No es la primera columna que le dedico a los caballos, pero qué se le va a hacer, en casa los tenemos muy presentes.
Esta vez me ha inspirado Paloma Arenós. Lo hizo a través de un reportaje que le leí hace unos días en estas páginas, en La Vanguardia: Arenós es una gran buceadora de historias y, cuando encuentra una, la empaqueta, la envuelve y la convierte en un tesoro.
Esta vez el tesoro es Hervé Jacquot.
Hervé Jacquot y sus caballos.
Avanzar, comer, dormir, así vive la naturaleza, cuántas cosas me estoy perdiendo mientras tecleo
Hervé Jacquot es hoy un caballero septuagenario sumergido en una misión de Dios. A eso le ha llevado la vida. La vida, o la muerte de su segunda mujer, “el amor de mi vida”, como la describía ante Paloma Arenós. El deceso, decía Jacquot, ha sido su motor: jubilado como está, ha dejado todo atrás, incluidos tres hijos y cinco nietos, para hallar la paz abrazado a los caballos.
(...)
El hombre y dos caballos, Emma y Elly, y también un perro, Rahan, empezaron a caminar hace tres meses.
Partieron desde Francia, cruzaron los Pirineos y tiraron hacia abajo. Siguiendo el Mediterráneo, alcanzarán Almería en verano y luego regresarán hacia el norte por Portugal para llegar a Galicia y doblar hacia el este por Euskadi. En un año, Hervé Jacquot espera alcanzar Alemania y, luego, profundizar en Europa, rumbo a los Urales y, virando hacia el sur, Turquía.
A lomos de sus caballos y con el perro correteando entre sus patas, Hervé Jacquot pretende acariciar los cuatro puntos cardinales que configuran las esquinas de Europa, y yo, sentado en mi pupitre en la redacción, le envidio con una envidia sana, pues la vida también es esto.
–¿Y dónde duerme?
–Lleva una tienda de campaña en las alforjas. Y si el tiempo se complica, busca alojamiento en las hípicas que aparecen en el camino.

Hervé Jacquot y sus dos caballos en una hípica de Terrassa
(Los amantes de los caballos, sean aquellos que saltan obstáculos o aquellos que practican la doma, todos ellos son solidarios entre sí, eso lo tengo muy claro).
Pensando en Hervé Jacquot, me lo imagino en las noches abrazado a sus caballos, fumando en pipa y saboreando la vida que tuvo y se fue mientras planifica la ruta de mañana, un camino que piensa recorrer poco a poco y en silencio, a horcajadas, saboreándolo a largos tragos, contemplando el horizonte sin que le importune una llamada telefónica ni un insulto en las redes sociales, sin preocuparse por la hipoteca ni el pago del alquiler, ni por lo que decida Trump ni si cae la bolsa, ni si ha perdido su equipo de fútbol, tan solo buscando un herrero porque ha advertido que Emma cojea levemente. Avanzar, comer, dormir, avanzar, comer, dormir, así vive la naturaleza, cuántas cosas me estoy perdiendo mientras tecleo en este ordenador, qué maestro este Hervé Jacquot, maestro hasta el final.