grandvalira, tras Viktoria Regensburg, Tamara Tippler y Federica Brignone, suficiente como para apropiarse del Globo de Cristal de la modalidad, el primero que logra en las pruebas de velocidad. Al fin y al cabo, es una esquiadora técnica, algo que nos ha quedado claro: en este curso también ha ganado el Globo de Cristal del Slalom. Tiene todos los números para llevarse el del Gigante, el domingo. Y por tercer año consecutivo, se ha adueñado de la General. Va camino de sumar cuatro Globos de Cristal en una temporada, algo que, entre las mujeres, solo ha hecho Lindsey Vonn (2010 y 2012).

Dato adjunto: entre los hombres, Pirmin Zurbriggen acaparó cinco títulos en 1987.

El futuro

Los analistas consideran a Shiffrin como la nueva Lindsey Vonn

Las crónicas establecen comparaciones. Dicen que Shiffrin es la nueva Lindsey Vonn, la leyenda que había dejado las competiciones hace dos meses, tras los Mundiales de Are (Suecia), harta de sus recurrentes lesiones de rodilla. Shiffrin desconfía. Insiste en que su carrera está en construcción. Se la está diseñando ella misma, pero también sus padres, Jeff, que es anestesista, y Eileen, una enfermera que dejó el trabajo para entrenar a su hija.

–Soy entrenadora sin sueldo –dice Eileen, que también está en Andorra, como Jeff Shiffrin.

Si mi madre me habla como entrenadora y yo la escucho como hija, no nos entendemos”

Mikaela ShiffrinEsquiadora

–No crea, la relación con mi madre es complicada –dice Mikaela Shiffrin–: es mi madre, pero también mi entrenadora. Si me está hablando como mi entrenadora y yo la estoy escuchando como su hija, no logramos entendernos. Esas conversaciones pueden ser terribles. El hecho de que sea dura conmigo, que es lo que le pido para convertirme en la mejor esquiadora, no significa que no me quiera. Ella es mi madre.

–¿Y su padre? –se le pregunta.

–Cuando yo tenía dos años, ya nos tenía a mí y a mi hermano esquiando por el salón de casa sobre aquellos esquís de plástico, de Mickey Mouse.

Meses más tarde, los pequeños ya iban tras los padres, montaña abajo.

–Yo les decía: ‘Sígueme a mí o sigue a tu madre’ –cuenta Jeff Shiffrin.

Mikaela Shiffrin, durante el SuperG, en Grandvalira

Alexis Boichard/agence Zoom / Getty

Cuando interpretaron que los chicos eran realmente buenos, los dejaron volar. Les buscaron un monitor en Vail (Colorado) y apostaron por ellos. Mikaela se empleó a fondo. Su hermano mayor, Taylor, se licenció hace poco de un MBA... Mikaela le felicitaba en las redes sociales.

A los cinco años, los monitores de Mikaela Shiffrin se declaraban confundidos. No sabían en qué nivel colocar a la niña. Estaba demasiado avanzada para su edad. Enseguida, su carrera echaría a volar.

El tiempo les dio la razón a todos. Los expertos insisten en que los números de Shiffrin se van a multiplicar en los próximos años. A sus 23 años ya suma 58 victorias de la Copa del Mundo. La preceden Vonn (82) y Anne Maria Moser-Pröll (62). Las estadísticas juegan del lado de Shiffrin: como acaparadora de títulos, ha sido mucho más precoz que Vonn y Moser-Pröll. El futuro es suyo.

Y la gente de la Federación Internacional de Ski (FIS) se frota las manos. Una de sus esquiadoras ocupa portadas en el Sports Illustrated. Hay quien la coloca a la altura de Tiger Woods. O a la de Phelps. O a la de Michael Jordan.