“En el pasado, el alpinismo era como una misión”
Krzysztof Wielicki forma parte de ese grupo de personas que han superado retos relevantes y que han sabido mantener su sencillez y sentido del humor. Este alpinista nacido hace 70 años es uno de los exponentes de la época dorada del alpinismo polaco, el primero que coronó en invierno un ochomil, el Everest (8.848 metros), en 1980, junto con su compañero Leszek Cichy; al que siguieron el Kanchenjunga, con otra leyenda, Jerzy Kukuczka, en 1986, y el Lhotse en solitario, en 1988. Además de culminar estas montañas en los meses más gélidos y en condiciones extremas, este hombre todoterreno capaz de firmar ascensiones relámpago es el quinto ser humano que holló las 14 cimas de más de 8.000 metros del planeta.
MONTAÑA EN PAREJA
“Mi mujer está muy fuerte, escala en roca, en hielo, hace alpinismo; este verano quiere ir al Broad Peak”
Durante su juventud y hasta finales del siglo XX, pasaba largas temporadas en los Tatras o en el Himalaya, lejos de su mujer y de sus tres hijos mayores, dos niñas y un niño. Ahora se han cambiado las tornas; hace unos días, su actual esposa, la alpinista Kasia Karwecka-Wielicka, escalaba en Noruega y era él quien se ocupaba del pequeño de la familia, Krzys, de once años.
POLONIA TRAS el telón de ACERO
“Nunca colaboramos con el Gobierno para hacer propaganda; al contrario, estábamos en contra”
Ha tenido una vida muy excitante.
¡Y la sigo teniendo!
Quería preguntarle que después de haber protagonizado viajes y ascensiones apasionantes, imagino que ahora, con 70 años, su día a día no tendrá nada que ver con el de un jubilado. ¿Sigue buscando la aventura?
Mi mujer es escaladora y a veces tengo que seguirla a algún rincón del mundo. Además, estoy muy ocupado con la planificación del K2 (el único ochomil que nadie ha subido en invierno); cuido de mi hijo, doy muchas conferencias motivacionales, viajo por todo el mundo...
¿Escala con su mujer, Kasia?
Tengo un problema en el hombro que me provoca dolor, como mucho me conformo con estar abajo tensando la cuerda. Ella está muy fuerte, tiene 43 años, escala en roca, en hielo, hace alpinismo. Este verano quiere que vayamos al Broad Peak (8.051 metros, en Pakistán).
EL RETO DEL K2 INVERNAL
“Iremos primero en verano, quiero que los alpinistas lo suban antes, conozcan la ruta”
Tal como cuenta en Mi elección un alpinista como usted vive más en pocos minutos que una personal normal en toda su vida.
Es la intensidad de las emociones, quien sube montañas está hambriento de emociones, cuando estás muy cerca de la línea roja sientes más emoción, estalla la adrenalina, es la incertidumbre lo que lo hace interesante.
Como una droga.
Sí, somos completamente dependientes de esa emoción.
Durante décadas pasó largas temporadas lejos de casa. ¿Se arrepiente de no haber dedicado más tiempo a sus hijos mayores?
Era una época diferente y yo no supe encontrar el equilibrio, ahora sí sé ver qué es lo que puedo ganar y perder. En el pasado, para nosotros era como una misión, teníamos la misión de llevar nuestro alpinismo a lo más alto. En ese momento (la década de los 70 y 80, antes de la caída del Telón de Acero), yo no perdía nada, todos teníamos lo mismo, que era nada. Mi mujer no tenía pasaporte y me decía a mí que aprovechara y saliera fuera.
¿Su mujer le animaba a viajar, a escalar fuera de Polonia?
Sí, estaba contenta de que yo pudiera perseguir mis retos, consideraba que mis éxitos eran de toda la familia y me alentaba a viajar.
Un éxito familiar y también utilizado por el Gobierno comunista.
Quizás, pero esa no era nuestra intención, los alpinistas nunca colaboramos con el Gobierno para hacer propaganda, al contrario, nuestra asociación de alpinismo siempre estaba contra el Gobierno.
¿Está perfilado quién integrará la expedición invernal al K2?
Este verano quiero ir al K2, quiero que los alpinistas tengan la posibilidad de subirlo antes, de conocer la ruta, después decidiremos los integrantes. Será una expedición internacional, a los escaladores polacos que han intentado este febrero el Batura Sar (7.795 metros) se sumarán otros de diferentes países.
¿Quién es el mejor alpinista para este tipo de ascensiones?
Es difícil decir quién es el número uno; Denis Urubko es de los mejores, pero no creo que venga.
Urubko, con doble nacionalidad rusa y polaca, formó parte del equipo dirigido por Wielicki que en el 2018 acabó en sainete. Urubko decidió por su cuenta un intento de cumbre en solitario, acarició los 7.600 metros pero tuvo que descender en plena tormenta. La relación con sus compañeros polacos deja mucho que desear. Además, este febrero tras una incursión al límite en el Broad Peak, anunció que abandonaba el alpinismo de alto riesgo.
¿Ha hablado con él?
Todavía no. Yo no tengo problemas con Denis pero no hay sintonía entre él y los polacos, si viniera habría tensión.
¿Será una expedición íntegramente masculina?
Tiene razón, en Polonia tenemos presión para que vengan mujeres. Quizás invitemos a una o a dos montañeras.
¿A cuáles? Tamara Lunger y Elisabeth Revol son algunas de las que acreditan sobrada experiencia en invernales...
A Revol se lo pregunté y me dijo que en invierno, no. Ella es muy, muy fuerte.
¿Después del K2 invernal que le ilusiona más?
Seguir explorando, por ejemplo, el valle de Hunza, en el norte de Pakistán, con mi mujer. Allí hay numerosas montañas de más de 6.000 metros que nadie ha subido. Me encanta esa zona, no hay nadie a 50 kilómetros a la redonda, para llegar al pueblo más cercano debes andar tres o cuatro días y cruzar tres veces ríos caudalosos. El alpinismo es un deporte muy bueno pues puedes practicarlo hasta el último día, vas buscando objetivos adecuados para cada edad.
En su libro ‘Mi elección’ deja constancia de que hacía lo posible por aportar pruebas de cima, especialmente si iba solo.
En el Nanga Parbat estaba preocupado y me llevé de la cumbre un trozo de plástico amarillo que estaba amarrado a un clavo.
Y en su Everest de 1980 dejó un rosario bendecido por el Papa Juan Pablo II.
Nos lo dio la madre de Stanisław Latałło, que murió en el Lhotse en 1974 ,y lo depositamos arriba. Luego Zabaleta, el primer español que coronó el Everest, lo bajó en mayo.
Dejaron el rosario y se llevaron un puñado de piedras.
Sí, siempre cojo piedras. También dejamos un mensaje que ponía “Expedición Polaca Invernal 1980” y nos llevamos nieve para analizar: estaba muy contaminada por el efecto de las partículas transportadas por el viento.
En el siglo XXI los alpinistas lo tienen más fácil para demostrar que han llegado a la cima. ¿Tenemos que creer a los que no aportan pruebas?
Si alguien dice que ha llegado arriba debo creerlo y si miente conscientemente el que se sentirá mal será él, no yo, cada día verá en el espejo la cara de un mentiroso.