Brasileños invisibles
La prórroga
El Barça de Xavi no se permite alegrías de ningún tipo y por consiguiente no se las proporciona a sus aficionados cuando a estos, con el lirio en la mano, les da por ilusionarse una vez más. Ni siquiera cuando suceden fenómenos tan extraños como que le invaliden un gol al Real Madrid en el último segundo aprovecha la oportunidad el equipo azulgrana. Vencer en San Mamés no es fácil, aquí no estamos para engañar a nadie, pero para creerse el tragicómico “hay Liga” debes dar la impresión de querer ganarla y esa sensación el Barça no la transmitió. No la ha transmitido en toda la temporada, para qué engañarse.
La coartada de las lesiones es consistente porque afecta al chasis de la maquinaria pero los equipos grandes, si es que este equipo pretende serlo, tienen la obligación de no escudarse en quienes faltan y, sobre todo, en preservar un estilo de juego y una ambición desmedida juegue quien juegue. El Barça no mostró ninguna de las dos características. Jugó mal y no se empleó como si le fuera la vida en ello. Ni siquiera Xavi, incapaz de hacer que su equipo encadene una mínima racha de resultados y buen juego (ese es el drama esta temporada), quiso hablar demasiado al término del partido de lo que supone jugar sin De Jong (se le torció el tobillo) y sin Pedri (la fragilidad de los músculos del canario es un problema ya mayúsculo porque afecta a su carrera).
Este Barça triste tiene a Raphinha, que juega y no se le ve, y a Vitor Roque, que ni si quiera juega
Posiblemente el entrenador empieza a ver lo que los demás vemos. El Barça no levanta el vuelo, proyecta un quiero y no puedo repetitivo y agotador. Cada vez que da pie a cierta esperanza no pierde la ocasión de eliminarla. En ese ámbito, y no delante de portería, es demoledor, un castrador de emociones, futbolísticas y anímicas, de primer orden.
Raphinha
No tengo TikTok por impericia generacional y por evitarme más adicciones pero el otro día cenando en casa en familia se me informó de una coña que circula en esa red social. Se preguntaban cuánto tardaríamos los seres humanos en darnos cuenta de la desaparición total del estornudo si es que eso sucediera de repente y sin previo aviso. La cuestión, más allá de confirmar que con estos debates tan profundos la supervivencia de nuestra especie está asegurada, me hizo pensar en Raphinha. Y en partidos como el suyo en San Mamés, tan insustanciales como el impacto de un estornudo en nuestras fabulosas vidas. Si un día Raphinha cambiara de equipo y no nos avisaran antes –reflexioné- tardaríamos mogollón en darnos cuenta. El problema es que la sensación es aplicable a demasiados jugadores del Barça actual. En una situación económica que requería contención en el gasto o acierto pleno, algunos fichajes han reunido las dos contraindicaciones: ni ahorro ni buen ojo. Hablando de eso: ayer Vitor Roque no tuvo un solo minuto. El caso del brasileño (y que conste que no es culpa del chaval) empieza a ser de juzgado de guardia. Sobre todo si se recuerda el precio que marcaba la etiqueta y quién estaba detrás del mostrador.
Al Barça le falta alegría y resulta que jugadores caros llegados del Brasil, el país del extinto jogo bonito, le invitan a la depresión definitiva. Qué originales