De Rossi y Boca Juniors: la historia detrás de un matrimonio inesperado
Fichaje sorprendente
Quién es, cómo vive en Buenos Aires, cómo siente el italiano que jugó 18 años en la Roma
Hay una parte de la anatomía de Daniele De Rossi que en Italia fue motivo de ensayos académicos, versos literarios, canciones y souvenirs de plástico: la vena de su cuello. Es una vena que en el campo de juego se infla, toma relieve, sobresale, se vuelve 3D. En la victoria o en la derrota. El blanco de los fotógrafos. La tanada sube y la sangre parece concentrarse toda en el pescuezo. Tal vez el canto de “la vena de De Rossi” sea el equivalente metafórico romano del “Huevo, huevo, huevo, Giunta, Giunta, Giunta”.
A diferencia de sus compañeros de la selección italiana campeona del Mundial 2006, Daniele ya no tiene en su poder la medalla de oro que le entregó la FIFA. No se la robaron, no la donó, no la empeñó. La dejó en un ataúd, en Florencia. Fue la última ofrenda con la que despidió a Pietro Lombardi, el histórico utilero “azzurro”, su amigo. Un posible ejemplo de su relación con lo material. Lo que podría explicar por qué desechó cobrar en dólares o yuanes (si aceptaba jugar en Estados Unidos o en China). Y por qué firmar un contrato en el país donde los precios suben por ascensor y los salarios por escalera.
-Cuando veo a algunos jugadores retransmitiendo videos en directo por Instagram dentro del vestuario antes de un partido me gustaría agarrar un bate de béisbol y darles en los dientes.
Esa vieja frase célebre de Daniele lo define como millennial anti millennial. No usa redes sociales. (No públicamente). Candadito, nombre falso y discreción. Una declaración de principios, como la de sus 18 años ininterrumpidos transpirando la camiseta de Roma. Los romanos lo describen como “uomo de la vieja escuela, influencer en la cancha”. No habrá canjes ‘instagrameables’ en parrillas. Ni riesgos de que Gustavo Alfaro pueda retarlo por la selfie inapropiada.
De Rossi, la “erre” suave, de una musicalidad que los argentinos no estamos acostumbrados a pronunciar, vive por estos días en el Faena. Se hospedaba en el Hotel Madero, pero cambió por el terciopelo rojo, los ladrillos de Manchester y la decoración Belle Époque. Huésped silencioso de una de las 83 residencias del complejo, lo acompaña Sarah Felberbaum, su esposa nacida en Londres y criada en Italia, quien documenta el raid en redes sociales desde la llegada en el vuelo AZ 680 de Alitalia, el 25 de julio. También lo escoltan Simone, Emanuele y Luca, tres amigos que volaron para contenerlo en esta aventura sudamericana. Los tres hijos (Gaia, del primer matrimonio, y Olivia y Noah) quedaron en la península. Hasta que en unos días Sarah vuele a Roma y vuelva con ellos.
Antónimo de Daniel Osvaldo, apenas aterrizó, el silencio. Almuerza en Caminito, cena en Palermo, compra en el mercado de San Telmo, ve un show de tango en el Faena, sonríe ante las esculturas de Isidorito y Patoruzito en el Bajo porteño y hace mutis. Perseguirlo es correr detrás de un tipo con posgrado en esquivar a periodistas. Apenas un saludo en el Salón Filiberto de la Bombonera y escapa por las vías linderas, mientras traquetea esa locomotora despintada que bordea la cancha. Lo jugoso es lo que no dice. Tal vez Boca no haya comprado un futuro ídolo, sino un concepto romántico: abandonar Europa, ponerse en modo argento, salir del confort del propio hábitat para mimetizarse con esos desquiciados que le gritan “Questo é Boca”.
DDR –como lo apoda el periodismo en su tierra- prioriza la aventura, el sacudón emocional a los 36. Ya sale a manejar solo, a bordo del DS7 Crossback que le prestó el club, un auto de marca francesa de buen nivel de equipamiento (nació como una línea exclusiva de Citröen pero se independizó). Le gusta perderse por las callecitas porteñas y explorar con GPS. Planea reunirse con Diego Maradona en unos días y presenciar un partido de la Liga barrial de Casa Amarilla. Adora el libro de Andrea Agassi, Open, el mismo en el que se lee: “Abro los ojos y no sé dónde estoy, no sé quién soy. No es algo excepcional. Llevo media vida sin saberlo”. Quizá tampoco sepa él quién es, qué busca, cómo sentirse más vivo. A más de diez mil kilómetros del Coliseo romano, entre choripanes, cantinas y olor a Riachuelo, De Rossi está intentando averiguarlo.
Historia del “Capitán futuro”
Lo calma ver el mar. Cuando está en una encrucijada interna, se para frente a las olas y respira. Su amor por el agua se explica por la zona marítima donde creció, Ostia, sobre el Tirreno. Como un Santa Teresita o San Clemente del Tuyú europeo. Hijo de Alberto De Rossi, entrenador de las inferiores de Roma, Daniele nació el 24 de julio de 1983. Los xeneizes que fueron a la conferencia de presentación recordaban que para esa fecha corrían épocas de camiseta boquense auspiciada por Vinos Maravilla. Faltaba menos de un año para aquella crisis xeneize que puso a Boca al borde de la desaparición. De Rossi ya pidió 100 camisetas para sus amigos. Ésta es la era de las vacas gordas y las disputas entre sponsors. Ya le contaron sobre el “fibronazo” de 1984: ese momento de mishiadura en que Boca llegó a usar camisetas de entrenamiento con el número pintado con marcador.
“Nunca me faltó nada, pero nunca navegamos en oro”, se lo escucha en antiguas entrevistas televisivas. “Mi padre jugaba al fútbol en la Serie C, mi madre era secretaria. El primer shock que tuve fue a los siete años, cuando llegó mi hermana. El otro shock fue seguir a mi padre a donde iba. Yo siempre fui el que tenía un dialecto diferente”.
“Cuando pienso en mi infancia, pienso sobre todo en la felicidad. Ostia es el lugar al que vuelvo para sentirme seguro. Lleno de paisanos que conozco”, contó ante cámara. “Cuando era niño todavía estaba un poco confundido, me encantaba tanto el vóley como el básquet. Estaba seguro de que iba a ser deportista, pero tuve que orientarme”.
Su carrera futbolística comenzó en el club barrial Ostia Mare, cuando apenas superaba el metro de estatura. Fanático de la Roma, su primer ídolo fue el alemán Rudi Völler, quien jugó con esos colores entre 1987 y 1992. “Estaba loco por él y hay una foto que lo documenta, en casa, con mi primera camiseta. En ese momento no podías comprarla en las tiendas. Mi tía, que era modista, le cosió el 9. Y fue un sueño tenerla”.
Del Mundial de México ’86 y la mano de Dios no tiene memoria, pero el siguiente, Italia ‘90 es un recuerdo que quema: el hit Notti magiche cantado por Gianna Naninni, la final de Alemania-Argentina, el llanto de Maradona al grito de “figlio di puttana” por el subcampeonato. “Maradona es uno de los causantes de mi elección hoy”, avisó en conferencia de prensa. Por el Diez, que regresó a Boca en 1995, comenzó la conexión boquense que se intensificó con los años. Resumen de goles vía la RAI antes de la llegada popular de Internet, contrabando de videos en VHS del equipo de aquel Diego que toreaba a Julio César Toresani con el “Segurola y Habana 4310, séptimo piso”.
En Roma los tifosi todavía lloran por aquel primer apodo que le regalaron: “Capitán futuro”. Es que era el sucesor natural de la cinta que pertenecía a Francesco Totti, por lo que el mote duró una década. “El futuro llegó rápido, y ya es pasado, eso genera gran nostalgia”, explica Tanio Maricchiolo, un hincha siciliano del Inter que advierte que es un rival que no genera antipatía: “Las hinchadas lo respetan. Es visto como el jugador perfecto que no traiciona la camiseta, un gran combatiente, sanguíneo”.
Radiografía de algo más que un volante
No hay forma de que juegue con otro número en la espalda. La 16 le rinde tributo al irlandés Roy Keane. “El desprendía la verdadera sensación de ser el líder del vestuario. Él era mi ídolo. Es la única persona a la que le pedí una fotografía. Él llevaba el 16, y además mi hija nació un 16. Desde entonces, nunca más cambié”, explica.
Mide 1,84, pesa poco más de 83 kilos. Sabe que el asado argentino puede hacer subir la aguja de la balanza, por lo que suele moderarse: pollo y ensalada como plato recurrente. Una mirada publicada en Rolling Stone Italia nos aproxima a descifrarlo. Escribe Darío Falcini: “Lo vi en persecuciones a los rivales de 40 metros, antes de voltearlos en el suelo con un tackle letal y casi siempre triunfante. Me equivoqué. No era un asesino, se trataba de formas de arte contemporáneas. Daniele es lo coronario. Un enfoque bélico (…) Los próximos ocho meses los pasará en una liga en la que todos están bastante locos, en el campo y las gradas”.
Saluda con dos besos. No declara asiduamente, pero cuando lo hace, regala contenido. “¿Saben lo que significa ser de la Roma?”, desafió alguna vez en conferencia. “Una responsabilidad. Que si elegiste no hay otra opción. Que cuando tuve ofertas o cuando estábamos al borde de la bancarrota, respondí. Soy Daniele, propiedad de los hinchas de Roma”.
“Esta elección de jugar siempre en Roma se lee como altruismo. Como amor por la camiseta y los hinchas. Pero la otra parte de la verdad es que mi elección fue muy egoísta. Es un placer físico y emocional. Vivir sin Roma me hubiera dolido más que no haber vivido un Real Madrid-Barcelona. O que no haber recorrido los estadios ingleses más hermosos. Vivo con altibajos continuos entre el deseo de lo nuevo y la necesidad de quedarme acá”.
De Rossi, según sus compatriotas
El italiano que más caminó los pasillos de la Bombonera espera abrazar a su paisano pronto. Nicolás “El Tano” Novello, calabrés campeón 1969, Presidente de la Mutual de Ex Jugadores de Boca, augura una historia de amor: “Llega para el puesto que representa el equilibrio del equipo, va a jugar en el puesto emblemático de Rattin. El Rata era un patrón, Daniele tiene otras características, buena pegada, nivel técnico, disparo. Es un honor recibirlo. Su llegada cierra un poco ese círculo histórico de italianos forjando y fundando a Boca”.
“En Italia se dice que cuando De Rossi gioca, tifa. Es decir, cuando juega, está hinchando” explica a Clarín Carlo Pizzigoni, periodista y autor de TV para Sky Italia. “Es un enemigo de valores leales para los rivales. Aquí se vive una revolución su elección boquense, que es una elección por amor al fútbol. Identificó a Boca como el tipo de equipo justo para él”.
“Si Totti era Batman, De Rossi era Robin. Por mucho tiempo vivió a su sombra, pero nunca en el mal sentido. Creció a su lado. Y el día de la despedida de Totti no podía mirarlo, no aguantaba el llanto”, aporta Mirko Calemme, periodista napolitano de As. “Daniele tuvo gestos de caridad con los barrios pobres de Roma que hizo en silencio, sin que nadie se enterara. Doy fe de eso. Tiene una mezcla de timidez con viejo estilo, no usa redes. Boca va a ser el equipo más mirado de Italia en los próximos seis meses. Que Daniele arriesgue sus músculos, su cuerpo, y pierda dinero allí en lugar de ir a China lo describe”.
“Creció en un barrio sobre el mar que tiene casos de criminalidad. Es un muchacho con calle, humilde y honesto. Perderlo se vivió como un drama para los hinchas de la Roma. Creemos que en Boca va a encontrar el ambiente justo, caluroso. Él ama eso”, agrega la periodista romana Alice Lopedate.
Matteo De Rosse fue el periodista italiano que más marca personal le hizo a “DDR” los últimos días. Viajó a Buenos Aires para la presentación y vivió prácticamente en la Bombonera y alrededores para narrar la rossimanía en Roma24. “Es un loco por el fútbol distante con los periodistas. No se confía, pero una vez que te conoce, se abre. Es un tipo raro en el sentido de único. No hay otro ejemplo de jugador de este nivel que deja Europa para aterrizar en la Argentina”. ¿Con qué imagen de Daniele quedarse, con el que peleó violentamente un balón con Mauro Icardi alguna vez? ¿O con el que le avisó al árbitro que había convertido un gol con la mano? “Es los dos a la vez. Muy inteligente tácticamente, anticipa la jugada, pero cada tanto se vuelve loco”.
”Es una locura lo que se está viviendo en Italia. Los canales están en lucha para la compra de derechos de la transmisión de los partidos”, suma la periodista argentina en Italia Micaela Acevedo, de Sport Italia.
Christian Perasso, el profesor de italiano del Departamento de Cultura de Boca Juniors es el encargado de traducir y guiarlo. De Caballito, 26 años, desde hace tres años trabaja en el club y admite que Daniele, que habla perfectamente el inglés, tiene un buen nivel de comprensión del español, por su educación escolar en idiomas y por su cercanía en el vestuario con tantos argentinos. “Se comporta como uno más, ningún pedido raro, totalmente sencillo”.
Sarah, la actriz que lo enamoró
“Sarah al Bailando”. “Sarah, te busca Pol-ka”. Los propios argentinos ya le buscan ocupación a Felberbaum y se lo comunican en Instagram. Desde Pol-ka y El Trece desmienten cualquier vínculo (por ahora). En unas semanas la familia De Rossi pasará a vivir en un piso de Puerto Madero, propiedad del ex Boca Leandro Paredes. Buscan colegio de alto nivel para los chicos. Tienen que decidirse entre el Cristoforo Colombo, institución orientada al idioma italiano, o algunos otros enfocados en la lengua inglesa.
Felberbaum (39 años) y Daniele se casaron en 2015 en las Maldivas. Empezaron a salir en 2011, cuando él estaba separado y golpeado por su duelo matrimonial. De Tamara Pisnoli, su primera esposa, se había separado en 2009. Atravesaron momentos tormentosos, con los paparazzi expectantes, cuando el padre de ella fue asesinado en un ajuste de cuentas vinculado a la mafia.
Gorrito de Boca, graciosa pronunciación, el domingo 28 se la vio a Felberbaum en la Bombonera, ante Huracán, aprendiendo hits de cancha. Ese día el “Zorrito” Von Quintiero los invitó a su restaurante. Anoche finalmente comieron en el local de Belgrano.
Modelo desde los 15 años, más tarde presentadora de pequeños ciclos de la RAI, Sarah y participó de la serie Il giovanne Montalbano, historias basadas en los textos del escritor Andrea Camilleri. Firmó la carta de apoyo a Asia Argento, una de las primeras actrices que denunció el acoso y abuso del productor hollywoodense Harvey Weinstein. Yo era muy individualista, pero con Daniele cambió todo”, confesó a Vanity Fair.
La piel de un tifoso: el mapa de sus tatuajes
Un libro biográfico de Daniele, en tono poético, vuelve a venderse por estas horas ante la efusividad argentina. Es Il mare di Roma, de Tonino Cagnucci, texto que anticipa que cuando De Rossi juega “se convierte en el mar. Se hincha, crece, se desborda, se propaga, inunda, se escapa. Canta la libertad desafinando. Va a la revolución”.
La piel de De Rossi está tomada por las marcas de guerra, por sus principios y por los amores de su vida. Fileteado, letras, números, figuras humanas, abstracción. Todo junto y revuelto en piernas, pecho, espalda, brazos. Un mapa, un atlas de un tipo al que le gusta grabar con tinta vivencias y preceptos.
El tatuaje más festejado por los hinchas de Boca, el que descubrieron apenas aterrizó y está en su gemelo derecho, es un triángulo amarillo, de advertencia, con una persona en posición de plancha a un rival.”Cuidado, soy peligroso”, avisa. Roberto Passucci y Quique Hrabina ya lo celebran.
Dos teletubbies, pelotas, corazones, ojos, la inscripción latina Ubi tu Gaius, ibi ego Gaia (un juego de palabras que en latín le dedicó a su hija Gaia para jurarle que donde ella está, estará él). Geisha, elefantes, una cuerda en la que varios hombrecitos hacen equilibrio. Estudiar los grabados de su epidermis es tarea compleja: mucho pasado que quiso fijar con agujas.
No es supersticioso Daniele. De lo contrario desistiría de debutar un martes 13 (se habla de su aparición en Boca-Almagro, por la Copa Argentina). El escritor italiano Alessandro Baricco ya se lo avisó en sus poéticas columnas de la Repubblica: un Boca-River en la Bombonera es “la partita piú bella del mondo”. El primer objetivo a trazar “antes de morir”. Algo “tan inmenso como aterrador”. Baricco dice que “en Buenos Aires hay más equipos de fútbol que hospitales”. Que “el estadio de Boca es una construcción absurda como un paracaídas en medio de casas en ruinas”. Que hay “perros desilusionados, puertas abiertas y la cancha como un músculo poético que chupa y luego expulsa corrientes de sangre humana, sangre azul y amarilla”. “La explosión de la Bombonera alcanza para infartar a alguien”. De Rossi ya está incrustado en esa geografía de la Ribera. Si la suerte lo acompaña (In bocca al lupo, le desean allá, una vieja expresión de buena fortuna) y la vena vuelve a inflarse, podría ser leyenda.