“Sin el turismo del Everest, Nepal no puede sobrevivir”
En la montaña
Entrevista a Pertemba Sherpa, alpinista y guía nepalí
¿Una entrevista a mí? ¿Pero por qué? Yo no soy importante”, repite Pertemba Sherpa con exquisita humildad. Por cortesía, accede a contestar en dos largas conversaciones las preguntas de La Vanguardia. Primero, en un hotel de Katmandú y recientemente en su casa de las afueras de esta ciudad. Pertemba, a punto de cumplir los 72 años, forma parte del selecto grupo de sherpas que han abierto nuevos capítulos de la historia del alpinismo. Su amigo y mentor, el británico Chris Bonington, lo reclutó en 1975 como sirdar -jefe de guías- para intentar abrir una nueva ruta por la cara suroeste del Everest. Lo consiguieron. Pertemba pisaba la cima el 26 de septiembre formando cordada con Peter Boardman, dos días después que sus compañeros Doug Scott y Dougal Haston.
En tiempos de egos estratosféricos, de montañeros que se cuelgan medallas con incursiones irrelevantes en el Himalaya, la modestia y discreción de un innovador Pertemba se agradecen. Como tantos otros sherpas, ha jugado todas las cartas de la baraja. Empezó como porteador, ayudante de cocina y guía de trekking hasta asumir el rol de sirdar. Durante una etapa gestionó su propia agencia al tiempo que viajaba por Europa, Estados Unidos y Sudamérica para escalar y dar conferencias. En los últimos años se ha implicado en diferentes iniciativas para formar a escaladores de su país y liderar proyectos educativos y de salud en la región del Everest, siguiendo el ejemplo de su admirado Edmund Hillary.
¿Cómo fue su infancia en el Khumbu, el corazón del Everest?
Nací en Khumjung, donde mi padre era comerciante entre el Tíbet y Nepal y también ganadero, tenía un rebaño de yaks. A los cinco años me fui a vivir con mis abuelos al valle de Gokyo y subía al Renjo-La Pass (5.360 metros) con el ganado. En 1961, Hillary (la primera persona junto con Tenzing Norgay que subió el Everest, en 1953) construyó una escuela en Khumjung , en mi pueblo, y pude ir a clase de los doce hasta los 17 años, cuando empecé a trabajar en el aeropuerto de Lukla como ayudante de cocina. Hillary era como mi padrino, él me abrió los ojos, me educó. Si no fuera por él hoy no podría estar hablando con usted. Nadie ha hecho tanto por el Himalaya y por los sherpas como Hillary, más que nuestros gobernantes. Nunca lo olvidaremos.
En deuda con Edmund Hillary
“Nadie ha hecho tanto por el Himalaya y por los sherpas como Hillary”
De hecho, el aeropuerto de Lukla, la puerta de entrada al Everest, también lo promovió Hillary.
Sí, y gracias a que yo estaba trabajando allí conocí al coronel Jimmy Roberts, que fue la persona que creó entonces, en 1966, la primera agencia de trekking de Nepal, Mountain Travel. Roberts me contrató y me llevó con él a Katmandú. Hice de todo, de ayudante de cocina, porteador, cocinero... En esa época aprendí a escalar con sherpas más veteranos y con alpinistas europeos. Empecé subiendo picos de 5.000 y 6.000 metros.
¿Cuál fue su primera expedición?
Un equipo militar nepalí-británico me contrató en 1970 como sherpa en el Annapurna I. Logramos la cima aunque yo me quedé en el campo IV, a 7.500 metros, pues no tenía permiso para subir más arriba. Al año siguiente fui al Everest con una expedición internacional liderada por Norman Dyhrenfurth. Alcancé los 8.000 metros y volví en 1972 con Chris Bonington, a quien había conocido en el Annapurna. Tampoco llegué a la cumbre pero sí lo consiguió la expedición.
Nueva ruta del Everest por la cara suroeste
“Fue un sueño. El día de cima tuvimos mal tiempo, había mucha niebla. Considero que fui muy afortunado de lograr descender con vida”
A la tercera, a la vencida.
Sí, en 1975. Fue un sueño, abrimos la nueva ruta del Everest por la cara suroeste. El día de cima tuvimos mal tiempo, había mucha niebla. Considero que fui muy afortunado de lograr descender con vida. Pero murió un cámara, Mick Burke, se despeñó después de pisar la cumbre.
¿Y los otros dos Everest, el de 1979 y el de 1985?
En otoño de 1979 subí por la cara sur con una expedición alemana, fuimos los primeros de la historia del Everest que llegamos arriba directamente desde el campo IV, a 8.000 metros, sin la necesidad de montar el campo V.
¿Cómo fueron las condiciones de ese ascenso?
Nos dividimos en dos grupos, yo estaba en el primero con el líder de la expedición, el alemán Gerhard Schmatz. Empezamos el ataque a las doce de la noche y regresamos a las seis de la tarde del día siguiente al campamento IV. Había mucha nieve. El segundo grupo salió después, en el iba Hannelore Schmatz , la esposa de Gerhard; Ray Genet, un guía muy famoso en el McKinley, y dos sherpas. Avisé a Hannelore de que pararan, de que no podrían llegar, de que las condiciones eran muy malas y estaban empeorando, pero ella no me hizo caso.
¿Qué pasó?
Todos llegaron a la cima pero en el descenso quisieron hacer un vivac en la arista, a 8.500 metros. Genet colapsó y murió allí. Hannelore y los dos sherpas siguieron bajando, pero unos 200 metros más abajo ella se sentó y también falleció congelada. Uno de los sherpas, Sungdare, se quedó haciéndole compañía y perdió varios dedos de las manos y de los pies.
En esa época, en la cumbre siempre estábamos solos, no como ahora”
Un segundo Everest con mal sabor de boca.
Sí. Pero en la cima disfruté más de las vistas que la primera vez. Pude ver el Makalu, el Lhotse, el Cho Ochu y otras muchas montañas, aunque sólo estuve cinco o diez minutos arriba. En esa época, en la cumbre siempre estábamos solos, no como ahora.
¿A partir de qué campamento tomó oxígeno?
Utilicé dos botellas entre el campo cuarto y la cima, y durante la vuelta al mismo campamento. Regresé al Everest en 1983 para intentar un ascenso por la vertiente oeste con una expedición americana pero la ruta era muy larga, hacía mal tiempo y no lo conseguí y en 1985, con un equipo noruego, logré mi tercera y ultima cima por la ruta normal de la cara sur. Después, cada dos o tres años regresaba al Everest pero me quedaba en el campo base. También subí el Manaslu, en 1997, y abrí una vía por la cara este de los Twin Peaks, en 1993.
La trayectoria
“Soy muy afortunado, he dedicado más de 50 años a la montaña y sigo vivo. Conservo todos los dedos”
Y luego llegó su faceta de empresario.
En 1984 creé mi propia compañía de trekking, Nepal Himal, la cerré años más tarde por la situación política en Nepal. Ahora soy free-lance. Soy muy afortunado, he dedicado más de 50 años a la montaña y sigo vivo. Conservo todos los dedos, sólo sufrí una leve congelación en un pie.
Cada dos por tres el Gobierno de Nepal anuncia restricciones para ascender el Everest con el objetivo de evitar tantas muertes y preservar la montaña, aunque al final no las aplique. ¿Es partidario de poner límites?
Es una pregunta difícil de contestar. Por un lado, es necesario que vaya menos gente al Everest pero por otro Nepal es un país pobre y necesitamos dinero. Los países ricos hacen mucho ruido pero nosotros sin el Everest, sin el turismo, no podemos sobrevivir. El turismo es la principal fuente de ingresos, tanto para los conductores de rickshaws como para los taxistas, los restaurantes, las panaderías, los hoteles, los porteadores, los lodges… Todos necesitamos a los turistas, si no ¿cómo sobreviviremos? Y especialmente la gente de la montaña. Los jóvenes se ven obligados a marchar de Nepal, a buscar un trabajo a Malasia, Qatar, Dubái, Chipre... Espero que algún día regresen.
Necesitamos turismo de calidad, no nos gustan los mochileros, queremos buenos escaladores que respeten la montaña, nuestra cultura, nuestra naturaleza”
¿Nepal debe fiar su destino al turismo?
Necesitamos turismo de calidad, no nos gustan los mochileros, queremos buenos escaladores que respeten la montaña, nuestra cultura, nuestra naturaleza. Si es así que vengan tantos como quieran. El Everest pertenece a todo al mundo, no sólo a los nepalíes; le pertenece a usted, a los catalanes, a todos. Pero donde vayas no tires basura, en la montaña no debes dejar tu huella.
No son pocos los que van al Everest con escasos conocimientos de alpinismo.
Sí, la gente que va a hora no tiene experiencia, no sabe qué debe hacer si el tiempo cambia, y no le importa. Lo que quiero decir es que todos son bienvenidos, aunque sean muchos, si respetan la montaña, si escuchan a sus sherpas, porque ellos no tienen ni idea y ponen a sus guías en peligro. Es lo mismo que si yo, que no sé nada del mar, decido pagar a alguien para cruzar el océano. ¿Y qué pasará? Pues lo mismo que sucede en el Everest. En el mar tendrán que arrastrarme, y pondré en riesgo la vida de una persona.
Quizás el problema es que ustedes no rechazan a los clientes que no están preparados. El negocio es el negocio.
Sí, eso pasa porque hay agencias buenas y agencias malas; además, en el Everest hay muchas rutas y todos van por las mismas, lo que provoca colapsos. A pesar de que el Gobierno aumentó el precio de los permisos de ascensión siguen viviendo más montañeros.
Antes de intentar el Everest deberían haber escalado un montón de seismiles y sietemiles”
¿Qué sugiere?
Antes de intentar el Everest deberían haber escalado un montón de seismiles y sietemiles. Este mundo ha cambiado mucho; la mayoría de los que vienen no buscan nuevas rutas ni cimas vírgenes. Todos siguen los mismos itinerarios, no exploran. De otro lado, pienso que esto tiene su parte positiva, porque así mucha más gente goza de la oportunidad de subir picos. Sólo les pido que cuiden del medio ambiente.
¿Qué cambios ha visto en el Himalaya a causa de la crisis climática?
Los glaciares están desapareciendo, todas las montañas se están volviendo negras. Desde Khumjung, el pueblo donde nací, veo el Kangtega, que tiene una forma de montura de caballo. ¡Pero la montura de hielo se está cayendo, está cambiando su fisonomía! Ahora vemos como crecen árboles a más altitud y como se cultivan hortalizas en el Khumbu.
¿Sus hijos siguen sus pasos?
Una de mis hijas estudia Negocios en la Universidad de Katmandú, la otra está en Tasmania cursando Contabilidad y el pequeño, un chico de 18 años, ha acabado en el instituto.
Entre las personas que ha guiado está el príncipe Carlos.
En 1980 diseñamos un trekking especialmente para el príncipe Carlos, el Royal Trek, cerca de Pokhara, de tres días. Yo lo acompañé y el año pasado me invitó a Buckingham a celebrar su 70 aniversario.
En 1980 diseñamos un trekking especialmente para el príncipe Carlos”