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Mireia Belmonte: “Si cuesta, tiene más gracia”

Reflexiones de un icono del deporte

“Aunque haya sido oro olímpico, se trata de no conformarse”, asegura la nadadora badalonesa

Mireia Belmonte posa junto a jóvenes jugadores del Club de Waterpolo de Castellón, ayer

Jesús Fernández

Ayer, Mireia Belmonte (27) tenía prisa. Debía recorrer 280 kilómetros desde el CAR de Sant Cugat, que es donde vive y se entrena, hasta Castellón. Iba a presidir una entrega de las becas Vamos que ofrecen Cola Cao y el Consejo Superior de Deportes. Tenía que ofrecerle las llaves de un minibús al principal club de waterpolo de la ciudad.

Belmonte se vestía cuando le llamaron a la puerta. Control antidopaje. Abrió y pasó la prueba, y luego la llevaron en volandas hasta Castellón. Llegó justa a la cita, donde le esperaba un abanico de representantes de la ciudad y la provincia, y también Jaume Camino.

Jaume Camino era el nombre del día. Apenas tiene siete años. Era él quien había conseguido la beca del minibús, un regalo para la familia del waterpolo de la zona. Mandó un vídeo a los organizadores y ganó el concurso. El minibús atenderá a Camino, pero también a un puñado de clubs e incluso a veinte escuelas. En el día a día, los niños irán de aquí para allá así, rumbo al entrenamiento.

La comunidad del waterpolo castellonense aplaudió a Camino.

Cuando Belmonte le entregaba las llaves, a media mañana, el niño se quedó mudo.

–¿Tienes algo que decir?

–Nada –dijo el niño.

Belmonte atendió a La Vanguardia. Lo hizo en la sala de musculación de la piscina municipal, lugar que ella conserva en la memoria. Allí, en el 2013, batía el récord del mundo de los 1.500 m libre en piscina corta: 15m26s95. Para el universo de la natación, se trata de la mejor nadadora española de la historia, con su oro olímpico (Río 2016) y otros tres podios, y otro puñado de títulos mundiales y europeos.

–¿Cómo se vive el antidopaje?

–Vienen, te llaman a la puerta y les dejas pasar. El control es por sorpresa e inmediato. Eso es todo: forma parte de nuestro día a día.

–¿Pasa muchos al año?

–Muchos. Esta vez no los he contado. Sí conté los del año pasado: 24.

–¿Es molesto?

–Te acostumbras. Llevas la aplicación Adams en el móvil. Comunicas dónde estás siempre. Dónde vas a entrenarte, dónde vas a dormir…

–¿Le estresa?

–Tienes que estar pendiente. No puedes equivocarte, porque a las tres ausencias entienden que has hecho trampa y te tratan como si te hubieras dopado. Te cae una sanción de dos años.

–Y hoy, ¿va a entrenarse?

–Aún no lo sé.

–¿Y cuándo lo sabrá?

–Por la tarde, al volver al CAR. Lo normal es que toque algo de cardio, algo de agua y algo de pesas…

–¿Nunca sabe qué habrá?

–Normalmente, las sesiones son por sorpresa. Las diseña Fred (Vergnoux), y la cosa va sobre la marcha.

–¿No sabe nada de nada?

–Es una incógnita.

–¿Y si no tiene un buen día?

–Empiezas, y lo haces lo mejor posible. A veces vas bien y no hay problema. Otras no funcionas del todo. A veces, estos son los mejores días.

–¿…?

–Si cuesta, tiene más gracia.

–Esos días, ¿los saca adelante?

–Debes adaptarte. Si no tienes las mejores sensaciones, al menos debes intentar sacar lo mejor. Al fin y al cabo, es lo que hacemos en la competición.

–¿Y cuánto tiempo lleva en este nuevo ciclo?

–Una semana.

–¿Qué ha hecho este verano?

–Nada. Estar con la familia y los amigos y desconectarme. Era lo que me tocaba.

–¿Nada es nada?

–Algún día he nadado cuarenta minutos en la playa. O he corrido media hora. Pero era aleatorio.

–Si ve una piscina, ¿no se tira?

–El agua me llama siempre. Es así desde que era una niña.

–¿Ya remitieron los vértigos?

–Más o menos. Contra eso no puedes hacer mucha cosa. Descansar.

–¿De dónde salen?

–No es algo nuevo. Ya habían aparecido hace dos años. Sentí que me mareaba. Luego los mareos se prolongaban y era algo horrible. No podía soportarlo, no cesaban ni siquiera cuando estaba tumbada en la cama. Entonces tuve que pararme una semana.

–¿Se fueron?

–Aparecieron dos o tres veces más, y luego se fueron. Pero reaparecieron en esta primavera, tres meses antes de los Juegos del Mediterráneo (en junio, en Tarragona). Me lo hicieron pasar muy mal. Cuando competía, en Tarragona, iba sin fuerza. Me encontraba desubicada. En la piscina, no sabía dónde estaba. ¿Iba o volvía? No era yo. En los entrenamientos, puedes gestionar estas situaciones. Pero en la competición… Así, decidí pararme.

–¿Ya conoce el origen?

–Esa es la trampa. No sabes si vienen del oído, de las cervicales… Vives con esa incertidumbre y punto.

–Usted entró en la natación a los cuatro años. Lo hizo por prescripción médica: tenía escoliosis. ¿Eso está totalmente superado?

–No se corrige. La espalda sigue desviada. Lo que he hecho ha sido reforzar la zona lumbar. Aun así, si paso mucho rato de pie, siento dolor.

–Cuando se tiró a la piscina por primera vez ¿pensó que llegaría donde ha llegado?

–Mis sueños parten de los nueve años. Sydney 2000. Eran los tiempos de Ian Thorpe. Y de Phelps.

–¿Phelps, ya en el 2000…?

–Espere que cuente… Sí, ha habido cinco Juegos de Phelps. Entonces no hizo podio. Pero ya estaba allí. Aunque, sobre todo, eran los tiempos de Thorpe. Y también estaba Inge De Bruijn. Ella me encantaba, con aquellas uñas y lo mona que iba.

–¿Seguía la natación?

–Todo. Las sesiones de mañana y tarde. Estaba pendiente. Tenía plena conciencia de la natación.

–¿Soñaba con algo?

–Veía campeones mordiendo oro…

–Usted también tiene esa foto.

–Costó, pero la tengo.

–Fred Vergnoux repite, como un mantra: “Hay algo que Mireia siempre tendrá: cuando se despierte, recordará que es campeona olímpica”. ¿Piensa en ello?

–La verdad es que no. Eso es algo bueno, porque me hace enfocarme hacia adelante, plantearme todo lo que me queda por conseguir. No me conformo, porque quiero más. Y también me sirve de estímulo cuando estoy baja de ánimo.

–¿Cómo se motiva alguien que ya ha sido campeón olímpico?

–Me planteo cada año como si empezara de cero.

–¿Es un ejercicio, o le sale solo?

–Supongo que es algo innato. Se trata de no conformarse. El ser humano debe tender hacia eso.

–Si Vergnoux se va con la natación francesa, ¿qué hará usted?

–Hoy, él está conmigo, y eso es lo que más valoro. Sobre todo, teniendo en cuenta que le han llegado ofertas mejores que las que tiene aquí.