Los caminos de la libertad

NARRATIVA

Pilar Adón explora en los diecisiete cuentos de su último libro cómo la furia y la violencia pueden atrapar a las personas, relatos inquietantes y muy personales

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La escritora Pilar Adón 

© Asis Ayerbe

Pilar Adón (Madrid. 1971) es narradora, poeta y traductora. Autora de las novelas La hijas de Sara (2003), Las efímeras (2015) y la multipremiada De bestias y aves (2022), Premio Nacional de Narrativa y Premio de la Crítica, entre otros; y de los libros de relatos Viajes inocentes (2005), El mes más cruel (2010), La vida sumergida (2017), y ahora de Las iras , diecisiete cuentos de una página y media a veinticinco. En todos ellos estamos sumergidos en plena naturaleza: “ para mí la naturaleza es un personaje más”, nos dice. 

Como en el caso de la naturaleza madrastra de Leopardi, “ la naturaleza la odiaba a ella”, pero celebra la belleza de una planta, el aroma de las prímulas, el florecer de los almendros. La narradora se encuentra con un ramillete de insectos muertos, un nido de cucarachas, de babosas y de arañas madre, garrapatas y chicharras. Por otro lado, “s i la naturaleza en mis novelas es asfixiante es porque forma parte de esta necesidad que tengo de crear historias inquietantes”, y “ hay ciertamente un interés por lo extraño”.

Éste es uno de los aspectos más interesantes de su escritura. Por un lado, la narración fluye con naturalidad y el interés por lo cotidiano se ve alterado por lo que parece fruto de la locura: “ el desorden bulle en el interior de la cabeza” y “ piensa en sus accesos de demencia”. Acaricia a un perro que no existe –uno de los muchos que aparecen en el libro–, habla con una cabra, surgen mujeres de manera inquietante, como verdaderas apariciones, porque “ resulta más sensato optar por un ente que no se ve”, y “ a veces introduzco una cruz en su vaso para que el agua que bebe esté bendita. Como el agua bendita que se da a los perros salvajes”.

⁄ La narración fluye con naturalidad y el interés por lo cotidiano se ve alterado por lo que parece fruto de la locura

Referencias como ésta a la religión son muy frecuentes, no como exaltación de la vida espiritual sino, de nuevo, como parte de nuestra vida cotidiana. Le da de beber a su spaniel agua bendita para luego postrarse ante él y rezarle una oración. Se cita a Isaías o unas palabras del centurión del Evangelio de Mateo. Un perro se llama Bendigo. 

En “ La casa de la eternidad” asistimos a la construcción de un templo, con “ los vanos de las puertas que no darían a ninguna parte, pero necesarios para crear la ilusión verdadera”, y ayudaría a entra en la eternidad “ donde olvidar lo mundano y lo aparente”.

Finalmente, “ Empieza dulce mundo” es una reinterpretación de Caín y Abel, donde la protagonista vaga “ errante y perdida por la tierra, ocultándose, huyendo de una culpa que era demasiado grande”. Esta huida –tan frecuente en el conjunto del libro–; la hermana muerta con una quijada de asno, para preguntarse “ por qué sus ofrendas de los frutos del suelo habían resultado menos apetecibles que las de su hermana. Por qué tenía que ser ella la primera fugitiva”, se dan en Caín

Lo que nos lleva a una nueva integración, aquí las referencias literarias, que no actúan como parte dinámica de la narración, como ocurre en Enrique Vila-Matas, sino como, de nuevo, una parte de nuestra vida cotidiana. Con frecuencia un personaje recita versos sin mencionar la procedencia, que deja en manos del lector. Aparecen Leopardi, Garcilaso, Bécquer, Novalis, las Baladas líricas de Worsdwoth y Coleridge, o Balzac. 

Hasta llegar a “Rosa blanca, fondo azul”, pieza central del libro, que coincide en muchas cosas con el Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. La protagonista llega a una tierra que no es suya y decide construir una casa, para conjurar la realidad. Es un relato extraordinario dentro de un libro que se lee con enorme interés. Una objeción: Las furias, con su connotación mitológica, sería más oportuno como título que Las iras.

Pilar Adón Las iras Galaxia Gutenberg 160 páginas 17 euros

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