Recuerdo hasta el color del papel. Yo debía de tener siete u ocho años y me levanté de la cama de un salto, con motivo: era el día de Reyes y los regalos esperaban en el comedor. En cuanto abrí la puerta, la vi en un extremo del sofá. Entre otros paquetes envueltos, cuadrados o rectangulares la mayoría, destacaba uno totalmente esférico en una esquina. No había duda: era una pelota. Arranqué con ansia el papel de color azul con estrellas plateadas y la abracé con ganas. Quizás antes había chutado otras, pero aquella era diferente. Era mi primera pelota de cuero. Mía. Blanca con octágonos negros, como mandaban entonces los cánones antes de que los balones se llenaran de dibujos extraños y mil colores, aquella pelota se convirtió en una extensión de mí durante muchos años.
Recordé mi primer noviazgo esférico ayer, cuando antes del partido contra el Las Palmas y el enésimo empeño catalano-culé de celebrar las fechas importantes con derrotas, vi el excelente cortometraje Volem la pilota, inspirado en el manifiesto de David Carabén.
Si no lo han visto y son culés, háganse un favor y búsquenlo.
Aquellas imágenes me transportaron a los días con mi primera pelota, cuando era un niño y me di cuenta de repente de que no había escogido ser del FC Barcelona, que simplemente había ocurrido. Yo era del Barça. Ocurre con las cosas genuinas de la vida que nos definen, como enamorarse, tener o no tener fe en dios o la condición sexual, que si son de verdad no se eligen; simplemente ocurren.
Por eso, y pese a la inaceptable caraja del equipo desde la victoria en el Bernabéu, con un punto de nueve en liga que ha dilapidado la ventaja conseguida, he decidido dedicar esta columna al buen sabor de boca de la celebración del 125.º aniversario del club. Soy capaz incluso de pasar de largo de las sonoras ausencias en el acto del Liceu (Guardiola, Puyol, Iniesta, Luis Enrique, Messi, Evarist Murtra, etcétera) porque días antes Carabén nos regaló a los culés una entrevista con el astro argentino en la que el diez se deshacía en elogios y nostalgias con el club de su vida.
Queda esa herida por cerrar, pero hay tiempo si se pone voluntad. El de la inauguración del nuevo Camp Nou sería un día inmejorable para reunir a las principales leyendas de la historia de club, permitir que la grada les diera las gracias con una ovación, e inmediatamente después hacer las paces con el mejor. Tras publicarse un extracto de la entrevista de Carabén y Messi, apuntó una idea el enfant terrible del Twitter culé, Jaume Torres, que suscribo. “Esto debería acabar con 105.000 personas en el Camp Nou acabado en 2026 con un Barça-Argentina. Ovación de media hora, media parte con cada equipo, estatua y todos contentos. A casa y finiquitado el tema”.
Y a cumplir 125 años más.