Lo que subyace tras cualquier calamidad histórica como las guerras es una barbarie cultural. En estos términos se expresó Tolstói en una carta de 1904, cuando estaba inmerso en su proyecto literario más ambicioso desde Resurrección: una suerte de tratado de cómo llevar una vida plena, consistente en la compilación de reflexiones tanto propias como de pensadores de distintos credos, culturas y épocas.
Para el autor ruso, la barbarie cultural obedecía al desconocimiento del valioso legado de quienes antes habían reflexionado sobre la condición humana, como Marco Aurelio, Confucio, Epicteto, Thoreau, Mahoma, Séneca, Ruskin o el poeta persa Saadi, por mencionar algunos nombres de su ecléctico canon moral, entre los cuales figuran también mujeres: George Eliot o Lucy A. Mallory, por ejemplo.
Una suerte de tratado de cómo llevar una vida plena, consistente en la compilación de reflexiones tanto propias como de pensadores de distintos credos, culturas y épocas
Dos décadas antes había empezado a acariciar la idea de crear una obra en la que pudiera reunir y adaptar el saber aglutinado a lo largo de los siglos, con el fin de ponerlo al alcance de cualquier lector, según aparece en sus diarios, así como en una carta a su colaborador Chertkov. A este le confesó que sabía, por experiencia propia, que comunicarse con los grandes pensadores proporcionaba una gran fuerza interior, así como calma y felicidad.
Desde entonces el deseo de dar forma a un libro con el que pudiera hablar a las personas acerca de la vida, pero sobre todo del buen camino de la vida, nunca lo abandonó. El proyecto no empezó a tomar cuerpo hasta que, en 1901, Tolstói, convaleciente de una grave enfermedad, temió por su vida. A fin de fortalecer su espíritu, todos los días que le tocó guardar cama consultaba la hoja del calendario y leía la máxima seleccionada para aquella jornada. “¿Qué puede ser más precioso que comunicarse a diario con los hombres más sabios del mundo?”, se preguntaba.
“¿Qué puede ser más precioso que comunicarse a diario con los hombres más sabios del mundo?”, se preguntaba Tolstói
Así nació Pensamientos de sabios para cada día, organizado a modo de calendario, que luego mutó, con el mismo formato, en Círculo de lectura, como resultado de sus revisiones y ampliaciones, que completó, además, con una colección de relatos para su estudio dominical. La última versión, El camino de la vida, en que los pensamientos se ordenan en treinta y una secciones temáticas –humildad, muerte, amor, etcétera–, se publicaría ya póstumamente. Las variantes de este “libro total” ocupan cinco volúmenes de los noventa que conforman sus obras completas.
Este título, hasta ahora inédito en español, constituye el último peldaño de un plan mucho más amplio de Tolstói, a quien le movía el deseo de influir masivamente en la formación espiritual y educativa del pueblo ruso, entre el cual destaca su proyecto pedagógico de la década de 1860 en Yásnaia Poliana, cuando fundó una escuela destinada a los hijos de los campesinos. Su postrera obsesión por la literatura sapiencial decepcionó a algunos admiradores de Anna Karénina.
Chéjov llegó a decir que “hay más amor al hombre en la electricidad y en el vapor que en la castidad”, que tanto defendía Tolstói, y Nabokov lamentó en sus clases que su búsqueda obstinada de la ístina –“la luz interior de la verdad”, no solo la verdad superficial, o pravda– empañara su genio artístico. Andréi Bieli, por su parte, concluyó que sus calendarios eran “el silencio de Tolstói»”.
Es cierto que, en ellos, recurriendo a citas, el escritor diluyó su autoría en el saber universal. Pero, al compartir sus lecturas más preciadas, al traducir libremente a otros, al subrayar mensajes que ya estaban explícitos, y a veces implícitos, en sus anteriores obras, cuadernos, cartas y diarios, emerge un autorretrato íntimo.
Tanto es así que la prensa, al informar de su muerte, incluyó un aforismo que había seleccionado para ese mismo día en su Círculo de lectura, como si fuera su último mensaje: “Se puede ver la vida como un sueño y la muerte como un despertar”, un eco del pensamiento que ilumina el alma del príncipe Andréi, en Guerra y paz: “He muerto y he despertado. La muerte es el despertar”.
Lev Tolstói
‘El camino de la vida’
ACANTILADO. EDICIÓN Y TRADUCCIÓN DE SELMA ANCIRA. 616 PÁGINAS. 42 EUROS