¡Homosexuales, bienvenidos a Qatar!

PELOTAS FUERA

¡Homosexuales, bienvenidos a Qatar!

Nasser Al Khater, director ejecutivo del comité organizador del Mundial de Qatar, ha dado permiso a los gais para que acudan al país del golfo a ver fútbol. A condición, claro, de que no hagan manitas en público y se anden con cuidado con las carantoñas. Y por supuesto, nada de locas, plumas y pantalones que marquen glúteos.

No los van a ahorcar, ni esclavizar después de retirarles el pasaporte. Tampoco los jeques y príncipes se divertirán grabándoles con hierros ardientes la palabra maricón en la espalda. Ya ven, todo son buenas noticias. De la edad de piedra a la edad del hierro, saltándose la del bronce. Todo un avance. La corrupción de los altos estamentos del fútbol, que permitió la designación del emirato como sede mundialista, va dando sus frutos. Alegrémonos. Ahora sabemos que no se trataba únicamente de engrosar las cuentas corrientes de algunos con las clásicas mordidas. Había un objetivo noble tras el vil enriquecimiento. Las tropelías eran solo una máscara para disimular buenas intenciones. Lo que se pretendía era que el fútbol actuara como la vaselina que permitiese penetrar a la teocracia qatarí con el ariete del respeto a los derechos humanos. Ahora vamos viendo que tenían razón los que defendieron que si para conseguirlo era necesario utilizar el anabolizante de la corruptela, bienvenida fuese en su momento la compraventa de voluntades. Ole, ole y ole. Ahí están los resultados: Gays, you’re welcome in Qatar!

Si te vendes, te han comprado; por mucho que quieras explicarlo al revés

Supongamos que todo esto fuera cierto. Y que realmente el Mundial, más que para legitimar el vergonzoso sistema de valores que imponen la caterva de príncipes de Qatar –anden a otro con el cuento de que todo ha de respetarse– sirviese para forzar un pequeñito avance que lo aproximara a los mínimos exigibles de respeto a todas las personas. Si esto fuera así, para incentivarlo y ayudar en el empeño, no queda otra que asegurar que cada columna que se escriba referida a los organizadores se convierta en un bofetón en su mejilla. Hasta conseguir que afloren en ellas los colores de la vergüenza.

Aunque también es cierto que esto
sería en realidad un acto de narcisismo excesivo, propio de un plumilla que
sufre la enfermedad clásica del oficio, la de los humos subidos a la cabeza. Nada de lo que se diga y escriba cambiará
sustancialmente las cosas. El país más hipócrita del planeta –con todo occidente convencido de sus simpatías y
algo más por algunas organizaciones
terroristas– no va a transformarse por acoger un puñado de partidos de fútbol. No es el Mundial el que les va a cambiar. Más bien son ellos los que ya han hecho mutar el presente y el futuro del fútbol con sus talonarios. Si te vendes te han comprado. Por mucho que quieras explicarlo al revés.

Lusail (Qatar), 21/11/2021.- The trophy of the FIFA World Cup 2022 on display on the grid before the 2021 Formula One Grand Prix of Qatar at the Losail International Circuit in Lusail, Qatar, 21 November 2021. (Fórmula Uno, Estados Unidos, Catar) EFE/EPA/NOUSHAD THEKKAYIL

El trofeo de la Copa del Mundo, en Qatar

NOUSHAD THEKKAYIL / EFE
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