En un club tan estruendoso y volcánico como el Barça pocas cuestiones han generado tanto consenso en los últimos años como el acuerdo de patrocinio que alcanzó el club con la plataforma Spotify. No solo porque es una marca conocida a escala planetaria sino también por el hecho de que no se trata de una firma de una línea aérea de algún país del golfo Pérsico. Un pacto que modernizó la imagen del Barça y que ha posibilitado golpes de efecto como lucir camisetas únicas para partidos señalados como siempre es un clásico contra el Madrid. Primero fue Drake; después, Rosalía con su pegadizo Motomami, y ahora el club viaja a la eternidad de la música rock fundiendo sus colores con una multinacional tan longeva como la que representan los Rolling Stones.
A pesar de que ya hace décadas que dejó de ser un grupo de jovencitos, la banda liderada por Mick Jagger (80 años) conserva el aroma de irreverencia y de rebeldía, reflejada en el logo de su lengua. Son argumentos que muchas veces ha querido enarbolar el Barça cuando se ha sentido acorralado por el poder establecido. Cierto es que a otros equipos se les permiten de por sí presiones a los colegiados y a las instituciones deportivas o políticas sin que nadie se escandalice. El centro de influencia en España está en Madrid y esa es una afirmación que no tiene vuelta de hoja. Pero también es verdad que el Barça ha dado pie con sus errores y con sus decisiones a que le busquen las cosquillas. Mientras la entidad se felicitaba por asociarse con sus Satánicas Majestades , el juez Aguirre imputaba el día anterior al presidente Laporta por el caso Negreira. Puede que quede en nada en los tribunales o no. Lo que es inevitable es que esa música haga tanto ruido que ya más que rock de los Rolling Stones es heavy. Igual para el clásico del Bernabéu el Barça se alía con Iron Maiden.