Blues de la asamblea

Por la escuadra

Blues de la asamblea

El nombre del ritual envejece mal: Asamblea General Ordinaria de Socios Compromisarios del F.C. Barcelona (¿AGOSCFCB?). Que, por emergencia económica, la directiva haya optado por el formato telemático le quita el encanto de la singularidad presencial de los (pocos) compromisarios que participaban. De aquí al sábado, que es cuando la junta del presidente Joan Laporta presentará las cuentas de la temporada pasada y el presupuesto de la actual, algunos socios intentarán activar un clima de ebullición que será desactivado por la liturgia de la retórica contable.

A pesar de todas estas servidumbres protocolarias, las asambleas anacrónicamente presenciales me gustaban. Allí se respiraba una mezcla de orgullo institucional y de espíritu festivo con una mezcla de edades que fluctuaban entre una mayoría de carnets provectos (aplausos) y el vigor puñetero de los compromisarios más jóvenes. Para los periodistas, era un paréntesis familiar que, en épocas de opulencia, pasaba por un festín digno de Carpanta que provocaba somnolencias –y alguna flatulencia– memorable.

La pandemia y el formato telemático acabaron con el modelo clásico de asamblea

La pandemia y el formato telemático acabaron con este tempo de película iraní en la que no pasa nada pero se respira la inminencia de un posible pollo. Los periodistas hojeábamos la memoria publicada por el club. Fingíamos entenderla y contábamos visualmente los votos a favor y en contra. Los ponentes de la junta competían a ver cuál era el más brillante o soporífero y, a veces (como el día en el que Josep Maria Bartomeu evitó la votación del nuevo escudo al olerse que la perdería), pasaban cosas que los asistentes apreciábamos. Eran cosas que, luego, al volver a casa (tarde, con la sensación de haberte excedido con la fideuá), no podías contar, porque nadie sensato creerá que has invertido un día entero en escuchar discursos soporíferos sobre balances o en esperar el inevitable turno de palabra de Joan Gaspart.

Una imagen de la asamblea de compromisarios del Barça del 2021

Una imagen de la asamblea de compromisarios del Barça del 2021

Xavier Cervera

Telemática y sin fideuá, la asamblea del sábado volverá a ser decisiva. Ya se han ensayado algunas explicaciones –el vicepresidente Eduard Romeu lo intentó en TV3– y, por suerte, los lectores de La Vanguardia han podido prepararse con los artículos de Manel Pérez, capaz de sumergirse racionalmente en los laberintos de la ingeniería contable y, al mismo tiempo, indignarse si le hablan de volver a fichar a Neymar. Este año tendremos que aprender a entender que los beneficios pueden ser más la proyección de una valoración hipotética que una realidad tangible susceptible de convertirse en cash. Y no nos podremos fiar de todo lo que nos explicarán no porque no sea verdad, sino porque, en asambleas anteriores, el club se comprometió a tomar decisiones que ni las previsiones ni las circunstancias le han permitido cumplir. Sin el encanto sentimental y la emoción de los ruegos y preguntas presenciales, la asamblea telemática se suma a la larga lista de cambios que confirman que el club vive un momento extraordinariamente difícil. Un momento de transformación en el que los instrumentos del pasado ya no sirven para enfrentarse al futuro –incierto o diabólico en función de quien haga el diagnóstico– y tampoco puede cometer el error de creer que las recetas del pasado pueden aplicarse a la inestabilidad del presente.

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