En el clásico navideño Milagro en la calle 34 (ganador de tres Óscars, con Maureen O’Hara, Natalie Wood y John Payne), el tipo que iba a disfrazarse de Santa Claus en el tradicional desfile del día de Acción de Gracias por la Quinta Avenida de Nueva York se presenta borracho, y un anciano barbudo y bonachón se ofrece para reemplazarlo, haciéndolo tan bien que los grandes almacenes Macy’s lo contratan para representar el personaje durante todas las fiestas. Cuando afirma que de verdad vive en el Polo Norte y trae regalos a los niños en su trineo, su salud mental es cuestionada y el caso acabó en un juicio de consecuencias imprevisibles.
El equivalente futbolístico de Milagro en la calle 34 es la conquista del campeonato de fútbol noruego que acaba hoy por el Bodo/Glimt, un club con 104 años de historia, que solo tenía dos Copas en sus vitrinas (1975 y 1993), y hace tan solo cuatro años estaba en segunda división. Pero no solo el hecho de que se haya llevado la Eliteserien, sino la manera en que lo ha hecho, perdiendo únicamente un partido de los treinta (ante el Molde por 4-2), con 100 goles a favor y 32 en contra (a la espera de lo que pase en el último encuentro contra el Viking), y un nuevo récord de diferencia de puntos sobre el segundo clasificado (por el momento lleva 22).
Para ver los partidos en tiempos de pandemia los fans han llegado a alquilar una grúa mecánica gigante
Su éxito ha sido comparado con el del Leicester inglés cuando conquistó la Premier League bajo la batuta de Claudio Ranieri. Pero así como los foxes se impusieron a base de un fútbol práctico, defensivo y de contraataque, y gracias a los goles y la inspiración de su delantero Jamie Vardy, el Glimt (literalmente significa “destello” en noruego) lo ha hecho con un juego totalmente kamikaze de ataque-ataque-ataque.
Bodo es una ciudad de cincuenta mil habitantes en el círculo polar ártico (la Eliteserien, por el frío y la nieve, empieza en la primavera y concluye ahora), a 1.200 kilómetros de Oslo y dieciséis horas en coche o autobús. Su estadio de Apsmyra, en los barrios del sur, tiene capacidad para seis mil espectadores pero solo llena por término medio la mitad de las localidades, y sus aficionados tienen la costumbre de acudir con unos enormes cepillos de dientes amarillos de plástico. La pandemia ha hecho sin embargo que la campaña en la que su equipo ha tocado el cielo se haya disputado sin apenas seguidores que pudieran admirar la hazaña en directo (inicialmente las autoridades permitieron la entrada a doscientos, y más tarde a seiscientos, una décima parte de la cabida). Los más fanáticos se han subido a los tejados de las tribunas cubiertas, o han alquilado una grúa para seguir los choques desde la cabina unida a su brazo mecánico. El Santa Claus de Milagro en la calle 34 habría hecho algo al respecto.
Considerado un equipo ascensor de enorme irregularidad que se ha pasado siete de las últimas quince temporadas en segunda, ascendió en el 2017, volvió al año siguiente, quedó subcampeón el pasado y mañana levantará el primer título liguero de su historia. El milagro de Bodo tiene numerosos protagonistas, como el capitán Ulrik Stalnes, que era fenomenal en los entrenamientos pero en los partidos el estrés le provocaba náuseas y dolores de estómago. O el vicecapitán Patrick Berg (cuyo abuelo Harald es considerado el mejor jugador en la historia del club, artífice de la conquista de la Copa en el 75), que había prácticamente decidido cambiar de aires. O el entrenador Kjetil Knutsen, que nunca antes había dirigido a un equipo de la Eliteserien, y tiene a la familia en Bergen, sin conexión directa por avión (dice que la distancia le ayuda a concentrarse en el fútbol).
Pero el auténtico Santa Claus de Bodo es Bjorn Mannsverk, un expiloto de guerra noruego que sirvió dos turnos en Afganistán, y se especializó en psicología para combatir el estrés postraumático, y a quien ni siquiera le gusta el fútbol. Convenció al técnico y a los jugadores de que se olvidaran de los resultados y de objetivos concretos, y se concentraran en dar lo mejor de sí mismos. Organizó sesiones de meditación, acabó con los males de Stalnes y persuadió a Berg de que se quedara. Su título oficial es coach de salud mental.
En fútbol, igual que en política, puede decirse que todas las historias acaban en fracaso, aunque tengas al mejor jugador del mundo, ya sea bajo el sol mediterráneo o la aurora boreal. La fórmula del Bodo/Glimt es la misma que llevó al Barça a la gloria, una mezcla de jugadores con algo que probar y talento local (el objetivo es que la mitad de la plantilla sea de la región polar de Noruega y jueguen un quince por ciento de los minutos). ¿Algún voluntario para ser el Santa Claus de Les Corts?
DISCRIMINACIÓN
El Bodo/Glimt está acostumbrado a recorrer largas distancias. El equipo de la Eliteserien más cercano es el Rosenborg, de Trondheim, a nueve horas por carretera, aunque el año que viene se reanudará el “derbi del Ártico” contra el Tromso (330 kilómetros al norte), que ha ascendido a primera. Hasta 1971 los equipos del círculo polar ártico tuvieron vetado el acceso a la máxima categoría, porque se consideraba que no eran competitivos. Los noruegos del norte son gente directa que habla claro, pero a los del sur no les gusta, y en Oslo eran antes discriminados a la hora de alquilar piso.