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Muy poco Barceló en Barcelona

Cultura/s

Desde hace casi diez años el pintor español más internacional no ha expuesto en la ciudad que contribuyó decisivamente a consagrarle

Miquel Barceló, fotografiado la semana pasada en Barcelona

Llibert Teixidó

“A lo largo de la carrera de Miquel Barceló, la ciudad ha sido testigo de todas las fases de su evolución. Desde que su vida artística alzó el vuelo aquí, ha vuelto de vez en cuando transformado cada vez en un artista un poco diferente”, afirma el biógrafo Michael Damiano en su libro Porque la vida no basta (Anagrama), el más completo retrato disponible del artista.

La ciudad es Barcelona, claro, donde el mallorquín residió un semestre en su primera juventud, año 1974, mientras estudiaba –muy poco– en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi, y luego de forma regular entre 1978 y 1982, cuando es seleccionado para la Documenta de Kassel e inicia su trayectoria internacional.

Miquel Barceló

Llibert Teixidó

Barceló instaló su estudio en un destartalado edificio en la calle Rec Comtal y vivió la entonces intensa vida nocturna del barrio de la Ribera. En Barcelona encontró a su primer representante, Antoni Estrany, y realizó su primera exposición comercial, en la desaparecida galería Trece de la rambla Catalunya.

También en la ciudad se publicó la primera monografía sobre su trabajo. Lo sé porque la hice yo: una pequeña y alargada Agenda Barceló para la colección de editorial Àmbit.

A fin de elaborarla fui verle varias veces al famoso estudio, donde trabajaba sus lienzos en el suelo, entre polvo y colillas. La presentamos en el bar Boliche junto a las “agendas” dedicadas a Javier Mariscal y a Carlos Pazos, que escribieron Llàtzer Moix y Ramón de España.

El pintor, cuando trabajaba en su cúpula para el Mercat de les Flors

Pedro Madueño

Tras su despegue en la primera mitad de los años ochenta, Miquel protagonizó sucesivas iniciativas importantes en la Barcelona pre y postolímpica, que contribuyeron a reconocerle y auparle.

Varias de ellas se debieron al entusiasmo de Pep Subirós, filósofo, novelista y entonces hombre de confianza del alcalde Pasqual Maragall, que quiso amarrar bien la figura emergente del artista a la también emergente –y a veces añorada– ciudad de aquella época.

En 1986 Barceló pinta la cúpula del Mercat de les Flors. En 1987, recién cumplidos los treinta, protagoniza la exposición antológica, de título emblemático, Barceló, Barcelona en el Antic Teatre de la Casa de la Caritat. Más de cincuenta cuadros, tres años de producción.

Inauguración de la exposición “Barceló, Barcelona”, en la Casa de la Caritat, 26 de noviembre de 1987

Julián Martín/Efe

Once años después llenará un joven Macba con su exposición “más completa” hasta aquella fecha, periodo 1987-1997, doscientas obras, con énfasis en su etapa africana. Desfilan casi cien mil espectadores, cifra que, por lo que sé, el Macba no ha superado con una exposición individual.

Siguieron, espaciadas en el tiempo, otras dos muestras importantes que permitieron al espectador catalán mantener una buena visión global de su trabajo: La solitude organisative, sobre el periodo 1983-2009, en CaixaForum. En ella presentaba el retrato de un gran icono barcelonés, el gorila albino Copito de Nieve. Coincidió con una paralela dedicada a su periodo de formación, Barceló abans de Barceló, en el Centre Santa Mònica.

En el 2007 presentó en el Teatre Lliure la performance Paso Doble, con el bailarín Josef Nadj. Y ese mismo año pudieron verse en la Fundación Godia sus obras procedentes de colecciones privadas barcelonesas.

La escultura de un elefante trompa abajo presidió su última exposición importante en Barcelona: la de CaixaForum en julio de 2010

Àlex Garcia

Pero en la última década su presencia en la ciudad ha disminuido notablemente. El Macba, que en sus inicios tan bien le acogió, luego no le ha hecho mucho caso. Y algún director posterior del centro llegó a poner aquella muestra como ejemplo de lo que no había que hacer. “El Macba tiene una patología, no sé cuál, pero es duradera y profunda”, replica el pintor.

Barceló ve la Barcelona artística actual decaída. “¿Dónde están los coleccionistas?”, pregunta. Y añade: “Hace tiempo que no es necesario venir a Barcelona para ver una gran exposición, cosa que sí tienes que hacer con Madrid, París o Londres. Esto me produce tristeza”.

A cambio, en la ciudad ha encontrado un editor: Joan Tarrida. Con su sello Galaxia Gutenberg, Barceló ha publicado ya una docena de libros: tres con su visión de la Comedia de Dante, unos Cuadernos de África, otros del Himalaya, uno dedicado a sus Cerámicas, tres consagrados a su trabajo en la capilla de Sant Pere de la catedral de Palma. Y dos volúmenes dedicados al Fausto de Goethe.

El segundo dio pie la semana pasada para que Tarrida y el pintor convocaran a un grupo de interesados en su obra en el restaurante Roig Robí, donde hablamos de sus cuadros, sus libros de artista y también de su vida en sentido amplio, repartida entre Mallorca y la capital francesa, siempre movida y actualmente animada con largas estancias en Tailandia (a Mali, donde tiene casa, hace tiempo que no va; le advirtieron de que era peligroso).

Este Barceló en la cima de su carrera, invitado en el Prado, el Louvre o la Biblioteca Nacional de Francia; el artista español vivo más cotizado, en continua evolución, desde el 2010 no ha hecho exposiciones individuales en en Barcelona, la ciudad con la que tan vinculado ha estado. No cuenta con galería en ella. No se han visto aquí sus retratos. Un proyecto de performance para cubrir de barro algunos espacios del Palau de la Musica y crear una “escultura sonora” no prosperó. No ha recibido ningún encargo de obra pública.

Solo el año pasado inauguró una pequeña muestra-homenaje al poeta Josep Palau i Fabre en su Fundación de Caldes d’Estrac.

‘Pas a deux’ (‘Paso Doble’), su espectáculo con con el bailarín Josef Nadj Archivo Archivo

En esta década, en Madrid, ha presentado varias individuales importantes en la galería Elvira González, todo el conjunto de su obra gráfica en la Calcografía Nacional y la bellísima colección de bordados Vivarium, con su madre Francisca Artigues, en el Jardín Botánico. Exposiciones estas últimas que podrían haber viajado a Cataluña con relativa facilidad.

Casi diez años después, que son muchos, toca ponernos al día con su obra. ¿Qué institución tendrá la inteligencia de reconectar a Barceló con Barcelona?