Sonia Soiud, una miss en el zoco del fútbol
Esta joven francesa, hija de inmigrantes argelinos, fue Miss Auvergne antes de dedicarse con éxito a ser representante de futbolistas y entrenadores
Ojos arrebatadores, sonrisa de Julia Roberts, sensual melena azabache y un cuerpo de ensueño encaramado a unos tacones de aguja. Con su aspecto top model, Sonia Souid no responde precisamente al prototipo de representante de deportista. Y menos en el mundo del fútbol. "Nunca una mujer de futbolista aceptará que seas el agente de su pareja", le advirtieron cuando, en el 2010, obtuvo la licencia para ejercer una de las profesiones más refractarias a la presencia femenina. De los 400 aspirantes, tan solo 18 superaron las pruebas. Entre ellos, Souid era la única mujer. Hoy, a los 30 años, ha logrado hacerse un hueco en el ultracompetitivo mercato del fútbol desmintiendo a quienes le vaticinaron el más rotundo de los fracasos.
"Al principio, era vista como una extraterrestre. Cuando los presidentes de club descubrían que había sido miss Auvergne, creían que era una broma, que me habían enviado para tenderles una trampa con una cámara oculta", recuerda Sonia en alusión al concurso de belleza que llevó a esta hija de inmigrantes argelinos a convertirse en la imagen de su región natal, situada en el centro de Francia. Ella califica la experiencia de mera "anécdota". Cinco semanas en las que dice haberse aburrido mucho en los hoteles, aprendido a caminar con talones y decidido que se movía mejor en un entorno masculino. Entonces quiso hacer fortuna en el cine. No funcionó. Pero desarrolló unas incontestables dotes mediáticas. Ante la cámara, evoluciona como pez en el agua. También trabajó como azafata de congresos en el sector del lujo inmobiliario.
¿Qué la llevó a introducirse en el fútbol? "Crecí en este universo, mi padre es preparador deportivo y de pequeña siempre preferí el balón a las muñecas", explica esta exjugadora de vóley. Ha sabido aprovechar la red de contactos de su progenitor, actual entrenador de un equipo de fútbol de Qatar, para negociar uno de los rarísimos transfers de un jugador de un país del Golfo (Ismaïl Matar) a un club francés. Pero lo suyo no fue llegar y saltar al terreno de juego. El primer año se quedó en el banquillo. Ni un triste contrato pasó por sus manos. "Algunos presidentes de club no querían ni hablar conmigo, me pedían que fuese mi hermano quien les llamara", rememora la representante, cuya carrera despegó al ser reclutada por la agencia Essentially, que gestiona los derechos de muchos deportistas.
¿Cuál es el método Souid? Para abrirse camino, se ha especializado en el golpe de efecto. Ella es la agente que logró que por primera vez un club francés fichara a una mujer para entrenar a un equipo de liga masculino, objetivo que se había metido entre ceja y ceja. El presidente del Clermont Food Auvergne, Claude Michy, aceptó la propuesta de Souid -a la que años atrás había fichado para el campeonato mundial de boxeo como la bella joven en traje de baño que exhibía los carteles con los resultados entre round y round- de romper moldes y elegir para el puesto a la portuguesa Helena Costa. La entrenadora dimitió al cabo de un mes, pero fue sustituida por otra preparadora, Corinne Diacre, también representada por Souid y cuyo trabajo ha empezado a dar sus frutos. "Conozco bien el mundillo, y cuando Sonia me dijo que quería situar a una mujer como entrenadora no la creí. Me ha demostrado que estaba equivocado", admite el presidente de la Federación Francesa de fútbol, Noël Le Graet. Se equivocaron también todos aquellos que le dijeron que su sitio estaba "en casa planchando camisas".
Lejos de desanimarla, estas actitudes la llevaron a perseverar. Souid reivindica también el primer transfer remunerado del fútbol femenino francés por parte del Paris Saint Germain (PSG) con la jugadora Marie-Laure Delie. Pero sus aspiraciones van más allá: "Me gustaría ver a una mujer presidiendo uno de los grandes clubs de fútbol, la Federación o incluso la FIFA". ¿Feminista? "No lo soy, de hecho no creo en la paridad y la idea de las cuotas me parece estúpida. Estoy a favor de las competencias, de probar que una mujer puede negociar igual que un hombre", asevera con el desparpajo que da la autoconfianza. Sus opiniones y su estilo le han valido la enemistad de alguna colega, como la agente Jennifer Mendelewisch, que ha difundido su desacuerdo via Twitter calificándola de "vergüenza para la mujer" y tratándola despectivamente de "miss Auvergne".
Con objeto de impulsar la presencia de las mujeres en el deporte profesional, Souid ha creado una asociación llamada Femme Esport (Mujer Deporte), y para incentivar la participación femenina en el fútbol, otra denominada Ballon Aiguille, que juega con las palabras balón y tacones de aguja. Toda una declaración de principios. "Yo no oculto mi feminidad, al contrario", reivindica la agente, cuya imagen rompe con el cliché de marimacho que se ha colgado a muchas futbolistas. Cuida mucho su aspecto y en su guardarropa abundan los vestidos ajustadamente elegantes y los talones de vértigo. Según el semanario Le Point, utiliza sus bazas con discreción a la hora de ejercer de intermediaria entre presidentes de clubs europeos y algunos emires árabes, a los que suele sorprender con una invitación poco común: un pic-nick en una terraza con vistas sobre París.
Entre sus contactos más valiosos figura el propietario y presidente del PSG, Nasser Al-Khelaifi, cuya madre, la esposa del emir de Qatar, Mozah Nasser al-Missned, no duda en citar como modelo a seguir. Su excelencia figura entre las mujeres mejor vestidas del mundo, según el ranking elaborado por Vanity Fair, y destaca también por su labor en favor de la educación de las mujeres. Dispuesta a comerse el mundo, Souid se ha marcado como próximo objetivo negociar transacciones en el mercado asiático, donde el mundo del fútbol no es menos misógino. De momento, en Europa ha dado un gran paso, aunque se muestra lúcida: "No soy la cándida que algunos describen, me doy perfecta cuenta que el sector no es francamente limpio ni seguro, pero me trabajo mi espacio". De ahí a ganarse el respeto del sector aún le queda mucho camino. "No me aceptan, pero me toleran", reconoce.