Pau y Marc Gasol: “El baloncesto no nos define”
Duelo de hermanos
‘La Vanguardia’ conversa con Pau y Marc Gasol, hermanos y rivales en la NBA
“El talento es algo bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia”.
Doris Lessing
Pau (38) y Marc Gasol (33) son astros del baloncesto, unos tipos muy importantes en la NBA. Sin embargo, te dan las buenas tardes al entrar en la sala.
No es poca cosa.
Hay astros que no dicen nada. Ni siquiera te miran a la cara. Pasan por delante de ti, distraídos con el móvil, y contestan con monosílabos cuando empieza la entrevista. Si algo les incordia, se crispan como un gato.
Con aquellos tipos conviene andarse con tiento.
Pau y Marc Gasol te ofrecen la mano con firmeza. Te miran a los ojos al saludarte y al despedirse. Bromean cuando se les pide que se miren. Así es como les retrata el fotógrafo:
–¿Qué pasa, cómo te va? –le dice Pau a Marc.
–Oye, ¿por qué siempre tienes que llegar tan tarde? –le responde Marc.
Podrían ser tu vecino de la finca. O el compañero del pupitre.
Vistos así, se entienden algunas cosas.
Hace quince días, los Gasol celebraban un partido entre amigos. Lo hicieron en Fontajau, el pabellón de baloncesto de Girona. La recaudación del evento, Pau vs. Marc, alimentó las becas Basket4All, iniciativa solidaria diseñada para ayudar a jugadores de entre ocho y trece años con bajos recursos económicos.
La cosa funcionó: los Gasol son un imán. Fontajau se llenó. Apenas hubo plazas libres. Y decenas de jugadores acompañaron a los hermanos. Vimos a Ricky Rubio, Navarro, San Emeterio o Hernangómez probando cosas en la pista.
Una hora antes de aquel partido, los Gasol atendían a La Vanguardia.
La charla se desarrolla en las entrañas del pabellón, mientras centenares de aficionados forman colas. Los Gasol firman autógrafos, gorras y camisetas. Se ofrecen para selfies. Se muestran educados y pacientes.
Es su día.
Y el de los fans.
En la niñez soñaba con llegar a donde estoy. Tenía pósters colgados en el cuarto. Veía a Michael Jordan y tenía ilusiones”
–¿Pensaban llegar hasta aquí? ¿Pensaban verse como se ven ahora? –se les pregunta.
Pau Gasol es directo:
–Desde luego, en la niñez lo sueñas. Al fin y al cabo, no puedes ponerle límites a tus aspiraciones, a tus ambiciones. A veces, pensaba que algún día llegaría a la NBA. Son sueños propios de la adolescencia, ¿no le parece? Tenía pósters colgados en la habitación. Veía ahí arriba a Michael Jordan y vivía ilusiones.
A su lado, Marc ríe.
–En fin, yo no era tan soñador. Yo, más bien, pensaba en ir pasando etapas. Me sentía ambicioso. Pero ambicioso por mejorar, por obtener resultados...
Mientras habla, Marc observa a Pau de reojo. Tiene en mente aquel recuerdo, el día en que se sentó en la grada en Memphis, junto a su familia, para ver cómo el hermano mayor debutaba en la NBA. Era el 2001.
Marc tenía 16 años.
–Lo recuerdo, lo recuerdo –dice Marc–. Yo era un adolescente. Estaba en el high school. Nos habíamos ido toda la familia, todos detrás de Pau.
–¿Y qué sentía entonces?
–Que todo lo que él ganara era para todos nosotros. Sólo podía verlo en positivo.
Mientras Pau evolucionaba en los Grizzlies, Marc siguió su camino. Estudió en el Lausanne Collegiate School de Memphis, en cuyas canchas también se entrenaba. Pasó allí dos años. Elevó el nivel del equipo de baloncesto. Llevó público al pabellón. Iban muchos a verle jugar.
Su nombre cobró forma.
El eco llegó a Barcelona: “El hermano de Pau también funciona, y muy bien”, se decía. El Barça lo recuperó. Marc Gasol pasó un tiempo en el Palau Blaugrana y otro en Fontajau. Cinco años más tarde le reclutaba la NBA.
Cuando Pau ganó su primer anillo, estuve en el pabellón. Le vi en vivo. Él era parte de mí. Sospecho que disfruté más que él”
Los Gasol tocaron el techo en el 2015. Disputaron el salto inicial del All Star. Lo ganó Pau.
Se le comenta a Pau:
–Si usted no va a ganar el anillo, será mejor que lo gane su hermano ¿no?
Contesta de corrido:
–Hombre, claro.
Interviene Marc:
–Cuando Pau ganó su primer anillo de la NBA (en el 2009; Pau ganó otro en el 2010, ambos con los Lakers), pude estar presente en el pabellón. Le vi en vivo. Él era parte de mí: ¡es mi hermano mayor! Y le diré algo: sospecho que disfruté de aquello más que él. Yo pude vivirlo desde fuera. Aunque hay algo que me preocupa por encima de todas las cosas. Lo que me importa es que mi hermano no se haga daño. Que se sienta bien en la cancha.
–¿Y se ven jugando juntos algún día, en alguna franquicia?
Salta Pau:
–Mientras sigamos en activo, esa posibilidad existe. Pero no le voy a engañar: es una posibilidad lejana. Hay factores contractuales de por medio. Y hoy por hoy los equipos no suelen alinear a dos jugadores grandes a la vez.
Se les pregunta:
–Cuando eran unos niños, ¿jugaban juntos a menudo?
Dice Pau:
–Bueno, probábamos el tiro. Hacíamos un 21 en el fin de semana, cerca de casa de los abuelos. Nuestro padre siempre estaba por ahí en medio, también.
–¿Y quién ganaba?
–No disputábamos unos contra unos. Tampoco soñábamos con ser alguien. Ninguno se hacía pasar por Jordan, o por Magic Johnson.
Interviene Marc:
–No jugábamos a ser otros. No hacía falta: ¡éramos muy buenos! Hacíamos de nosotros mismos...
Insiste Pau:
–Y nuestro padre siempre andaba de por medio. Él también quería jugar.
–No me creo que no se picaran entre sí, que no quisieran ganar... –se les insiste.
–Vale, había cierta diferencia, cuatro años y medio entre el uno y el otro –dice Pau–. Cuando ya alcanzamos la veintena, las diferencias no se notaban tanto. Sobre todo cuando nos concentrábamos en el tiro. Marc tiraba muy bien. Y es cierto: me molestaba que pudiera ganarme. ¡Yo era el hermano mayor!
–Más que partidos, nos jugábamos récords: ‘a ver quién anota diez canastas consecutivas’, nos decíamos. Nos íbamos poniendo el listón más alto cada vez –añade Marc.
–¿Y consumían NBA?
–Algo... –dice Pau–. Veíamos cosas. Pero no religiosamente. Nos tragábamos Basquetmania, o Generación NBA+. Aquellos programas que se hacían antes, y que ahora no tienen tanta relevancia. Seguíamos a Daimiel y a Andrés Montes.
–También veíamos resúmenes. Pienso que ahora se ha perdido un poco eso –dice Marc.
–¿A qué lo atribuye?
–Hay más oferta televisiva. Y se consumen muchas cosas en los móviles y las tabletas.
–Tanto jugar juntos, se habrá convertido en una trampa: se conocen tanto que no sabrán por dónde pillarse el uno al otro, ¿no? –se les plantea.
Ambos se miran.
Marc echa el cuerpo hacia adelante. Contesta el primero:
–Cada uno de nosotros es importante en su equipo, es cierto. Y nos conocemos, porque somos hermanos. Sabemos las tendencias del otro. Pero aquí no se trata de parar a nadie. Se trata de incomodarle. Pau tiene muchísimos recursos. Se adapta al juego bajo cualquier circunstancia. No puedo centrarme en él en exclusiva.
–Yo debo procurar que Marc no encuentre posiciones cómodas de tiro. Ya se lo he dicho: siempre ha tirado muy bien. Yo debo buscar mi veneno. Ir leyendo conforme pasan cosas. Si le entra el tiro exterior, debo buscar soluciones. Su tiro en media vuelta es difícil de parar.
–Y tras un partido, en alguna ciudad de Estados Unidos, se irán a cenar juntos, sospecho –se les comenta.
–Por supuesto –dice Marc–. Cada vez hay menos ocasiones. Intentamos compartir todos los momentos posibles. A veces arañamos hasta el último segundo, hasta que se va el autocar.
–Estarán ustedes hartos de hablar de baloncesto.
–¿Baloncesto...? No lo crea –dice Pau–. No tiene por qué ser así. Hablamos de muchas otras cosas. De nuestros padres, de la familia, de las cosas de la vida, de nuestros proyectos. El baloncesto no define quiénes somos.
–¿Y llegará el día en el que el baloncesto europeo pueda competir con la NBA?
Ambos fruncen el ceño.
En el pasado hubo algunas sorpresas. Por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de 1988. La NBA había comparecido con un equipo menor. Estaban Robinson, Majerle y Danny Manning. Poco más. En las semifinales perdieron ante los soviéticos. De aquel sonrojo salió una reacción extraordinaria. Nunca olvidaremos al Dream Team de Barcelona ’92. Desde entonces, Estados Unidos está siempre arriba.
Dice Pau:
–Aquel momento lo cambió todo. Nosotros estuvimos cerca de ellos en Pekín 2008 y Londres 2012. Pero no hay manera...