Lo sueños helados de Nueva York se derritieron el sábado en una playa de Florida.
Tal vez dentro de un tiempo, el cambio climático habrá dado la vuelta a la realidad como un calcetín y puesto las cosas en su sitio. Entonces, la bahía de Tampa Bay será la tundra y en lugar de ir a hacer esquí acuático, allá habrá nieve y trineos y renos tirando de los carros. En esa nueva época, en Canadá y el norte de Estados Unidos jugarán al voley-playa a la sombra de cocoteros y tomarán mojitos en pleno diciembre luciendo cuerpos serranos al sol radiante.
Porque tal como está hoy la situación, resulta aberrante hablar de un deporte de invierno como es el hockey hielo, al menos según el criterio olímpico, y que el equipo dominante en Estados Unidos, con logros de récord tras llevarse los dos últimos campeonatos, sea el de los Lightning de Tampa Bay.
Ya tiene su cosa que en un lugar donde no han visto la nieve más que en las noticias y que jamás han tenido un lago helado como esos del norte, tan propio de las películas, en el que padres e hijos, novios y novias van a patinar, pues eso, tiene su cosa que la franquicia de los relámpagos aspire a ganar por tercera vez consecutiva la Stanley Cup, la gran final de la liga estadounidense.
Esta vez se enfrentarán a los Avalanche de Colorado –avalancha parece un nombre más apropiado para un equipo de este deporte– y, si se imponen de nuevo en esta serie, los Lightning se apuntarán tres títulos seguidos, algo que no sucede en la NHL (la liga de hockey hielo) desde hace cuatro décadas.
En una especialidad donde los equipos se transforman rápido por los muchos traspasos, lesiones y egos, los de Florida mantienen una plantilla estable y un estilo de juego que destrozó en seis partidos el sueño de los Rangers y de los neoyorquinos en la final de la conferencia Este. Los del Madison Square Garden se pusieron 2-0 en la eliminatoria y se desató la euforia en la Gran Manzana como hacía años que no sucedía. Pero, como un relámpago, los de Tampa arrasaron en los cuatro partidos que vinieron después.
El asunto deja, sin embargo, buen sabor de boca en Nueva York. Los fans de los blues han sacado sus camisetas de nuevo, se han reunido en bares y en Central Park para ver juntos estos choques si los Rangers jugaban fuera o no podían acceder a un Madison abarrotado. Palparon volver a la gran final, cosa que no sucede desde 2014 cuando perdieron contra los Kings, domiciliados en otro lugar poco propicio para este deporte: Los Ángeles. Queda claro que el hockey hielo es para el verano.