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Reacción de campeón de Pogacar, que resucita en Cauterets

Tour de Francia | 6.ª etapa

El esloveno no se deja intimidar por el despliegue del Jumbo en el Tourmalet y derrota a Vingegaard en el primer final en alto

Pogacar tras atacar a Vingegaard e irse solo en Cauterets 

STEPHANE MAHE / Reuters

Hay noticia en el Tour: hay Tour, queda mucho Tour. Viva el Tour. Un superlativo Jumbo y un ambicioso y extramotivado Vingegaard se encontraron en la etapa reina de los Pirineos a un majestuoso Tadej Pogacar. Unos jugaron a sentenciar la carrera en la sexta etapa. El otro revivió cuando le querían enterrar. El doble ganador del Tour sacó su carácter, su garra y su orgullo para protagonizar una reacción de auténtico campeón más arriba de Cauterets, en el Plateau de Cambasque, donde por fin, después de dos años, hizo daño al danés, que había respondido siempre a todos sus ataques. 

Pero ni Vingegaard es inmaculado ni Pogacar había dicho su última palabra. El danés que a veces parece que vaya en carroza conoció a un jefe del UAE desconocido, más cerebral que nunca, inteligente y clínico. No hizo alardes. No se exhibió. Sino que economizó los esfuerzos. Guardó fuerzas para su gran golpe. Un disparo, el bueno. Si alguien esperaba una nueva derrota de Pogacar se equivocaba. Los campeones encajan derrotas y las olvidan a base de victorias. Es lo que hizo el esloveno herido. La mejor defensa con él siempre es un buen ataque. Lejos de dejarse intimidar por el poderío del Jumbo, se vengó.

Segundo a 25s del líder

El esloveno, destronado, prometió batalla hasta París y en Cauterets cumplió su palabra. A 2,8 km de la meta el Tour se volvió a abrir, de par en par

Dos veces atacó Vingegaard, ambas respondió su rival, resucitado. Un demarraje le bastó a Pogacar y el defensor del título se plegó. A 2,8 km de la meta el Tour se volvió a abrir, de par en par. El esloveno, destronado, prometió batalla hasta París. En Cauterets cumplió su palabra. “No ha sido una revancha. Quería ganar la etapa y recuperar tiempo pero habrá pelea hasta el final”, vaticina el renacido.

Afortunados los aficionados que les admiran. Pobres de los otros ciclistas que los sufren. Macron aplaudió en el podio a Pogacar, el ganador, ya son diez etapas en la mejor carrera. El presidente de la República Francesa, de visita, también aplaudió a Vingegaard, que recibió el maillot amarillo como nuevo líder. Veinticuatros segundos le sacó el esloveno. 25s tiene de ventaja el danés. Mientras Carlos Rodríguez, con apenas 22 años, ya es quinto de la general, tras llegar a la par de Hindley y Simon Yates, tirando de ellos, el más fresco y entero del resto.

Unos kilómetros antes nada hacía presagiar tal desenlace. Para nada. Es más, en el Jumbo se frotan las manos. Todo avanza según lo previsto. “Muy buen trabajo. Has puesto a Pogacar al límite”, le dice al oído Grischa Niermann, director deportivo, a Vingegaard. Se lo dice por el pinganillo. Pero lo escucha todo el mundo. Una de las grandes novedades de este Tour es que las radios de los equipos se pueden emitir en antena, igual que pasa en la Fórmula 1. Algunos pensaron que era una exageración, que era una incorporación innecesaria para el ciclismo. Pero viendo al Jumbo-Visma, la banana mecánica, en acción se entiende que se hagan públicas esas comunicaciones. Su estrategia de carrera es de laboratorio, parece que controlen hasta la meteorología, como las escuderías de F1, y solo les falta cambiar las ruedas de las Cervélo de forma milimétrica como en los pit stop.

Han convertido el Tour en su circuito. Da igual que se suban el Aspin, el Tourmalet y Cauterets. Los Pirineos son un tablero, lisito, bien encerado. Ellos imaginan y los bólidos van ejecutando la táctica tal y como se planeó en el autobús. No miran los porcentajes de las rampas. Casi no importa el resto de pelotón. Las piezas del Jumbo se van moviendo con una sincronización suprema. Quieren sentenciar el Tour en la primera semana.

Llegó tirando de Simon Yates y Hindley

Carlos Rodríguez, el más fresco y entero del resto, ya es quinto de la general con apenas 22 años

Se baja la bandera, se da inicio real a la carrera y Wout van Aert se lanza al ataque en el mismo kilómetro cero. Es el inicio de una interpretación de una orquesta afinada. El belga abre camino y los que se van con él, hasta que puedan, saben que siguen a la rueda buena. Van Aert hace toda la etapa en cabeza de carrera, sin mirar quienes van con él. Primero con los escapados. Después, cuando corona en el Tourmalet, con Vingegaard, al que espera, y Pogacar, que le acompaña.

Pogacar en el Tourmalet sabe a lo que se enfrenta. Sorprendido en el Marie Blanque, esta vez lo ve venir. No hay que ser un científico. Van Baarle tensa, Kelderman aprieta aún más hasta dejar el grupo en cinco, tres de ellos del Jumbo. Solo aguantan Pogacar y el líder, Hindley. Y cuando entra en acción Kuss, el detonador, el que enciende la mecha con su ritmo, el maillot amarillo se corta y prefiere buscar refugio al lado de los que solo pueden aspirar a luchar por el tercer puesto. El australiano se resigna, comprende que perderá el liderato, que aún no está para competir con los dos mosqueteros.

A falta de 2 km de la cima del coloso, tal y como estaría escrito, Vingegaard pone a prueba a Pogacar. El esloveno, resiste, se pega al danés. La acción se repite en Cauterets. Van Aert prepara el terreno y su capo ataca. Pero Pogacar no se dobla. Es más, sale respondón y pasa a la acción. Y deja en papel mojado la táctica de Vingegaard. Porque, al final, lo único que el Jumbo no puede controlar en este Tour es el orgullo de campeón de Pogacar.