Lluc Crusellas (Santa Eulàlia de Riuprimer, 1996) ya sabe qué es ser campeón del mundo. El pasado octubre ganó el World Chocolate Masters, en París, después de dos años de preparación y con una veintena de personas a su cargo. Su pasión por el ciclismo (por primera vez participará en la Titan Desert, en 2023) influyó en su manera de trabajar: se toma la pastelería como un deporte de alta competición.
¿Es futbolero?
No demasiado. Soy culé porque en casa lo he mamado. Ahora vuelvo a seguir el fútbol algo más porque trabaja conmigo el padre de Ferran Jutglà. Es un pastelero que aporta serenidad en un grupo joven. Es muy positivo para el equipo.
Habla como seleccionador.
Cuando hay que elegir a alguien nuevo la decisión recae sobre mí. Mi entrenador personal me dijo que actuara como un entrenador de fútbol y me rodeara de los mejores. Así lo hice. También cuido mi cuerpo y mente.
¿Como un deportista de élite?
Gestioné la presión previa a la competición con un nutricionista y un psicólogo. Trabajé mucho durante meses y dormí poco. A nivel físico y mental debía estar bien para poder rendir.
Innovó en su sector.
Creo que sí, por eso se ha hecho tanto eco. De pequeño competí en ciclismo y trato de trasladar sus valores en mi día a día. Dos semanas antes de competir me lo tomé con calma para llegar concentrado y darlo todo. No es lo habitual.
¿A qué rival temía?
A los de tradición chocolatera como Bélgica, Francia, Italia, Suiza... y los asiáticos aprietan, como en el Mundial, ¿no?
¿Final dulce o amargo para España?
Creo que será dulce. Lo están haciendo bien aunque se pueda mejorar.