Borja Cobeaga: “Si el padre de los años 80 era  pasota, el de ahora se pasa de sobreprotector”

Estrena 'Los aitas'

El director y guionista estrena una road movie en tono de comedia bajo el lema 'Padre ochentero, implicación cero'

Borja Cobeaga en la presentación de 'Los aitas' en el festival de Málaga

Borja Cobeaga en la presentación de 'Los aitas' en el festival de Málaga

Efe

Borja Cobeaga tenía 12 años en 1989, la misma edad que las niñas de un equipo infantil de gimnasia rítmica que tienen la oportunidad de participar en una campeonato en Berlín y que protagonizan su nueva película como director y coguionista.  Los aitas, que ha tenido su première mundial en el festival de Málaga antes de aterrizar en la cartelera este 21 de marzo, es una road movie en tono de comedia sobre el modelo de paternidad en esa época. Y es que, ante la imposibilidad de que las madres acompañen a sus hijas, la tarea recaerá en unos padres bastante irresponsables, entre los que se encuentran Quim Gutiérrez y Juan Diego Botto, que no están para nada interesados en el viaje. 

Los cuatro padres protagonistas de la película

Los cuatro padres protagonistas de la película

Bteam pictures

Es su primera película sobre la paternidad. ¿Qué le llevó a querer contar esta historia de padres e hijas?

Tenía muchas ganas, aunque todo empezó como un encargo de guion. Valérie Delpierre -la productora de 20.000 especies de abejas y Las niñas- tenía esta idea de unos padres que acompañan a sus hijas. En principio yo solo iba a escribir el guion, pero me fui metiendo y situé la historia en el País Vasco en los 80 porque no quería hacer una película de padres desastre actuales. La quería hacer mucho más personal y conforme avanzó el guion me ofrecieron dirigirla. Al final me estaba fijando más en mi padre que yo como padre y ubicando la historia en 1989, me identificaba con la edad y ese padre ausente que se ha quedado en el paro y no sabe reaccionar a esa situación.    

¿Cómo ve el cambio de ese modelo de paternidad respecto al actual?

Todavía hay muchas cosas por hacer pero creo que ha cambiado mucho el rol y la implicación de los padres. Yo me fijo en cómo era mi padre y en cómo soy yo como padre y no tenemos nada que ver. Seguramente mi padre y mi abuelo se parecían mucho, iban de casa al trabajo y del trabajo a casa, y había una presencia más importante de la madre. Creo que como padres ahora hemos avanzado mucho, y algunas cosas a peor. Por ejemplo, mi hijo siempre me reprocha que soy demasiado protector y creo que tiene un poco de razón porque me emparanoyo. El padre helicóptero impera también en esta época.

Mi padre no tenía ni puñetera idea de en qué curso estaba yo y mi hijo me reprocha que soy demasiado protector

Hemos pasado de unos padres pasotas...

Al padre psicópata (risas). También diría helicóptero porque están nerviosísimos por si a sus hijos les pasa algo y todo eso, pero es verdad que lo del padre pasota es muy atinado en la definición. Ahora los padres tienen que saber las extraescolares que tienen, cómo se llaman sus amigos... y mi padre no tenía ni puñetera idea de en qué curso estaba. La película tampoco busca la transformación de esos padres, y que de repente sean maravillosos. No es muy nostálgica ni eso, pero se nota que empieza un poco el cambio.   

¿Por qué la ambientó en plena caída del muro de Berlín?

Me servía para hablar justamente del cambio. Igual que en una ciudad como Bilbao, que dependía mucho de la industria y los astilleros, empezaban a cerrar las fábricas en los ochenta, esos padres que se quedan en el paro se quedan paralizados y no saben muy bien qué hacer. ¿Por qué de repente los padres estamos más implicados? Pues porque afortunadamente la mujer entra ya de manera más masiva en el ámbito laboral y se tienen que repartir las tareas. Mi intención era retratar un poco esa época de cambio.   

Los padres y sus hijas en la ficción

Los padres y sus hijas en la ficción

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¿Dónde rodaron y cómo fue el proceso de recrear toda aquella época?

Rodamos en Bilbao y en Álava. Recreamos Berlín en Bilbao y estoy aterrorizado ante la reacción de los bilbaínos (risas). Ha sido una película muy coral, no había rodado antes con tantos actores a la vez, son doce metidos en un autobús y también es una road movie con lo que complica muchísimo todo hacer una película de invierno en verano. Pero estaba muy bien localizada para encontrar a las afueras de Bilbao, en el pueblo de Sestao, los restos de las antiguas fábricas, las chimeneas de los barrios obreros donde, según lo que decía el guion, se mezclaban las casas con las fábricas. En el tema de vestuario no quería que fueran unos ochenta muy nostálgicos, tipo 'Yo fui a EGB', ni tampoco algo muy tirado. 

Laura Weissmahr encarna a una entrenadora de gimnasia alemana que pone los puntos sobre las íes a esos padres que, en el fondo, son muy parecidos al suyo, con el que guarda una relación distante. ¿Cómo construiste su personaje?

Yo buscaba a una actriz alemana que hablase castellano y cuadró perfectamente. Creo que interpreta un poco a la mujer del futuro. Me gustaba que fuera tan alta, tan rubia y contrastase tanto con esos padres que de repente puede imponerles. Me gustaba que fuera en apariencia dura pero que luego tuviera una ternura con las niñas. Ha sido un mega hallazgo. Es muy diferente a los que hace en Salve María y da una idea de los registros que tiene como actriz.

El cura de Ramón Barea encarna a una generación que educaba con la mano larga y el personaje de Iñaki Ardanaz lo critica pero también pega al hijo.

Sí, es que si te dan, al final acabarás dando. Y el ser diferente, algo que he visto mucho a mi alrededor, era un motivo para empezar a reprimirlo. Y es verdad que el personaje de Iñaki, que supuestamente es el más moderno por el videoclub, tiene una cosa muy rancia y está fundamentada en su educación. 

¿Cómo ha sido trabajar con Quim Gutiérrez?

Ha sido un flechazo. Nos entendimos fenomenal. Es un actor que me gusta muchísimo, que sabe hacer drama y comedia en la misma escena incluso. Yo quería que fuera un efecto sándwich de que algunos fueran vascos y otros de fuera para reflejar el ambiente de la época. Los cuatro hombres se parecen entre ellos pero cada uno reacciona de manera diferente a la situación con sus hijas. Está el que va a huir porque tiene problemas en su matrimonio, el que ha perdido a su mujer y no se atreve a hablarlo, el que se queda paralizado y el que emprende con el videoclub, pero es un visionario temporal. 

¿Y el reparto infantil?

Está Sofía Otero, que tiene más filmografía que yo, y otras chicas que nunca se habían plantado delante de la cámara y ha sido muy bonito ver cómo actuaban. Han hecho mucha piña porque han estado ensayando la coreografía del ejercicio de gimnasia y les ha servido para hacerse muy amigas.

Aquí las madres pueden con todo menos con la bebida...

Eso de padres desastre, madres sensatas no es verdad. Creo que hay de todo y me apetecía mostrar unas madres que parece que tienen sentido común pero les da por emborracharse del aburrimiento. Hay muchas mujeres a mi alrededor que después de ser madres la primera noche que salen es como si no hubiera un mañana... parecen estrellas del rock.  

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