Estaban pasando cosas tan raras esta semana que, cuando el FC Barcelona se fue al descanso con empate a cero ante el Alavés, servidor ya no descartaba otra extravagancia que sumar a la epidemia de hechos imprevisibles. Repasemos. Nuestro Dembélé, sí, Ousmane el rey pasmado, empalmando dos hat-tricks en cuatro días; el invencible Barça femenino cayendo en casa por primera vez en seis años en la Liga; Luka Doncic fichando por los Lakers a media temporada (ojo, a propuesta de sus propietarios los Mavericks); el olvidado Arthur Melo regresando a la Liga captado por el Girona... Y todo ello como preámbulo de la inesperadísima victoria del Espanyol al Madrid y de la no menos insólita escena que se derivaba: la culerada deseando una victoria del Espanyol y los periquitos, la del Barça para salir del descenso.
Cuando el mundo se tambalea a nuestro alrededor hasta ese punto (ironía, no se tomen tan a pecho el fútbol), es natural buscar asideros infalibles que nos devuelvan cierta seguridad, certezas que nos reconforten, futbolistas que se llamen Pedri.
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Pedri domina el balón pese al acoso de Guevara y Kike García
Y da la casualidad de que el Barça tiene a uno.
A Pedro González López le miramos como si tuviera 30 años porque tiene cara de antes y un fútbol de una madurez impropia. Pero en realidad tiene 22, y pese a ello se le adjudica sin titubeo la batuta del Barça porque no hay nadie que la maneje como él. Habrá que acostumbrarse a esta precocidad colectiva un tanto absurda del equipo blaugrana. No hay club actual en Europa con este manantial de talento juvenil. Pedri es un chaval pero ya lidera al grupo porque detrás le siguen Gavi (20), Cubarsí (18), Lamine Yamal (17), Casadó (21), Balde (21)... Que lo hayamos normalizado no quiere decir que sea normal.
Entraron Eric García y Frenkie de Jong al campo en la segunda parte y crearon el hábitat necesario para que el juego gravitara de forma más marcada en torno a Pedri. El juego fluyó mejor y más rápido que hasta entonces porque tanto el central catalán como el mediocentro neerlandés entienden el fútbol desde la mente hacia los pies y no al revés. Congenian ahí con Pedri, que, eso sí, dispone de un plus difícil de encontrar en los artistas del balón: cuando no lo posee hace todo lo posible por recuperarlo, y eso le hace definitivamente único.
Ahora que ha dejado atrás las lesiones y se reconoce al fin de nuevo en plenitud física, Pedri recuerda al Iniesta que parecía flotar sobre el césped, convirtiendo la persecución de los rivales en una suerte de hipnótico número coreográfico.
Todos los entrenadores han querido a Pedri a su lado desde que llegó al Barça o dio el salto a la selección. No es eso casualidad. El más clarividente fue Ronald Koeman, a quien bastó una semana de entrenamientos para frenar una cesión a la que estaba predestinado. A Pedri entonces lo conocían en la isla y poco más, así que retenerlo tuvo mucho mérito y aún hoy la decisión merecería una ovación retroactiva. Pedri es bueno, pero no entra por los ojos de repente como Messi. Vaya usted a saber dónde estaría si se le hubiera cedido.
Deco, director deportivo del Barça, ha logrado renovarle esta semana. Hay renovaciones que valen más que varios fichajes. Valores seguros que apuntalan proyectos tal que raíces de platanero canario.