Mario Mola: “¿Darse un respiro? ¿Qué dice?”
Vuelta y Vuelta
La última maravilla del triatlón en España desentraña los secretos de la disciplina
Si Dios inventó los maratones
para evitar que la gente
hiciera algo más estúpido,
el triatlón debió
de haberlo tomado
completamente por sorpresa...
Doctor P.Z. Pearce
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¡Cómo cuesta encontrar a Mario Mola!
Cuando no está nadando, pedaleando o corriendo, entonces está volando.
Lo encontramos en la costa Este de Australia. A 60 kilómetros de Brisbane. En Mooloolaba (sí, no me lo invento: ese nombre existe).
Vamos a intentarlo. Me propone que le llame un jueves, a través del WhatsApp. Que sea a las nueve de la noche australianas, las doce del mediodía aquí.
Pruebo.
No conectamos. Mola no logra que su móvil capte la señal del wifi en la habitación de su hotel.
Me manda un e-mail. Me dice:
–Llámame por skype.
Me descargo skype en el móvil (lo reconozco, voy realmente retrasado en la materia).
Pruebo. Llamo y me contesta.
–Hey, Mario, ¿cómo va?
–Buenas...
Pierdo la señal.
Me manda otro e-mail:
–Llámame al hotel. Este es el número, y mi habitación es la xxx.
Pruebo. Me contesta:
–Hey, Mario, ¿cómo va?
–Buenas, pues bien. Aquí estoy, tratando de descansar un poco. El domingo tengo una carrera y ya he viajado al lugar de la prueba para aclimatarme.
¡Al fin!
¿Será así siempre? ¿Con su familia, con sus amigos...?
–Con mi novia no hay problema –confiesa Mola–. Acostumbra a viajar conmigo, así que casi siempre estamos juntos (ella es Carolina Rutier, referente del triatlón femenino en España). Esto lo hace todo mucho más fácil.
También dice que le gusta esta vida, la del triatleta globetrotter. Un mes en Canadá. Otro en Japón. O en Australia, como ahora.
–¿Cómo te vas a aclimatar a los husos horarios, si no viajas con tiempo para asimilar el jet lag? –se pregunta.
Tiene razón: observen el calendario de las Series Mundiales.
Sólo tres de sus nueve pruebas
se celebran en Europa. En siete meses, los triatletas visitan Abu Dabi (allí ganó Mola hace quince días;
era la primera carrera del campeonato, y por eso es el líder virtual), Ciudad del Cabo, Leeds o Cozumel. O Gold Coast, en Australia, la próxima parada.
–Si no llegas un tiempo antes, entonces palmas –dice Mola.
Mola lidera las Series Mundiales de 2016
Lo confieso: se me ocurre un millón de motivos para palmar en un triatlón. Un codazo en el tramo a nado. Un pinchazo en la bicicleta. O un cambio de ritmo cuesta arriba. Un arranque desbocado en la carrera a pie. ¡Qué sé yo!
–Nos tiramos una hora y tres cuartos a tope –dice Mola–. Tal y como se disputa hoy el triatlón, es agónico todo el tiempo. Hay ratos en los que ves que no vas a poder llegar si la cosa sigue así. Así que piensas en tramos.
Dice que, cuando empiezas a nadar, sólo te planteas llegar lo antes posible a la primera boya, que está a 250 metros.
–Cuanto más adelantado vayas, menos golpes te llevarás.
Lo mismo pasa en la bicicleta.
–Si te quedas en el grupo de atrás, difícilmente vas a entrar en el grupo de delante. Cuando vas en un paquete, sus miembros se entienden. Y los que van por detrás acaban desmoralizándose.
¿Y a pie?
–Se sale muy rápido, con la adrenalina por las nubes. Los 10.000 m de un triatlón no tienen nada que ver con los 10.000 m en una pista de atletismo. En la pista, nadie sale disparado. Pero en el triatlón no hay medias tintas (en una ocasión, en Chicago, Mola corrió el tramo de 10 km en 28m59s: ningún triatleta había ido nunca tan deprisa).
–Algún respiro habrá, digo yo –me animo a comentarle.
–En la bicicleta, si estás metido en un grupo, puedes tomarte algún gel, o guardar algo de piernas. Pero por lo general, los más fuertes en el agua y en la bicicleta intentan sacar partido de la situación. Te hacen ir siempre a tope, o en caza.
–¿Y eso le gusta?
–¡Ya lo creo! ¡Es mi vida!
Esa es su vida: en estas fechas, Mola dedica entre 30 y 32 horas semanales a entrenarse. Dice que trabaja ritmos de competición en la piscina. Por ejemplo, diez repeticiones de 100m a 1m05s, con un descanso de quince segundos. O pedalea a tope en subida, o con cambios de ritmo o circuitos revirados. O corre en series de 200m a ritmos exagerados, con mínima recuperación.
Casi todas esas disciplinas, las conoce a fondo. Fue bracista en su adolescencia en Palma.
–Pero pronto comprendí que en la piscina no llegaría muy lejos.
Se pasó al atletismo, y ahí sí. Era júnior (18 años) y ya corría los 3.000m en 8m20s. Aunque el gran paso lo dio al saltar al triatlón. Ahí, hoy sólo le tose el gran Javier Gómez Noya.
–Javi, él sí que sabe...