'Spencer' o la irregular fábula sobre la tragedia real de Lady Di
Estreno en cines
Pablo Larraín convierte a Kristen Stewart en la malograda princesa de Gales en una historia que ocurre durante tres días trascendentales
Si en Jackie (2016), Pablo Larraín indagaba en cómo vivió Jacqueline Kennedy los días posteriores al asesinato en Dallas de su marido, el presidente de los Estados Unidos JFK, con Natalie Portman atormentada por la presencia constante de la sangre de la víctima salpicada en su traje chaqueta, el cineasta chileno vuelve a fijarse en un icono femenino del siglo XX para su nueva película, el de la mujer que estuvo en el ojo del huracán desde que conoció al príncipe Carlos de Inglaterra y desafió a la monarquía británica pagando un gran precio por ello.
Spencer, que llega a las salas tras su estreno mundial en el festival de Venecia, se despliega ante el espectador descrita como una fábula sobre una tragedia verdadera, la que asoló a la joven e inocente Diana Frances Spencer, que se rebeló contra su destino de falso cuento de hadas. Larraín se fija en solo tres días, los que van de Nochebuena a San Esteban a principios de los años noventa, para mostrarnos a una princesa triste, en continuo estado de nervios, acosada psicológicamente y atrapada en las ancestrales tradiciones en un castillo-jaula, cuando ella solo anhela la libertad.
Para ello, la película recrea una atmósfera angustiosa de aires fantasmagóricos -gracias a la fotografía granulada de Claire Mathon- donde tiene cabida incluso la presencia del espectro de Ana Bolena, la esposa de Enrique VIII decapitada por adulterio que conversa en algunas ocasiones con Diana en un guion firmado por Steven Knight, creador de Peaky blinders. Ambas mujeres parecen compartir varias cosas.
Y es precisamente esa presencia permanente del pasado, reflejada en un espantapájaros vestido con la chaqueta del padre de la protagonista y el recuerdo de una infancia feliz en una casa que ahora está tapiada, lo que empuja a la princesa de Gales a salir huyendo a escondidas de la infernal finca de los Windsor en Sandringham, en un fin de semana crucial para decidir su separación de Carlos y encontrarse finalmente con ella misma.
La película tuvo su estreno en el festival de Venecia y Kristen Stewart sorprende gratamente en su composición frágil de la princesa
Tres días de celebración navideña en la que todo se hace añicos, y a la vez resalta su papel como madre entregada de unos hijos que se preocupan por ella y a los que quiere proteger a toda costa de ese circo mediático, de la cacería de faisanes, invitándolos a vivir sin reglas y horarios establecidos sin sufrir en sus carnes ese frío físico y emocional que invade las habitaciones de la mansión.
En el contexto de esa fábula, Larraín se permite dibujar a una Lady Di que enseña abiertamente sus heridas emocionales, se muestra humana ante el hieratismo de los miembros de la familia real que la observan como un bicho raro. Y ella no puede fingir el dolor de llevar el mismo collar de perlas que Carlos le ha regalado también a la amante, Camila. Corre al lavabo a vomitar ante la mirada punzante del resto, se autolesiona y solo confía en la discreción del chef (Sean Harris) y la entregada empleada que le ayuda con el vestuario (Sally Hawkins).
Aunque pueda parecer una elección extraña en un principio, Kristen Stewart asombra gratamente con su composición de una Diana cansada de recibir órdenes que se atreve a echar de sus aposentos a una asistenta pesada porque tiene ganas de masturbarse. Sus gestos, la mirada caída, el acento... están ahí y la Bella de la saga Crepúsculo vuelve a demostrar su talento y riesgo para interpretar personajes reales tras su Jean Seberg. Los tres minutos de ovación en Venecia dan fe de ello y seguramente estará en la selecta lista de las actrices nominadas al Oscar.
Otra cosa es que el film, en su conjunto, no deje de ser una propuesta polémica que arriesga sin más pretensión que la de reivindicar el sufrimiento de una mujer que solo quería ser amada y se encontró con un candado enorme para acceder a los corazones de la familia real, especialmente el de un marido que solo tenía ojos para otra. Una mujer de su tiempo que, cuando fue libre, halló un cruel destino en forma de accidente automovilístico mortal. Spencer, por suerte, se queda en ese momento feliz de la conquista por su libertad al ritmo de 'All i need is a miracle', de Mike and The Mechanics, y nosotros lo celebramos.