La frase, rotunda como pocas, la pronunció José Luis Núñez en el aeropuerto de El Prat el 8 de mayo de 1986. La expedición del Barça acababa de aterrizar tras sufrir el mayor varapalo de su historia, incluso peor que el de la final de los infaustos postes de Berna, al haber perdido ante el Steaua de Bucarest la Copa de Europa en Sevilla. “Schuster no volverá a jugar más en el Barça”, aseguró Núñez, siempre vehemente. Terry Venables había sustituido al alemán en el minuto 85 por Moratalla, y Bernardo, como le llamaba un popular periodista radiofónico, no tuvo otra ocurrencia que ducharse y largarse del estadio destino a Carmona antes de que acabara el partido en el Pizjuán. Como era habitual, acompañado por su mujer, Gaby, a la que siempre le persiguió la sombra de ser la que tomaba las decisiones en aquella casa.
Schuster sería sancionado durante un año sin jugar, decisión que recurrió ante los tribunales y tuvo que ser revocada por el club en el tramo final de la temporada. Ya era tarde, porque el prodigio alemán había llegado un acuerdo con Ramón Mendoza y fichó por el Real Madrid tras finalizar su contrato con el Barça. Schuster no era Messi. Nadie ha sido Messi. Pero en los años ochenta era lo que más se le acercaba. Ídolo de la afición blaugrana, sus pases milimétricos de 40 metros ponían en pie al Camp Nou. Sus faltas también entraban por la escuadra. Pero acabó protagonizando el que seguramente haya sido el mayor enfrentamiento entre un jugador del Barça y el presidente del club. Así que seguro que asiste estos días al conflicto entre Messi y Josep Maria Bartomeu pensando que es un juego de niños.
Núñez, tras perder la final de Sevilla
“Schuster no volverá a jugar más en el Barça”
El 28 de abril de 1988, pocas semanas antes de su marcha al Real Madrid, Schuster estaba citado junto a todos sus compañeros en el hotel Hesperia. No apareció pero aquella rueda de prensa acabó siendo uno de los puntos más oscuros de la historia blaugrana. La plantilla, con Luis Aragonés a su lado, pidió la cabeza de Núñez por un conflicto con Hacienda pero les salió el tiro por la culata. El domingo siguiente el Real Madrid visitó el Camp Nou y la pitada de la afición a los futbolistas fue de las que hacen época. “Núñez no aflojes”, rezaba una de las muchas pancartas colgadas en la grada. Solo Schuster, ídolo de ídolos, fue ovacionado. Días más tarde, el presidente blaugrana volvía a culminar una jugada maestra y anunciaba el fichaje de Johan Cruyff como nuevo entrenador. 14 jugadores de los que protagonizaron el Motín del Hesperia fueron despedidos. En efecto, el 2020 parece un juego de niños comparado con 1988.
El propio Cruyff protagonizó una salida tormentosa del club como jugador, mucho menos de la que protagonizó como entrenador, eso sí –sillas voladoras incluidas–. Tampoco Kubala, que como el holandés también tiene una estatua en el Camp Nou, abandonó el Barça por la puerta principal. Enfrentado con Enric Llaudet, el húngaro se fue al Espanyol. No parece que Messi vaya ahora a seguir su camino.