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Encogidos lejos de casa

Se supone que el fútbol fue inventado para distraernos de nuestras vidas imperfectas empeoradas a su vez por nuestros políticos incapaces, así que ayer, más que nunca, nos agarramos a la Champions para evadirnos durante un par de horas de esta pesadilla: “Habrá repetición de elecciones”. Pero hay días, torcidos de principio a fin, que ni el fútbol, amigos.

Tanto se hinchó el partido en la previa, por la ansiedad que provoca esta competición y por la entidad del rival, un Borussia Dortmund que sobre todo cuando juega en casa da pie a darle a la mística, que el resultado final estuvo por debajo de las expectativas. Bueno, en realidad los alemanes se fueron satisfechos consigo mismos, contrariados con un empate insuficiente por los méritos adquiridos. Son los azulgrana quienes se lo tienen que hacer mirar, el punto logrado no tapa un nuevo desplazamiento repleto de interrogantes y sin avances que ayuden a borrar los recuerdos recientes de El Sadar y San Mamés y los lejanos pero mucho más pegajosos de Roma, Turín y, por supuesto, Liverpool.

El factor campo existe. El Barça se sigue encogiendo fuera de casa como la ropa de algodón cuando se lava con agua caliente. En el Camp Nou los futbolistas de Valverde se sienten a gusto, parecen otros, pero lejos, en especial ante equipos fibrosos, se mueven ralentizados, correctos posicionalmente pero con tanto miedo al error que este acaba llegando. El jugador que mejor ejemplifica esta dualidad es sin duda Semedo, una especie de Popeye sin espinacas cada vez que toma un avión. El portugués, más intransferible este verano que Dembélé y Rakitic juntos, fenómeno paranormal digno de estudio, se aturde cuando las presiones ambiental y futbolística se le echan encima. No es este sin embargo un asunto individual sino colectivo, una dolencia que afecta a todos los jugadores, incluso a los nuevos, que como son minoría se ven incapaces de cambiar una preocupante tendencia. De Jong no impuso su ritmo sino que sucumbió al de sus compañeros, lo mejor que se puede decir de Griezmann es que su fútbol es esporádico, mientras Ansu Fati no merece ninguna crítica por supuesto. Quizás sí Luis Suárez, sin gol ni fluidez.