Para lo bueno y para lo malo la última final four de la Euroliga que disputó el Barça, celebrada en 2014 en Milán, no es más que un vago recuerdo. Para lo bueno porque la humillante derrota ante el Real Madrid en semifinales es como el brócoli que te sirven junto a un trozo de carne, es mejor apartarlo y no hacerle caso. Y para lo malo porque tener que rebuscar en lo más profundo de la memoria para visualizar en una final four al Barça, habitual en estas lides no hace tanto, es hasta doloroso.
Apenas 800 kilómetros separan Milán de Colonia pero para el Barça han sido siete años de travesía por el desierto. De tocar fondo, cuando vagaba por las pistas europeas intentando esquivar el farolillo rojo, y de por fin de volver a bailar con la élite. El regreso de Pesic hace ya tres años comenzó a poner los cimientos de la reconstrucción. La apuesta realizada en los despachos del Palau (con el visto bueno de Bartomeu) hace dos años consolidó un proyecto al que la pandemia cercenó sin piedad cuando soñaba con regresar a una final four . El fichaje de Jasikevicius este último verano fue el toque final del sastre. El Barça era un equipo concebido para el éxito y obtener el pasaporte para Colonia era el gran objetivo de la campaña.
El quinto asalto ante el Zenit debe ser un punto de inflexión para el Barça, que suma a Gasol a su causa
La manera en la que el Barça ha alcanzado la final four tiene tantas lecturas como permite el deporte, que son muchas. Como muestra, un botón. El Real Madrid cayó eliminado contra el Efes en un quinto partido agónico y tras una serie monumental. La palabra fracaso no existe en este caso, al menos para los encargados de analizar lo sucedido. Lo del equipo de Laso es casi una gesta. Eso sí, no estará en Colonia (como tampoco ganó la Copa). En cambio, el quinto partido del Barça era para muchos una enorme oportunidad de fracasar. Y el mérito que tuvo por ganar fue relativizado por los mismos. Era lo normal. Bueno, el mundo es libre (por suerte) y cada uno puede hacer la lectura que prefiera. Desde estas líneas la única que existe es positiva. Nadie esconde que no se ha jugado nada bien en los cuatro primeros partidos y que el Zenit, pizarra en mano, ha superado al Barça. Pero la única certeza es que el equipo azulgrana será el único representante español en la cita de Colonia y lo será con todos los honores.
El quinto partido ante el Zenit tiene todos los ingredientes para convertirse en un punto de inflexión en la temporada del Barça, que necesitaba un empujón tras unas semanas bastante grises. Así debe tomárselo la plantilla azulgrana, que completó un acto de compañerismo y profesionalidad que debe servir como base para la gran cita de Colonia. Todos los jugadores se implicaron en defensa y los gritos de Jasikevicius no fueron tan escandalosos como en los cuatro partidos anteriores. Las cosas estaban saliendo como esperaba.
Pero más allá del juego y del resultado, el Barça tiene mimbres para permitirse soñar. Y el más espigado es el de Pau Gasol. El de Sant Boi lanzó un mensaje a sus críticos, que no son pocos ni muchos pero ahí están. Gasol fue un factor realmente determinante por primera vez desde su regreso. Ejerció de líder aunque no le toque –hay otros jugadores en la plantilla llamados a esas labores– y confirmó que no ha hecho parada en el Palau de turismo. Aunque muchos quedaron sorprendidos por este paso adelante repentino, la apuesta que hizo por él Jasikevicius en el decisivo quinto asalto tenía base, tras dos sesiones de entrenamientos inmensas del exLaker. Ahora dispone de tres semanas para acabar de ajustarse. Pero el Milan de Messina, el único equipo que debe preocupar al Barça ahora mismo, ya sabe lo que le espera. Un rival con siete años de hambruna acumulada.