Buen partido del Barça, presuntamente

Opinión

Buen partido del Barça, presuntamente

Noche rara en el Camp Nou. Y no sólo por el frío y el viento. Hacía 17 años que el Barcelona no echaba a un entrenador a mitad de temporada y la noticia de la destitución, salvada la primera impresión, se había vivido durante los días previos un poco como si ya tocara. Como si el barcelonismo se debiera a sí mismo una maldad, un cambio de entrenador decidido en caliente, un mecanismo inherente al fútbol de élite pero vetado oficiosamente por el club blaugrana por considerarlo antidogmático, sea cual sea el dogma, que a estas alturas no se sabe muy bien cuál es.

Superado el primer partido de Quique Setién, soso sin más, resulta cruel revisar cómo nos hemos comportado esta semana (me incluyo, aunque no haya participado para no quedar como un soplón), empujados por el factor novedad. Ha sido divertido asistir a la reacción colectiva, un pelín tontaina, asumámoslo con naturalidad, ante la llegada de un nuevo técnico. La falta de costumbre la justificaba, dejémoslo así.

Acabaron juntos Riqui Puig, Busquets y Arthur para quedarse la pelota, anticipo significativo

Ante la primera vez siempre aparece un cosquilleo que nos conduce al engaño consentido, a exagerar supuestas innovaciones que sabemos que son chorradas elevándolas hasta fingir una alegría lo menos postiza posible. Que si Setién ha cenado con la plantilla, qué enrollado, que si ha participado en el rondo como uno más, qué toque de balón conserva el tío, que si mira como ríe con Messi, oíste lo que comentó de las vacas, qué majo, y tonterías así.

Pero como los milagros escasean, así en el fútbol como en la vida, lo desplegado ante el Granada devolvió al personal a la tierra. 1-0 con un jugador más y vámonos a casa que hace un frío que pela. En realidad el partido tuvo apariencia de simulacro, de preestreno antes que del espectacular estreno con el que se había fantaseado, con los actores aún memorizando el libreto del director, apuntando maneras que se intuye gustarán al público… quizás más adelante.

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Messi bendice a Riqui Puig con Piqué como testigo

LLUIS GENE / AFP

Conclusiones que sacar hubo por tanto pocas, detalles bastantes, sobre todo para deleite y salivación del numeroso pelotón de especialistas pizarreros, desanimados al conocer la alineación pero eufóricos ante el intervencionismo de Setién desde el banquillo una vez empezado el partido y una vez contabilizados los pases, más de mil.

Ansu Fati muy abierto como extremo puro, Messi haciendo de media punta y punta al mismo tiempo (los milagros para él sí existen), las jugadas más masticadas, ningún balón rifado, más intercambio de posiciones y movilidad, centrales muy avanzados, Sergi Roberto más centrado sin balón… una juerga para el reseco paladar de los comentaristas especializados ya mencionados, que andaban aburridos con el estancamiento de Valverde.

El cambio de entrenador levantó, lógicamente, demasiadas expectativas

Pero para ser justos, a efectos del espectador estándar que no se detiene en analizarlo todo del derecho y del revés sino da dejarse llevar por lo que ve, el partido dejó poca trascendencia, hasta el punto de reconocer (no en público ni tampoco en privado, sino en la más absoluta intimidad) que si este partido lo firma Valverde no le cae ni un elogio. Y que si a alguien se le ocurre afirmar que el último partido de Valverde fue bastante mejor que el primero de Setién, habría sido inmediatamente conminado a guardar silencio. No son días para aguafiestas.

Quedémonos con lo bueno. La hiperactividad de Messi, la asistencia de Arturo Vidal en el 1-0, de espaldas y pisándola con el talón, la irrupción de Riqui Puig y la configuración final del centro del campo, con el canterano, Busquets y Arthur sobre el campo para conservar el balón, en una coincidencia que anticipó muchas más intenciones por parte de Setién que las que fueron vistas ayer ante el Granada.

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