La guardia final
Hockey | Tokio 2020
El portero Quico Cortés, el hombre récord de la selección española, se retirará cuando finalicen sus cuartos Juegos y no quiere marcharse de vacío
De cara señores, de cara, estamos, estamos”. Cae el sol a plomo sobre el coqueto estadio sur del complejo olímpico de hockey y una voz potente surge desde la portería de la selección española. Con toda la equipación que lleva encima, debe sudar de lo lindo. Pero no piensa en eso. Ordena, se remueve, gesticula. “Vamos, vamos”, repite. No es un cualquiera el que trata de espolear a sus compañeros en su debut olímpico contra Argentina (1-1). Se trata de Quico Cortés, el hombre récord del hockey español. Contra la albiceleste en el estreno en los Juegos sumó 318 partidos como internacional, menos que un Manel Estiarte (580) o un Rafa Pascual (500), pero más que un Juan Carlos Navarro (253) por poner tres ejemplos de figuras indiscutibles de otros deportes.
A sus 38 años, Cortés vive su cuarta cita olímpica con intensidad. En unos días colgará el stick y los guantes pero no quiere marcharse de vacío. Por eso le dio tanta rabia cuando se vio superado en un remate en parábola de Mazzili, gol que obligó a España a ir a remolque casi todo el encuentro, hasta que empató Pau Quemada para poner algo de justicia en el marcador, pues los red sticks siempre propusieron más. No hay respiro y hoy la selección española se enfrenta a Nueva Zelanda (13.45 h). El primer objetivo es estar en los cruces de cuartos.
“Ahora no es importante si he jugado el 316, el 317 o el 318, lo importante es que llegue al 325 porque significará que hemos pisado las semifinales y que jugaremos la final o por el bronce”, sostiene mientras pasea por la zona mixta. Sería una despedida fantástica para una trayectoria de 18 años con la selección. Del debut en enero del 2003 contra Sudáfrica al 2021 el portero del Club Egara es uno de los tres supervivientes de la plata conquistada en Pekín 2008.
“Lo importante es que llegue a los 325 partidos, estaríamos en semifinales”, dice tras el 1-1 ante Argentina
Los otros dos son David Alegre y Roc Oliva. Cortés ve al equipo preparado para buenas cotas, pero piensa que necesita mejorar. “Entrenamos a muy buen nivel pero durante los partidos tenemos algunos altibajos. Eso hay que rectificarlo en el torneo”, concede.
Como ocurrió con el jugador de balonmano Raúl Entrerríos, la irrupción de la pandemia y el aplazamiento de los Juegos le pusieron en el brete de tener que decidir si se retiraba tal y como tenía ya previsto o continuaba otro año. Optó por lo segundo. “Hablé cinco minutos con mi pareja y decidimos seguir hasta aquí”.
Descarta eso sí alargar más su carrera y antes del torneo se permitió bromear sobre que sólo se lo pensaría si las medallas las pagaran mejor.
“De cara, de cara, estamos señores”, vocifera el portero a sus compañeros bajo un sol de justicia
Forjado en la inagotable cantera de Terrassa, Cortés creció como infantil viendo trabajar a los jugadores que se proclamaron subcampeones olímpicos en Atlanta 1996. Convivían con ellos en el Egara, los tocaban y hacían volar la imaginación. Estar en unos Juegos se tornaba palpable y posible.
El espejo de Cortés fue, cómo no, el portero de la selección española de entonces, Ramon Jufresa. “Me fijaba en la manera que tenía de ordenar a la defensa, en cómo se comunicaba con el equipo”, afirmó Cortés en una entrevista para la página web de los Juegos Olímpicos. Él tomó el relevo y ha llegado hasta Tokio. Es la última misión de un guardián récord.