El mundo será un lugar mejor

El mundo será un lugar mejor

La incerteza es seguramente la peor de las situaciones con las que puede vivir el ser humano. Estos dos últimos meses han sido un cúmulo de hechos, noticias e informaciones que sólo nos generaban más incertidumbre sobre nuestro día a día, pero también sobre nuestro futuro inmediato. Intentar estar informado, en muchas ocasiones nos generaba todavía más desconsuelo y desasosiego, por la cantidad de fuentes y mensajes que transmitían conceptos en muchos casos contradictorios. En este sentido algunos medios de comunicación, y en especial los periódicos como La Vanguardia , han jugado un rol esencial para transmitir la información. La complejidad de la situación, que nunca antes recuerdo haber vivido, ha generado disparidad de criterios y opiniones sobre qué hacer y cómo actuar.

El balance entre salud y economía seguramente es uno de los aspectos más discutidos y debatidos en esta crisis y nadie tiene la fórmula mágica para saber cómo gestionarlos adecuadamente. Si los especialistas han dudado, imagino que los políticos y los gestores públicos habrán vivido realmente la situación más compleja que recuerdan.

Decidir significaba equivocarte en la mayoría de los casos. La falta de certeza sobre cómo actuar con diligencia debe ser la peor de la situaciones. En los países desarrollados la seguridad y la salud, aspecto tan deseable como intangible, cuando la consideras un derecho adquirido, es algo que no aprecias en toda su magnitud, y cuando, de repente, la ves amenazada, sientes una preocupación más grande que nunca. Conforme pasaban los días, todos hemos ido teniendo la esperanza de que esta crisis podía revertirse con tiempo y gracias a la responsabilidad de todos, pero con mucha más resignación y tranquilidad de la que creíamos.

Se ha hecho mucho más largo de lo que esperábamos y todavía no ha acabado. Esta semana algunos deportistas profesionales hemos vuelto a nuestra nueva normalidad, si me permiten denominarla así. Hemos seguido los protocolos y controles definidos por las autoridades deportivas con anterioridad a volver a entrenar en las instalaciones del club. Salir a la calle diariamente, volver a entrar a la pista de entrenamiento o botar el balón son pequeñas cosas que hace dos meses podían parecer aburridas y rutinarias y que ahora valoro más que nunca.

Esa es una de las enseñanzas que personalmente he interiorizado: el valor de las pequeñas cosas ahora coge una dimensión muy importante. Creo que nuestra salida del confinamiento tiene que ser un canto a la vida, a las ganas de vivir, a saber disfrutar de nuestro maravilloso mundo y agarrarnos a cada segundo, minuto y hora para ser felices con lo que tenemos. No debemos olvidar que se ha demostrado que el mundo es más frágil de lo que pensábamos, pero eso también tiene una parte positiva, es una la lección para entender que debemos ser respetuosos con el planeta y prestar más atención a lo que pasa en cualquier rincón del mismo, por lejano y insignificante que parezca.

El positivismo vital debe ser la principal energía que nos mueva como seres humanos, pero también como sociedad. Tendremos que aprender a conjugar la palabra paciencia con la palabra velocidad. Todos hemos vuelto a estar más cerca que nunca, aunque sea digitalmente, de nuestros seres queridos. Poco a poco podremos ir recuperando más cosas hasta conseguir llegar a volver a hacer casi todo lo de antes, pero cambiando muchas de las cosas que hacíamos para transformar el mundo en un lugar mejor y al ser humano en más consciente individual y colectivamente. Mi gran conclusión: todos saldremos fortalecidos como personas y, por tanto, el mundo será un lugar mejor.

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