Dmitrovic como síntoma

Barça, 0 -Leganés, 1

El acierto del guardameta serbio, jornalero de la liga española, anula los arreones de Lewandowski y Raphinha y adormece a los azulgrana

La frustración se apodera del Barça contra el Leganés

Soccer Football - LaLiga - FC Barcelona v Leganes - Estadi Olimpic Lluis Companys, Barcelona, Spain - December 15, 2024 Leganes' Marko Dmitrovic makes a save REUTERS/Albert Gea

Marko Dmitrovic detiene un disparo de Ferran Torres, anoche en Montjuïc 

Albert Gea / Reuters

–Yo no me pienso ir del fútbol español –contaba Marko Dmitrovic (32) este verano, justo en aquellos días en los que se estaba anunciando su último movimiento: se marchaba del Sevilla para alcanzar Leganés.

Iba a ser su cuarta experiencia en un club español, tras sus aventuras en el Alcorcón, el Eibar y el Sevilla.

Ayer le arruinaba la vida a la vanguardia azulgrana y aletargaba a la afición culé. Tan pronto despejaba los remates de Lewandowski y Raphinha como detenía los tempos, frenaba el ritmo azulgrana. Se entretenía antes de servir, congelaba el compás y, sin hacer demasiada cosa, enredaba al Barça, lampiño y estresado.

De jornaleros de este tipo también se nutre el fútbol: de almas que juguetean con el rival y el árbitro, reivindican el éxito a base de picardía y terminan desquiciando a todo quisque.

Hay momentos en los que la silueta de un guardameta, incluso sin alardes, se agiganta hasta alcanzar dimensiones ciclópeas: Dmitrovic fue la identidad del Getafe y también el portero que, reduciendo su labor al oficio, desenmascaró a este Barça.

Manto frío

Dmitrovic se entretenía antes de servir, congeló el ritmo y enredó al Barça, lampiño y estresado

(...)

Más allá de alguna acción específica, el talante de Dmitrovic fue tendiéndose sobre el estadio, contagiándose a los compañeros que habían formado una barrera en el área y acogotando a los azulgrana, que no hallaban la manera de abrirse paso y se iban desnortando. A 24 minutos del final, Marcus Sorg ordenaba la sustitución de un frustrado Lewandowski.

Para entonces, el Barça ya se veía inerme, incapaz de darle las vueltas a las cosas: hay quien reinterpretaba aquí ecos de tropiezos recientes, ante el Celta, el Las Palmas o el Betis. En las últimas semanas, el Barça no ha podido con ninguno de ellos.

Marko Dmitrovic podría haber ido a parar a cualquiera de estos conjuntos, clásicos de media tabla de nuestro fútbol.

–Es que en España me siento como en familia –insistía en verano este nómada del fútbol que ya ha pasado por ocho clubs europeos y también por la selección serbia y que, de crío, se había plantado ante sus padres: el Subotica de su infancia se le quedaba pequeño (al inicio jugaba simultáneamente en tres categorías del club local: ningún otro crío del pueblo quería colocarse bajo los palos) y el Estrella Roja le estaba tentando.

–Si no me dejáis irme a Belgrado, no volveré a hablaros nunca más –cuenta que le dijo a sus progenitores, tanto su padre como su madre eran empleados en una fábrica de motores.

Entonces tenía quince años.

–¿Y le dejaron irse?

–Entiendo que fue una decisión muy dura para ellos. Pero yo quería ser un futbolista profesional y el Estrella Roja me estaba brindando esa posibilidad.

También cuenta que aquella primera aventura iba a ser breve, condicionada por la crisis del club de la capital, y que por eso, en el 2013, se marchaba al fútbol húngaro, antes de pasar por el Charlton inglés y, finalmente, llegar a España.

Para entonces tenía 23 años.

Y sin embargo, ya tenía claro su objetivo: apenas llevaba un mes en el club alfarero y ya hablaba en castellano.

(Es legendaria la facilidad del serbio con los idiomas; Djokovic maneja el serbio, alemán, inglés, francés, italiano y español).

Al año le llamaba el Eibar: ahí saltaba al fin al gran escaparate de Primera, y luego se proyectaba incluso más allá, al Sevilla, aquí con una suerte relativa, pues en el Pizjuán jugó poco, ensombrecido como estaba por Bono y Nyland, apenas 34 partidos en tres cursos, y por eso en verano le dijo a su agente:

–Búscame una salida, pero que sea en un club español.

Alcanzó el paraíso ayer: Dmitrovic fue una brisa polar tendiéndose sobre un estadio congelado.

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