Modelos de propiedad

Por la escuadra

Modelos de propiedad

En la tribu barcelonista hay una minoría muy bien informada que vive los designios del club con una preocupación que nunca sabes si es interesada, exagerada o auténtica. Mayoritariamente son hombres. Llevan dos móviles de última generación y dominan el circuito de reservados de restaurantes y cafeterías de hotel teóricamente discretas. Si hasta hace unos años no disimulaban una vocación conspiradora personalista y ególatra, hoy la visten de trascendencia y de una inquietud apocalíptica difícil de compaginar con sus negocios globalizados.

Por acumulación biográfica, he tenido la suerte de hablar con unas cuantas figuras de esta minoría privilegiada y siempre me ha admirado el barcelonismo que, con mayor o menor fortuna, los define y moviliza. Tienen una característica común: construyen su discurso a partir de dos o tres ideas. Y las repiten con una convicción que insiste en la fórmula diseñada por un equipo de asesores de comunicación perfectamente intercambiables ( think tank , lo llaman).

Los diagnósticos sobre la salud financiera del Barça no invitan al optimismo

Con los años han multiplicado la cantidad de anglicismos de su discurso, hacen una dieta más saludable que la de sus predecesores (dignísimos defensores del colesterol malo, la copa y el puro) y son expertos en cifras y mercadotecnia digital. Las ideas que hoy circulan sobre el Barça son casi unánimes en este círculo de información privilegiada: a) “El agujero ha crecido” y b) “Tendremos que modificar el sistema de propiedad”.

Es un diagnóstico que deja cada vez menos margen a la pasión descontrolada y la creatividad desatada de la empresa familiar encarnadas por Joan Laporta. La deuda, delirante, es el motor de esta historia de reproches que se afirman en una dimensión real pero que se amplifican en encuentros falsamente secretos, conversaciones por Telegram y una voluntad de acción que ya no niega, ni en público ni en privado, la posibilidad de una moción de censura.

El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta

El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta

Marta Pérez/EFE

A diferencia de otros momentos del barcelonismo moderno, los culés con influencia han mantenido cierto fair play y respeto por el presidente Laporta. Pero a medida que las disensiones se acumulan (la tropa de damnificados empieza a ser multitudinaria), la sensación de vértigo deja de ser una intuición o una mueca de aguafiestas para transformarse en emergencia. Por experiencia, los culés sabemos que en momentos como este hay que afinar y distinguir la propaganda (de unos y otros) de la información rigurosa sobre la vulnerabilidad que sufre el club. Por ahora, no hay bocazas populistas que anden buscando el protagonismo fácil de una incitación al motín. De todos los datos, el que mejor explica la debilidad institucional y emocional del club es la bajísima solicitud de abonos para Montjuïc. Eso sí: cada vez que escuchamos o leemos el concepto “modificar el sistema de propiedad”, ya no estamos mareando la perdiz ni traficando con globos sonda y consignas envenenadas. Estamos hablando de una idea que crece a una velocidad proporcional a la deuda y que, por desgracia, tiene un avalador difícil de rebatir: la realidad.

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