En el armario del Barça de Valverde no quedan perchas libres. Si acaso, le falta por vestir el frac, aparcado para mejor ocasión. Su equipo ha ganado jugando bien y no tan bien, aunque siempre dando la cara y vaciándose sobre el tapete. Desde que se inició la Liga, ha saldado todos sus compromisos (8) con victoria. La última, en la Champions en Lisboa, donde también demostró que tiene flor, un serio aviso para sus rivales.
Si el Barça ganó al Sporting no fue sólo por la suerte. Los futbolistas azulgranas trabajaron a destajo durante toda la noche. Quizás sin demasiada brillantez, pero sí con una actitud ejemplar. Faltan muchos ensayos para aprenderse el guión del director, pero lo intentan desde el primer minuto hasta el último. Una actitud que el destino premió en el José Alvalade con un gol en propia meta que mantiene inmaculado su currículum europeo.
No escatimó esfuerzos Valverde en Lisboa, consciente de que en esta fase de grupos cada punto sumado fuera de casa vale su peso en oro. Sergi Roberto completó lo que ya parece su once de gala, quedando finalmente Deulofeu incluso fuera de la convocatoria. Caso digno de estudio el del delantero de Riudarenes, que parecía llamado a ocupar el vacío de Dembelé y ya suma dos gradas seguidas.
El despliegue físico de Sergi Roberto fue imponente
La presencia de Sergi Roberto se entiende por su despliegue físico, vital para los azulgranas en un partido tan exigente como el que le presentó el Sporting de Jorge Jesús. El de Reus ocupaba teóricamente el puesto de extremo derecho, aunque se prodigó mucho más como cuarto centrocampista, ayudando en la recuperación y también en la creación de manera muy notable. También lo hizo Iniesta por la izquierda en este último aspecto, preciosa su estampa con el balón en los pies. Las bandas quedaron para los dos laterales, cuya camiseta fue directa a la lavadora.
Magníficas las prestaciones del Sporting, incansables sus futbolistas en la presión y siempre atentos a las ayudas en las marcas, quizás algo excesivas sus faltas. Presionaban la salida de balón azulgrana muy arriba en ocasiones, aunque en la mayoría de jugadas mantenían once futbolistas por detrás del balón, dificultando mucho los avances barcelonistas.
La delantera azulgrana repitió posición de fuera de juego, multiplicados los pases en largo en la fase de creación del Barça buscando los espacios imposibles. Observados con lupa, Mathieu y Coentrao estuvieron impecables en su trabajo, veloces siempre en las coberturas, ganando la partida incluso a Messi en alguna ocasión. Si el fútbol es el deporte rey es porque nunca deja de sorprender.
A base de mucho trabajo y mucha paciencia, el Barça se fue apoderando del partido poco a poco, generando algunas ocasiones de gol que Rui Patricio fue capaz de desbaratar. Especialmente acertado estuvo el arquero ante Luis Suárez, que sigue gafado en Europa lejos del Camp Nou, casi dos años encadena sin marcar. El pase de Sergi Roberto entre líneas fue para enmarcar.
Daba la sensación que el área contraria, en la que Ter Stegen se prodigaba mucho con los pies, siempre con acierto, los futbolistas del Sporting tenían órdenes de multiplicarse en el disparo lejano. Piccini y el prometedor Bruno lo intentaron sin suerte, siempre bien cubiertas sus espaldas por Battaglia y el inmenso William Carvalho, hilo conductor del juego portugués.
El Sporting fue el rival más incómodo con el que se ha topado el Barça de Valverde
La suerte se alió con el Barça nada más salir de vestuarios. Dicen que la suerte hay que buscarla y nadie podrá negar que los azulgranas la buscaron y con ahinco. Suárez remató de cabeza una falta lateral de Messi y Coates la empujó a gol. De uruguayo a uruguayo. Los cambios en el marcador no alteraron el guión de la noche, con un Barça que seguía intentando imponer su estilo y un Sporting que no dejó de batallar.
Sí cambió el ambiente, infernal desde el primer minuto, pero especialmente quisquilloso con la labor arbitral a raíz del gol. Si el público del José Alvalade tuviera una televisión quizás cambiaría de opinión, no se recuerda un mejor arbitraje en Europa desde el cambio de siglo que el del rumano Hategan. El cambio del XIX al XX.
Se resistía Valverde a hacer cambios, consciente de que la intensidad de la noche podía aplastar a cualquier visitante. El horno portugués estaba a máxima temperatura y la voracidad de Dost, sustituto del lesionado Doumbia, amenazaba los intereses azulgranas. Las cabalgadas de Martins eran otra pesadilla para la zaga del Barça, que no podía despistarse ni un momento. Cuando lo hizo, emergió Ter Stegen, desviando el disparo de Bruno que media Lisboa celebraba ya como el empate.
Apretaba mucho el Sporting, más con corazón que con cabeza, pero siempre con mucho peligro. Se multiplicaba el Barça en defensa, taponando los disparos lisboetas, que desprendían sangre todos ellos. Compareció Paulinho para intentar reparar las grietas, al menos para intentar ayudar en esa tarea, siempre imponente el brasileño. Rui Patricio le negó la sentencia.
El Barça de Valverde logró así otra de esas victorias que son fundamentales para la consolidación de un nuevo proyecto. Como fue la de Getafe. Triunfos que permiten seguir trabajando con tranquilidad al técnico, ajeno al ruido exterior, y que consolidan al conjunto azulgrana como líder también en Europa. Una nueva flor ha crecido en su jardín.
Ficha técnica
Sporting de Portugal, 0 - FC Barcelona, 1
Sporting: Rui Patricio; Piccini, Mathieu, Coates, Coentrão (Jonathan Silva, m.73); Battaglia, William Carvalho; Gelson Martins, Bruno Fernandes, Acuña (Bruno César, m.73); Doumbia (Bas Dost, m.44).
Barcelona: Ter Stegen; Semedo, Piqué, Umtiti, Jordi Alba; Busquets, Rakitic, Iniesta (Paulinho, m.80); Sergi Roberto (André Gomes, m.87), Messi y Luis Suárez (Vidal, m.89).
Goles: 0-1, m.49: Coates (autogol).
Árbitro: Ovidiu Hategan (Rumanía). Amonestó a Gelson Martins (m.6), Coentrão (m.26), Doumbia (m.38), Acuña (m.48), Piccini (m.53) y Coates (m.59) en el Sporting y a Semedo (m.69) y Vidal (m.92) en el Barcelona.
Incidencias: encuentro correspondiente a la segunda jornada de la Liga de Campeones, disputado en el estadio José Alvalade de Lisboa ante 48.575 espectadores (lleno).