Siete años después de su confesión pública y pasados ocho de que se anularon todas sus victorias en el Tour de Francia, Lance Armstrong (48) ha abierto las puertas a un extenso documental periodístico. Son decenas de horas de grabación y numerosas entrevistas –al exciclista y también a quienes le rodearon durante su carrera– que se han sintetizado en 3 horas y 22 minutos de programa que la cadena ESPN ha emitido en dos bloques, los domingos 24 y 31 de mayo.
La autora del reportaje es la californiana Marina Zenovich, que en el pasado ya ha realizado otros documentales biográficos de personajes polémicos como Richard Pryor, Bernard Tapie, Robin Williams o Roman Polanski. Desde el primer minuto Armstrong se sincera: “No te mentiré Marina. Lo que te diré es mi verdad. No mi versión de los hechos, sino la manera como yo los recuerdo”.
Podría ser peor, yo podría ser Floyd Landis y despertarme cada mañana sintiéndome como una mierda”
El exciclista texano expone sus excusas, pero al mismo tiempo mantiene algunos enemigos irreconciliables. Así, es capaz de reconocer que “la forma en que me comporté, siendo el líder de un deporte, de una causa, de toda una comunidad... es inexcusable. Mi comportamiento fue absolutamente inapropiado, me aproveché de mi posición y de todo ello me siento profundamente apenado”. Pero al mismo tiempo asegura que duerme “sin problemas” por las noches y que su situación actual “podría ser mucho peor, yo podría ser Floyd Landis y despertarme todas las mañanas sintiéndome como una mierda”, un menosprecio sin límite para uno de sus excompañeros de equipo y personaje que colaboró con las instancias públicas de EE.UU. para acelerar la caída del mito Armstrong.
En el fondo, el documental transmite la imagen de un exdeportista que se siente maltratado. Su exposición comparativa con otros corredores de sus tiempos es significativa de cómo sigue pensando Armstrong. “En Italia, a Ivan Basso lo tratan como a cualquier otro mientras que a Marco Pantani lo destruyeron en la prensa, lo expulsaron del ciclismo y está muerto. En Estados Unidos, George Hincapie es glorificado, le ofrecen trabajos, lo invitan a las carreras, compran sus mierdas. Y a mí, me destruyen. ¡Qué imbéciles!”, exclama.
Lance Armstrong explica cómo se inició en el dopaje. Recuerda cómo no se había dopado antes de llegar a profesional, a los 21 años, y es conciso para recalcar que siempre supo qué tomaba y para qué servía. Campeón del mundo en 1993, explica que al año siguiente sufrió enormemente para seguir el ritmo del pelotón y que fue en 1996 cuando entró en el mundo de la EPO, la gasolina del ciclismo de la época. “Fue también el único año que tomé hormona del crecimiento y en algún rincón de mi cabeza subsiste la duda” [sobre si tuvo que ver con la aparición de su cáncer testicular].
Lo que diré no es popular: la EPO es un producto seguro bajo control médico y con las dosis adecuadas”
Al hablar de la EPO Armstrong avisa: “Lo que voy a decir no es popular, pero la EPO es un producto seguro si se toma bajo la supervisión de un médico, con las dosis adecuadas”. No recomendaría doparse a su hijo Luke (juega a fútbol americano): “Ahora, en la universidad, sería una mala idea. En la NFL sería distinto...”
En el documental aparecen numerosos testimonios del entorno del exciclista. La realizadora estadounidense entrevistó a corredores de la época, como Jean Christophe Bassons, Ivan Basso, Jesús Manzano... pero también son muchos los que se negaron a aportar su punto de vista. Nadie de la organización del Tour de Francia quiso colaborar. Tampoco hablaron Greg Lemond o Richard Virenque.
El momento más emotivo de la emisión, según la versión de Marina Zenovich, llegó al tratar el caso de Jan Ullrich. Aparecen lágrimas en los ojos de Armstrong. Según la periodista, “creo que lloraba por Ullrich, por Pantani... pero en cierto modo era por él mismo”, explicó en L’Équipe.
Zenovich asegura que ha tenido libertad absoluta con el material obtenido y que Armstrong no se mostró totalmente complacido. “Hay cosas que no le han gustado, pero si no fuera así, no habría hecho un buen trabajo”.
Interesante también la conclusión de Lance Armstrong: “Si no hubiera regresado en 2009 todo esto no habría sucedido”.