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Marc Gasol siempre escribe su guion

Cuando juega, cuando habla, cuando observa, hay algo que destaca inmediatamente en Marc Gasol (34): la solidez. Siempre transmite la impresión de estar pegado al suelo y no dejarse llevar por lo superficial, lo que le convierte en un personaje creíble y en un jugador de primera fila, dispuesto a marcar su camino y, por lo que dice su trayectoria, a acreditarlo con éxito. Acaba de ganar el anillo de campeón con los Raptors de Toronto, una franquicia que se parece bastante a Marc Gasol.

Los Raptors son canadienses, periféricos y hacen las cosas a su manera, no de forma convencional. Su director general, Masai Ujiri, es un británico de padres originarios de Kenia y Nigeria, la mayoría de sus excelentes jugadores no destacaron especialmente en las universidades estadounidenses, excepto Kawhi Leonard, y en el equipo siempre han abundado europeos, incluidos los españoles José Calderón y Jorge Garbajosa. Ahora son Serge Ibaka y Marc Gasol, indispensables en un equipo de egos controlados, con Leonard como estrella indiscutible.

Tampoco la carrera de Marc Gasol ha sido convencional. Su hermano Pau fue una estrella instantánea en el firmamento nacional y luego en la NBA. En la época del gran despegue del deporte español en la escena internacional, Pau Gasol recibió igual trato que Rafael Nadal o Fernando Alonso, coetáneos generacionales que irrumpieron como relámpagos en el tenis y la Fórmula 1. La elección de Pau en el tercer puesto del draft de 2001 tuvo una repercusión mediática comparable a los éxitos de Bahamontes, Manolo Santana, Seve Ballesteros, Indurain, Nadal o Alonso. Traspasaba lo deportivo para alcanzar lo sociológico.

Marc Gasol, un adolescente en aquellos días, se instaló con Pau en Memphis. Nadie reparó en él. No debe de ser fácil construirse como jugador a la sombra de un hermano que tenía a decenas de miles de aficionados frente a los televisores cada madrugada. Más que un gran jugador, Pau Gasol era una expectativa grandiosa, rápidamente cumplida: antes de los 30 años había ganado dos campeonatos con los Lakers y era la bandera de la mejor selección española de la historia.

Casi 20 años después, la historia de Marc Gasol es tan o más fascinante que la de Pau. Nunca pareció destinado al estrellato: regresó muy pronto a Barcelona, atravesó por una época frustrante con el Barça, triunfó en el Akasvayu de Girona pero fue elegido en la segunda ronda del draft (nº48) por los Lakers, donde no jugó un partido porque fue traspasado a los Grizzlies de Memphis en la operación que llevó a su hermano a Los Ángeles. Nadie sospechaba que Marc tenía ideas propias y una excepcional inteligencia para entender el basket.

Su cuerpo no le permitía el grácil juego de su hermano, pero le daba una ventaja defensiva frente a los goliats de la NBA. Mucho más rápido y ligero de lo que su corpachón insinuaba, generoso, fenomenal distribuidor, extremadamente competitivo, Marc Gasol comenzó muy pronto a llenar todos los casilleros de estadísticas. De hecho, ha ayudado tanto o quizá más que Pau a modificar la opinión de la NBA sobre los pívots europeos. Un pívot como el serbio Nicola Jokic, de características similares, es hoy uno de los 15 jugadores más cotizados de la NBA.

Todo lo que ha hecho en el baloncesto es de una solidez admirable. Nunca pretendió ser un nuevo Pau. Simplemente decidió ser Marc, con unas cualidades tan marcadas que le han convertido en un referente en la NBA, en los Grizzlies y en los Raptors, donde ha hecho casi todas las pequeñas grandes cosas que un equipo necesita para ganar un campeonato.