Para la bueno y lo malo. En la riqueza y en la pobreza. Cuando sale cara pero también cuando sale cruz. Hay que quererle igual. El Barcelona no tiene dobleces, va de frente. Siempre. Demasiado incluso. Las mismas características que han ilusionado al barcelonismo le pueden salir caras a los blaugrana en la Copa del Rey tras el 4-4 de la ida contra el Atlético. El Barça es un conjunto atrevido y valiente hasta volverse casi temerario. Son las dos caras de la misma moneda. Inseparables entre ellas ahora mismo, en este momento del proyecto Flick, que hace siete meses que arrancó. En un momento enamora y al siguiente desespera, hasta a su propio entrenador, que no pudo contenerse y arrojó con enfado una botella de agua vacía tras el empate final de Sorloth.
La rebeldía de quien no acepta verse de comparsa y se subleva marcando cuatro goles convive con la inocencia de una plantilla que lo tiene todo a su favor y peca de bisoñez, abre la puerta a su rival y lo deja todo por decidir. Los dos contrastes habitan en el conjunto blaugrana, que es luz y sombra, algo que ya le sucedió frente a los de Simeone en la Liga cuando también jugaron a las mil maravillas, deleitaron pero perdonaron y perdieron en el añadido.
La historia se repite
Los de Simeone se resisten al fútbol vibrante de los de Flick, que en la Liga también jugaron a las mil maravillas frente al Atlético y perdieron en el añadido.
En 55 minutos, el Barcelona se desató y batió cuatro veces a Musso, el portero rojiblanco para el torneo copero. Pedri, Cubarsí, Iñigo Martínez y Lewandowski plasmaron en el marcador la superioridad de un equipo que fue un arrebato furioso liderado por el adolescente Lamine Yamal desde la banda derecha.
No es la primera vez que se desmelena. Los partidos grandes le van a este equipo, que se motiva y se supera cuando mayor es la exigencia. Es lo que ha pasado cada vez que ha tenido un rival poderoso. Se motiva cuando tiene un poderoso rival. Sin complejos se ha medido al Real Madrid (dos veces), al Bayern, al Benfica y al Borussia Dortmund y les ha derrotado con un fútbol ofensivo y trepidante, muy ambicioso. En todos esos duelos de poder a poder ha habido muchos goles: nueve a los blancos, cinco a los lisboetas y cuatro a los bávaros.
De la alegría al enfado
El Barça sale dormido, lo que le provoca un sofocón, después pasa a enamorar y golear y acaba desesperando
De momento, el Atlético se le resiste al juego frenético de los de Hansi Flick, quizás porque los de Simeone están más acostumbrados a verse apabullados en momentos y son capaces de sacar la cabeza cuando menos se les espera.
Después de 25 jornadas de Liga y 8 de Champions y cinco eliminatorias a partido único –incluyendo la final de la Supercopa–, el Barcelona de Flick jugaba el martes su primera eliminatoria de 180 minutos y demostró que aún tiene que mejorar para aprobar esa asignatura.
El espíritu
Tirar más de oficio seguramente va en contra del alma de un Barça que siempre quiere marcar otro gol
La primera lección es entrar en el partido metido con los cinco sentidos desde el minuto 1 –algo que tampoco hizo en Yida contra el Madrid– y que le evitaría sofocones como el de verse 0-2 por debajo en el marcador y tener que remontar. El segundo capítulo es el de los últimos minutos. Los blaugrana no supieron jugar la recta final del encuentro cuando estaban ganando por una diferencia de dos goles, algo que ya les pasó en Balaídos contra el Celta en la Liga (del 0-2 se pasó al 2-2 final).
El martes el 4-2 era una buena renta para el partido de vuelta pero los últimos diez minutos fueron demasiado movidos para los intereses del Barça, que se dejó llevar por la tentación de poder sentenciar. El técnico, pese a que le quedaban dos ventanas de cambios para parar el partido, hizo una doble sustitución justo después del 4-3. Y en el minuto 93, Lino, Sorloth y Correa se plantaron en el área de Szczesny. Si no hubiera rematado el noruego, Correa también llegaba por detrás con la escopeta preparada.
Lección para el futuro reciente
La gestión de los minutos finales es una asignatura pendiente de cara a los octavos de la Champions
El Barça siguió plantando la defensa a 40 metros de su portería y, con Fermín, Gavi y Lamine Yamal en el once, mirando al área del rival. ¿Hubiera sido mejor buscar más oficio? Eso seguramente va en contra del alma del Barça de Flick, que siempre quiere marcar un gol más.
Son pecados de juventud, así lo entiende también el entrenador alemán, pero son errores que sirven para sacar conclusiones y aprender, sobre todo ahora que llegan también los cruces de la Champions, empezando por los octavos de final contra el Benfica. En Europa, los detalles –como la expulsión de Araújo la temporada pasada frente al PSG– te pueden mandar a casa. Avisados quedan.