Agur al león incansable
Una despedida de peso
Aduriz se retira con 39 años por sus problemas de cadera, que se operará
“Ha llegado el momento, mi cuerpo ha dicho basta”. El delantero del Athletic de Bilbao, Aritz Aduriz, colgó ayer las botas después de dos intensas décadas de carrera. El agur de la última leyenda rojiblanca trasciende los muros de San Mamés y con su marcha se pierde algo más que un goleador nato. Su atípica carrera y explosión tardía, el rechazo a toda la parafernalia que rodea al mundo de balón y su incansable espíritu luchador, bregado desde los campos de Segunda B hasta una Eurocopa, hacen de su adiós no sólo la despedida de un jugador brillante sino también, quizás, la de un fútbol que ya no volverá.
Con 39 años, el punto y final a su trayectoria estaba previsto para el próximo 30 de junio, una fecha que podría estirarse hasta la final aplazada de Copa del Rey frente a la Real Sociedad. Impensable un marco mejor. Sin embargo, la salud se ha impuesto. Los médicos le han instado a pasar por el quirófano “mañana mejor que pasado” para colocarle una prótesis de cadera que le permita afrontar “con la mayor normalidad posible” su vida diaria. “Olvidémonos de los finales soñados porque ya tendremos tiempo de despedirnos”, indicó en una nota en la que dice que su retirada es “sólo una anécdota” en medio de las “situaciones mucho más graves y dolorosas provocadas por la pandemia”. “No os preocupéis por mí”, insiste. Una despedida al estilo de su filosofía: sólo importa de verdad lo que ocurre bajo los focos del estadio, todo el resto del barullo que acompaña al fútbol, no. “Así se acaba para mí este camino inolvidable y maravilloso de principio a fin”, resume.
Esa senda, sin embargo, nunca fue sencilla y no pudo, ni se permitió, vivir de las rentas. Su destino se lo ganó partido a partido. El secreto, ha reconocido en alguna ocasión, era muy simple: “Disfruto”. Pero no sólo de los flashes del gol. Siempre reivindicó los detalles nimios del juego como su gasolina particular. Un buen pase, ganar un choque aéreo o robar un balón. Después de dos años en Lezama, en el 2002 debutó en el Athletic de la mano de Jupp Heynckes. Tras su paso por el Burgos y el Valladolid, regresó al equipo rojiblanco, del que se vio obligado a despedirse de nuevo dos años después contra su voluntad. En 2008 fue vendido al Mallorca para sanear las maltrechas arcas del club. Los seis millones del traspaso, sin embargo, no fueron recibidos hasta nueve años después –y no en su totalidad–. Tras el club bermellón, vistió la camiseta del Valencia, con el que debutó en Champions League y, ya en 2012, pudo hacer realidad su sueño de volver a San Mamés, a ser un león . La tercera oportunidad, superada la treintena, fue la definitiva.
Goleador tardío
Explotó superados los 30 años y es el más veterano en debutar como titular con la selección
A partir de los 31 años explotó como un gran goleador, que lo sitúa como el sexto en la historia del Athletic. De sus 172 tantos como rojiblanco, 149 llegaron a partir de esa edad, en la que muchos miran ya hacia la retirada. Su particular oda a la experiencia lo convirtió, en 2016, en el futbolista más veterano en debutar como titular con la selección, con la que disputó la Eurocopa de ese año. Finalmente no podrá despedirse en el césped pero sobre él ya ha dejado lo máximo a lo que se puede aspirar, un legado construido a base de goles pero, sobre todo, de mucho trabajo, honradez y respeto al deporte.