¡Oh, Canadá! (1812-2025)

Deportes sin fronteras

Las sanciones y amenazas de Trump envenenan también el deporte

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Matthew Tkachuk, Team USA, en plena pelea con Brandon Hagel, Team Canada, en el Bell Centre de Montreal 

MINAS PANAGIOTAKIS / AFP

Cuando el mundo parecía una balsa de aceite y Donald Trump no amenazaban el orden surgido de la II Guerra Mundial (y menos aún sus fronteras), los canadienses (o algunos de ellos) llegaron a presumir de haber quemado Washington, el Capitolio y la Casa Blanca en 1812. Es una interpretación un tanto sui géneris de la historia, porque el país no existía (nació como tal en 1867 y no fue plenamente independiente hasta 1982), el incidente tuvo lugar en el contexto de las guerras napoleónicas, y las tropas que realizaron la escabechina eran británicas y procedían de las Bermudas.

Ahora el episodio es una de las excusas del presidente norteamericano para imponer tarifas al vecino del norte, declararle la guerra comercial y proponer una anexión. Y como los canadienses son un pueblo pacifico pero tan orgulloso como el que más, el mal rollo ha llegado a los terrenos deportivos, y el himno estadounidense ( The Star Spangled Banner ) es silbado sistemáticamente en los partidos de la NHL y la NBA al norte de la frontera, desde Vancouver y Calgary hasta Toronto y Quebec. Amigos ayer, enemigos hoy.

El himno de los Estados Unidos es silbado de manera sistemática en los partidos de la NHL y la NBA

La tensión alcanzó su punto álgido en un partido del Torneo de las Cuatro Naciones de hockey sobre hielo en el Bell Centre de Montreal, al que los locales llegaban imbatidos en los últimos diecisiete encuentros internacionales de primer nivel. Los visitantes, irritados por el abucheo al himno y con un cierto espíritu trumpista, saltaron a la cancha dispuestos a romper el orden establecido, y a los nueve segundos ya había habido tres peleas. La táctica dio resultado a Team USA, que ganó a Team Canadá por 3 a 1.

Hasta 1991, la Unión Soviética fue el principal rival en hockey tanto de estadounidenses como de canadienses, con partidos memorables como la final de los Juegos Olímpicos de Lake Placid (victoria sorprendente de los EE.UU sobre la URSS). Pero desde la caída del muro de Berlín el mal rollo se ha trasladado a los duelos entre los dos gigantes norteamericanos, debido sobre todo a la convivencia de jugadores de ambos países en los equipos de la NHL, y al hecho de que Canadá ha dejado de dominar la Stanley Cup. Hoy en día franquicias de lugares tan poco invernales como Las Vegas o Tampa (Florida) alzan el trofeo con más frecuencia que las de Edmonton y Montreal.

La rivalidad interamericana se ha extendido al fútbol (compiten directamente en los torneos clasificatorios para los mundiales), el baloncesto e incluso el béisbol, desde que en el llamado “milagro sobre la tierra” del 2006 los canadienses se impusieran de manera increíble a los Estados Unidos en el World Baseball Classic. Las entradas más baratas en reventa para el choque en el Torneo de las Cuatro Naciones (el de las tres peleas en nueve segundos) costaban 500 euros, y las mejores se cotizaban a doce mil.

“En el espíritu de este gran deporte que nos une, rogamos encarecidamente a los espectadores que respeten los himnos nacionales que representan a cada país”, pidió un anuncio en francés y en inglés por la megafonía del Bell Centre. El de los Estados Unidos fue inevitablemente silbado, mientras que el Oh, Canadá fue cantado con un inusitado fervor patriótico.

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La historia entre los dos países es más sangrienta de lo que podría pensarse, con dos intentos estadounidenses de hacer suya buena parte de lo que hoy es Canadá, la invasión de York (hoy Toronto), la anexión de Maine y territorios en torno al río Misisipí por tropas anglo canadienses, y la quema de la Casa Blanca (aunque fuera por los británicos). La guerra de 1812 acabó con el Tratado de Gante. ¿Cómo acabará la del 2025? ¡Oh, Canadá!

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