Un hombre tiembla ante el Desastre

HISTORIA

La actuación del Papa Pío XII frente al régimen nazi y la persecución de los judíos ha sido controvertida. Un nuevo libro aporta una mirada muy crítica

Papal diplomat Eugenio Pacelli (1876 - 1958, later Pope Pius XII), leaving the presidential palace in Berlin where celebrations to mark the 80th birthday of German president Paul von Hindenburg are taking place, October 1927. (Photo by Gircke/ullstein bild via Getty Images)

El diplomático vaticano Eugenio Pacelli, más tarde Papa Pío XII, sale del palacio presidencial de Berlín, donde se celebraba el 80º cumpleaños del presidente alemán Paul von Hindenburg, 1927

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El papel de Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial siempre ha sembrado dudas sobre si sus movimientos durante el conflicto se motivaron desde una inherente simpatía para con los totalitarismos del Eje. La apertura de los Archivos Vaticanos sobre este período ha permitido esclarecer ciertas cuestiones, abordadas por el historiador David I. Kertzer en El Papa en Guerra , publicado en español en Ático de los Libros.

Las tesis del historiador estadounidense especializado en el catolicismo italiano se enmarcan en la demonización del último gran pontífice a la antigua de la Santa Sede. Al igual que en el clásico Muerte en Roma , de Robert Katz, apuesta por dibujar un perfil repleto de oscuridad, en contraste con otras aproximaciones más favorables, por ejemplo, Iglesia de espías (Stella Maris,2015), de Mark Riebling, donde se demuestra cómo Pío XII elaboró y financió, con colaboración británica durante el gabinete de Chamberlain, el sueño de un atentado de la resistencia alemana contra Hitler, encarnación del mal en la tierra, idea que había afianzado en su mente durante su nunciatura en el país germánico, tal como explica Hubert Wolf en Il Papa e il diavolo (Donzelli, 2008).

El principal acierto de Kertzer es la elección del marco cronológico. Eugenio Pacelli era un hijo de la Iglesia. Nació en 1876, en la Roma posterior a la unificación italiana. Su familia pertenecía a la nobleza negra, fiel a los Estados Vaticanos. El joven, con familiares en puestos de influencia, escaló en la administración clerical hasta ser pieza clave como Nuncio en Alemania y alcanzar la Secretaría de Estado en 1930, destacándose por su participación en múltiples concordatos. El cardenal Pacelli fue el camarlengo de su antecesor, Pío XI, quien justo antes de fallecer preparaba una encíclica para condenar el giro antisemita emprendido por la dictadura de Benito Mussolini. Su sucesor certificó la muerte el 10 de febrero de 1939 y se preparó para el cónclave que lo eligió Papa de Roma.

⁄ Pacelli buscó con ahínco la fórmula para dejar un legado y resistir ante los vientos de guerra en Europa

El ensayo de Kertner parte de la fumata blanca para la conversión de Pacelli en Pío XII y termina con la liberación de Italia, el 25 de abril de 1945. El nuevo Papa saludó al pueblo de San Pedro el 2 de marzo de 1939 y buscó con ahínco la fórmula para dejar un legado y resistir ante los vientos de Guerra que asolaban Europa, con el Tercer Reich al mando de las operaciones y la Italia Fascista de fiel, torpe y dubitativa aliada.

El Papa se balanceó con mucha discreción por un triple camino para sobrevivir al desastre. El primero lo dominaba a su antojo al conocer la Curia como nadie y gozar de un respeto mezclado con cierto temor. El segundo se combinaba con el tercero. Pío XII usó la intercesión de un jesuita, Pietro Tacchi Venturi, para contactar con Benito Mussolini y tener un hilo directo con el mandamás fascista. Muchas de estas conversaciones se centraron hasta 1940 en la exención de los judíos bautizados de las leyes raciales, proclamadas desde Trieste el 18 de septiembre de 1938

Estas peticiones humanitarias de una Santa Sede neutral que apostaba por la paz parecieron una nada cuando la guerra se manifestó en toda su inmensidad de infierno en el este de Europa. A partir de 1941 Pío XII recibe noticias de la matanza calculada de judíos en los territorios ocupados por el Tercer Reich e impone un silencio institucional sobre ese creciente alud de informaciones sobre los crímenes nazis, según Ketzer debido a priorizar la supervivencia de la Iglesia a su deber moral.

⁄ A partir de 1941 recibe noticias de la matanza calculada de judíos en los territorios ocupados por el Tercer Reich

El 19 de julio de 1943 Roma fue bombardeada, lo que dio oportunidad a Pacelli de exhibir músculo como verdadero gobernante de la Ciudad Eterna. Acudió a las ruinas de San Lorenzo y alzó los brazos al cielo. El hombre de blanco se mostró ante los fieles, erigiéndose a sí mismo en defensor de Roma, algo corroborado en lo político al negociar con el Comando Aliado para evitar más acciones aéreas y dar su visto bueno a operaciones para facilitar la marcha hacia la capital italiana, liberada el 4 de junio de 1944, dos días antes del Desembarco de Normandía.

Los meses previos fueron su encrucijada para la Historia. La caída de Mussolini el 25 de julio de 1943 precipitó una marea de acontecimientos. El 8 de septiembre Italia anunció su armisticio con los Aliados y los alemanes invadieron el norte y el centro del país. La Roma nazi constituyó el punto álgido en la zozobra de Pío XII, pasivo con la redada del gueto el 16 de octubre de 1943, saldada con la detención de más de un millar de judíos, la mayoría fallecidos en los hornos de Auschwitz. El episodio fue recordado tras la Liberación por Giacomo Debenedetti en 16 ottobre 1943 y recuperado en 2002 por Costa-Gavras en su largometraje Amén, una denuncia en toda regla de la no intervención vaticana.

Este no pronunciarse de Pío XII le brindaría para la posteridad una condena imborrable, remediada y redimida mientras vivió por pensar a largo plazo desde la cuerda floja. Antepuso la propia seguridad y la de los suyos porque no quería terminar como Pío VII, secuestrado por Napoleón Bonaparte entre 1809 y 1814. Confiaba en triunfar con su relato para el futuro, que lo vendía ante pueblo de Roma como su salvador, único faro posible ante el descalabro nazifascista, guía estable y próximo hasta en lo geográfico para disipar los rumores sobre sus pecados de impacto global más allá de las siete colinas.

⁄ Confiaba en triunfar con su relato para el futuro, como salvador de Roma y único faro ante el descalabro nazi-fascista

El Papa falleció en su residencia veraniega de Castel Gandolfo el 9 de octubre de 1958. Tras la Liberación sí se atrevió a poner el dedo en la llaga contra el totalitarismo soviético, criticándolo sus detractores por quitarse la máscara al contraponer su agresividad anticomunista con la tibieza equidistante hacia los regímenes del Eje. Ignoraban como estos fueron sus reales tormentos en la dimensión de un tablero analizado no sólo desde la fe, sino desde una realpolitik surcada por la experiencia de la tradición que Pío XII creía llevar consigo, intensificándose durante la guerra la confusión entre sus contradicciones y las de la Iglesia.

David I. Kertzer El Papa en Guerra, la historia secreta de Pío XII, Mussolini y Hitler Traducción de Joan Eloi Roca Ático de los Libros 768 páginas 34,95 euros

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